viernes, 12 de agosto de 2011

La llamada.

Sonó el teléfono por dos veces, colgué. No estaba seguro que estuviera haciendo lo correcto. Pesaba en ella, como una locura constante, mi cabeza era un reproductor de recuerdos, los buenos tenían una presencia increíble, su rostro se reproducía en mi mente como una pintura que estuviera impresa en él, con todos sus detalles. Solo tenía que cerrar mis ojos para tener sensaciones en mis manos, como recorrían su cuerpo, acariciaban su cara, sus labios, Lydia estaba muy presente en mí. 
Pero era curioso, en esta ocasión los malos recuerdos también estaban presentes y mi consciente hablaba para mi “No lo hagas Ferry, te ha traicionado y lo volverá a hacer”.

Mis ojos miraban el móvil en mi mano y mi cerebro no le trasmitía la orden de volver a marcar. El pulgar estaba en la selección de la agenda de contactos, su nombre aparecía en la pantalla, pero no surgía la orden para volver a llamar.

Vino el camarero y me sacó de ese ensimismamiento, le pedí un café, un café con hielo, era una tarde agradable de otoño, con algo de calor, se estaba bien en aquella terraza. Vi en la mesa de al lado un diario deportivo, lo cogí para leer un rato, mientras me traían el café. Me distraía ese tipo de lectura, me hacia olvidar la realidad del momento, más que leer las noticias era hacer limpio de la mente, era un método de relajación mental para mí, y agradable al mismo tiempo, todo era positivo en el Barça, el equipo de mis amores, con lo cual era reconfortable. Pasaba veinte minutos en “blanco”, sin las presiones de la realidad y podía tomar las decisiones más objetivas.

Di vuelta a la última página, se había acabado la distracción. No sé como lo había hecho, pero mi mano seguía asiendo el móvil. Mis ojos lo volvieron a mirar y mi pulgar pulso la tecla del navegador, apareció su nombre en la pantalla nuevamente “Lydia Bonita”.

El mensaje me retumbaba en la cabeza “No vuelvas Ferry, no lo hagas”, mi corazón latía con fuerza, un leve sudor empezó a aparecer en mi frente, la tensión era máxima, tenia una verdadera lucha entre la razón y la sinrazón. Tenia que tomar una decisión, llevaba más de 45 minutos decidiendo. Había salido de casa de Jaume con la decisión tomada y poco a poco habían aparecido las dudas. Por el contrario me moría sin ella, moría cada hora un poco más, me faltaba en mi vida.
Alguien que te quiere de verdad no hace lo que ella hizo, esa traición no. Por el contrario su carta de amor decía mucho de sus sentimientos. Me venían a la cabeza esa canción que canta El Arrebato, Duele, con sus estrofas:

“Mañana mismo voy a esa tienda  del cariño para descambiar tus besos

Mañana mismo iré y denunciaré ante el juez la estafa de tus te quiero
El timo de tus caricias, el hurto a mis sentimientos…”
Y esa otra canción de Melendi, Un violinista en el tejado, que le gustaba tanto a Lydia, retumbaba en mi cabeza.

“Y no lo entiendo

Fue tan efímero
el caminar de tu dedo en mi espalda dibujando un corazón
Y pido al cielo que sepa comprender
Estos ataques de celos
Que me entran si yo no te vuelvo a ver.

Le pido a la luna
Que alumbre tu vida
La mía hace ya tiempo que yace encendida.
Con lo que me cuesta
Querer sólo al rato
Mejor no te quiero será más barato
Cansado de ser el triste violinista que está en tu tejado.

Tocando pa’ el inglés siempre desafinado
MÚSICA DE FONDOBACKGROUND MUSIC
Maldito puto juego de las canciones, que mortificación tenia conmigo mismo. No debería hacerlo nunca más con nadie, el que peor lo pasaba era yo, por el sentimiento que le ponía. Era la tercera vez que me enamoraba en mi vida, y nunca más lo haría con nadie, era una promesa que me había hecho a mi mismo.

Pero y esa llamada ¿Tenia que hacerla o no? No era capaz de tomar la decisión, tenía mis dudas. ¿Podría verla sin quedarme a su lado? Que mal, coño, que mal. Si no lo hacia, siempre me quedaría la duda, si lo hacia me podía arrepentir, terrible dilema el mío.

Llamé al camarero y le pedí un nuevo café, los cigarrillos los encendía unos con otros, fumaba constantemente, el cenicero estaba lleno de colillas, todas mías. Levantaba la vista, cerca había un parque infantil, casualmente había dos niñas rubias parecidas a sus hijas, me recordaron a ellas. Esa linda niña Lolita, que dulce niña, me había encariñado con ella, no la olvidaría nunca, me hubiera gustado verla crecer, pero acto seguido me venia la imagen del pesado de Candido, que aguante con ese niño, que lástima de niño echado a perder en la tontería de sus fantasías, y la manipulación por parte de sus padres, que inútil.

De repente sonó el móvil, lo mire, era Pilar que me llamaba, descolgué.
 
-         Hola Pilar, dime.
-         Hola Ferry, ¿Cómo estas?
-         Bien Pilar en la terraza del bar tomando café, se lo he comentado a Jaume.
-         Ya me lo ha dicho, pero tardabas tanto que estábamos preocupados. ¿Puedes hacerme un favor?
-         Lo que quieras Pilar, dime.
-         Pásate por el colmado del Sr. Manuel que he hecho un par de encargos para la cena de hoy, solo es recogerlo esta a mi nombre.
-         No te preocupes Pilar, dalo por hecho.
-         ¿Ferry?
-         Si Pilar.
-         ¿Has hecho la llamada?
-         No, todavía no, pero voy a hacerla, tengo que hacerla Pilar, me la debo a mi mismo esa llamada, no podría vivir con la más mínima duda.
-         Te entiendo Ferry. Por cierto está por aquí Ángela, que le digo.
-         No entiendo Pilar ¿Qué quieres decirle?
-         Ha venido para ver si hacíamos una partida de cartas, de ese juego tan divertido que nos enseñaste.
-         La verdad es que no estoy de humor para juegos, discúlpame y hazme un favor, que no este cuando vuelva. Tu lo sabes Pilar, me esta acorralando y no tengo ganas de ofender a nadie.
-         No te preocupes Ferry, me deshago de ella de alguna manera, ya le daré una excusa, no te preocupes. Pero escúchame, piénsalo bien antes de hacerlo y tomate tu tiempo, hazte ese favor.
-         Gracias Pilar por el consejo, te veo luego y no te preocupes que pasare a coger tu encargo por la tienda. Hasta luego Pilar.
-         Adiós Ferry, ven pronto.

Colgué el móvil, la mano me temblaba estaba muy nervioso, tenia la boca seca de tanto fumar, los nervios me podían, no podía llamar a Lydia en ese estado, debía relajarme, serenarme para afrontar la conversación con cierto éxito.

Llamé nuevamente al camarero y esta vez pedí un agua con gas con toda su ceremonia, su trozo de limón y sus hielos, fresquita, como me gusta a mi el agua tanto en verano como en invierno, las broncas que me había ganado de mi madre cuando era pequeño por beber el agua directamente de la nevera “Ferry vas a enfermar”, me chillaba siempre.

Di unos buenos tragos de esa agua, estaba exquisita, se notaba que los limones eran de cultivo propio, tenían ese gusto acido de no haber pasado por cámaras, esa piel un poco más gruesa, estaba bueno de verdad.

Estaba mucho más sereno, el pulso ya era normal, mi respiración relajada, decidí hacer la llamada por fin. Mi mano era una artista buscando su número de móvil, verifique visualmente el nombre, puse los auriculares al móvil y decidí llamar, con las manos libres iba a ser más fácil hablar, estaba solo en la terraza, podía hablar tranquilamente y gesticular para apoyar mis frases, eso me daría fuerza de expresión.

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