martes, 31 de mayo de 2011

El retorno

Llegamos al hotel, habíamos estado comentando la reunión, las condiciones de Jacinto eran duras, el riesgo al final lo tomaba yo, no tenia sentido. Al llegar estaba Juan Inés con el dueño de la maduradora de plátanos, Roberto. Se acercaron a la jipeta.


-         ¿Qué tal Don? ¿Cómo están Vds.?
-         Bien Juan Inés, digamos que bien.
-         Le presento a Roberto el dueño de la maduradora.
-         ¿Qué tal Roberto? Extendiéndole la mano.
-         Bien Don, Doña un saludo.

Cogí las muestras de vinos, y la documentación.

-         Llevan Vds. un negocio ¿De que trata? Dijo Roberto.
-         De algo que tú no puedes hacer, dijo Lydia.

Vaya ataque frontal, pensé. Hay enemigos que no son tan duros entre ellos.

-       Si Doña, podría interesarme. Mi familia tiene un negocio en la 27 y podemos estar interesados en nuevos negocios.
-         Discúlpeme, pero no tenemos ganas de perder el tiempo.

Tuvimos un intercambio de frases, y al final accedí. Entramos en el hotel y le solicité al recepcionista la sala de reuniones que tenían en la entrada, encargándole una cerveza para la reunión. Trajo la cerveza y cuatro vasos de plástico.

Le expuse todo el plan de negocio a Roberto, parecía interesado. Lydia le lanzaba frases de reto, que él encajaba bien. Yo no creía que ese muchacho fuese capaz de llevar ese negocio hacia delante, pero no había perdíamos nada por probarlo. Después de dos horas de discusión y algunas cervezas, quedamos en comunicarnos por mail las condiciones definitivas, con ese dato yo ya sabia que no haríamos nada. Lo que no soluciones cara a cara, no se soluciona con esta gente, y quedarnos más tiempo por palabrería no tenia sentido, tampoco tenia a nadie para delegar esa gestión, Juan Inés no daba la talla para eso.

Fue sorprendente porque no sabíamos nada, caso contrario hubiéramos bajado a la capital antes, fue extraño el encuentro, tenia confusión. Finalmente nos despedimos y se fueron.

-         ¿Qué te ha parecido Lydia?
-         Puede que haya una posibilidad. ¿Ves tú lo mismo?
-     No. Veo que no hay nada en absoluto. Es una lástima, hemos luchado aunque no lo parezca, pero no hay manera de meter la nariz en este país, necesitamos un europeo, esto es perder el tiempo y dinero.
-         Vamos a la habitación, nos cambiamos de ropa y cenamos.

Cogí las botellas de cerveza vacías y las saque a recepción. Lydia subió a la habitación. No me pareció correcto dejarlas en el mostrador después de tanta amabilidad,  en el pasillo que iba al despacho de la directora había una mesa lateral, aquel era un buen sitio.

-         Mire, le dije al recepcionista, se las dejo allí en aquella mesa.
-         Muchas gracias Don, sí por favor.

Fui a dejarlas, cuando se abrió la puerta del despacho de la directora, salio la directora, miré hacia donde se había generado el ruido, era ella, la vi por detrás. Que definición de las líneas de su cuerpo, increíble, y aquel botón seguía compitiendo con la física, sorprendente resistía todavía,  se acerco a mí.

-         ¿Cómo han ido los negocios Don?
-         La verdad es que no sé, lo veremos con el tiempo. Se acerco más a mí, casi sus pechos me rozaban, sentía su aliento, y veía aquellos labios carnosos, amplios con fuerza donde asomaba una punta de lengua rosácea.
-    No le apetece pasar a mi despacho Don, tengo un sofá muy cómodo, mientras se desabrochaba el famoso botón, dejando al descubierto lo que hasta el momento se adivinaba, con unos sujetadores, vamos los brassiers como le llamaban ellos, que solo eran capaces de tapar la mitad de su punto álgido, puntiagudo, erecto que quedaba marcado.
-       Lo lamento Doña, pero Vd. sabe que me debo a mi mujer y no entiendo lo que hace Vd., discúlpeme dándome media vuelta.

Note que me rozaban por detrás, era ella que me había cogido por el pantalón, intentándome rodear por la cintura. La separé de mí inmediatamente.

-         No insista por favor, se lo ruego, entienda que me debo a otra persona y no porque insista mucho cambiara esa situación. Como mujer Vd., esta muy apetecible, pero supongo que entiende la situación.
-         Sí Don, pero yo debo intentarlo, Vd. me gusta muchísimo.
-      Lo lamento de verdad. Me di media vuelta y me fui, mientras ella volvía a atar el increíble botón de su blusa, lo vi por el espejo que estaba en la pared, que increíble mujer, Lydia podía estar contenta de mí, aunque no podía explicárselo, nunca podría, quizá cuando lea el libro sabrá lo mucho que la he amado y respetado. Nunca me he mirado otra mujer, me había volcado en ella, solo en ella, quería un futuro con ella, tenia un proyecto, no sé si ella seria capaz del mismo pago.

Asustado por la situación, y pensando que en otros momentos si no tuviese compromisos morales, se hubiera enterado. Pero era una mujer, no sabia que buscaba, sexo, relación, era una confusión total, mis modelos sociales de comportamiento estaban rotos. Pero había que reconocer que la Señora estaba de impresión, un cuerpazo increíble.


Finalmente hicimos la rutina habitual, cenamos, dormimos y al día siguiente nos íbamos. Embarcamos sin ningún problema como siempre, y salimos con la puntualidad Dominicana, o sea con retardo. Buen avión el que nos toco, un cómodo Iberia, butacas amplias y modernas. Lydia todavía recordaba el avión de ida del primer viaje.


Para los viajes ya éramos veteranos, en los de vuelta a Europa era más difícil encontrar las filas donde dormir, no se porque los aviones iban casi llenos siempre. Lo pasamos de la forma habitual, jugando a cartas, durmiendo a pequeños trompicones y hablando de las experiencias y anécdotas de los viajes, que mezclábamos con la de los clientes.
Aeropuerto Barcelona

Finalmente llegamos a Barcelona, después de una tediosa espera en Barajas, para hacer el transfer. Llegamos, como siempre llega uno de esos viajes, destrozado y ahora nos esperaba un triste autobús para llegar al Garraf.
Fue curioso, llegamos sin tabaco, y con la maldita ley no vendían tabaco, solo en el bar del tren y nosotros salimos por la puerta de Internacionales. Ni un cigarrillo. Pues habrá que pedir, con lo que me cuesta pedir. Era de noche, tarde y estábamos sentados en un banco de madera en la parada del autobús. Lydia estaba de mal humor, vaya a saber Vd. porque, ya no le hacia caso cuando se ponía de esa forma.

-         Pues tendré que pedir tabaco ¿Tú quieres Lydia?
-         Si consigues que te lo den, sí, sino ya fumare del tuyo.

Vi como se acercaba una Señora, muy arreglada con un perrito, fui hacia ella, le explique la situación, cuando la Señora me dio diez cigarrillos, dándole  las gracias, además de quedarme sorprendido de su generosidad. No pasó nada más.

-         Mira Lydia, tenemos para la espera, tranquilamente.
-         ¿Qué me dices? ¿Qué te ha dado todo eso? Seguro que te la has ligado, a saber que le habrás dicho, que falta de respeto.
-      Déjalo Lydia, de verdad, vete a tomar vientos por no decirte otra cosa, si quieres fumar me lo dices, sino por lo menos estate callada. Últimamente me has tomado por tu dummy, y estas muy equivocada conmigo, no te confundas ni un milímetro, tienes comportamientos de criatura, de niña mal criada. No sé para que coño te han educado, pero para ser persona seguro que no, eres una inmadura.
-         ¿Qué es un dummy Ferry? Dijo Lydia enfurruñada.
-         El puto muñeco que ponen en las pruebas de accidentes de coche, pues así me siento yo. Estoy hasta allí de tu comportamiento, no hay quien te aguante.

Vino el autobús, e hicimos el viaje sin decir palabra. Lydia era una artista en cambiar las situaciones de felicidad, a situaciones rabiosas. La mejor manera de no cabrearme más era no hacerle caso, dejarla que se le pasase, pero ya estaba hasta la nariz. En cambio a ella esa actitud todavía la irritaba más, difícil equilibrio el nuestro.
Desgraciadamente habíamos salido del sueño, y entrábamos en el estúpido mundo de Lydia, el que se había generado, un mundo de soberbia y manipulaciones, ese desgaste continuado.
Llegamos a su casa, su madre se levanto para saludarnos.

-         ¿Qué tal Ferry?, dándome dos besos.
-         Cansado Noar, pero bien, es lo que tienen estos viajes son demasiado largos, y ahora ya no estoy tan acostumbrado.
-         ¿Te quedas a dormir con Lydia? A estas horas no conducirás.
-         No Sra. Noar mejor me voy para mí casa, que dormiré mañana hasta tarde.
-         ¿Te vas Ferry? Dijo Lydia sorprendida.
-         Si Lydia me voy a dormir a casa.
-         Espera que miro lo niños y me voy contigo.
-         No Lydia mejor quédate, así los ves por la mañana.

Lydia se quedó sorprendida. Me despedí de las dos y me fui. Tenia ganas de estar solo, de no aguantar tonterías, bobadas de inmadura, me planteaba muy en serio la relación con Lydia, siempre me preguntaba que si para cosas pequeñas actuaba así, para los problemas importantes no se como acabaríamos, y no tenia ganas de perder el tiempo.

No dormí tanto, a las nueve estaba despierto, retozando en la cama. Llamé a la oficina y les comunique que ya estaba aquí, me dijeron que pasase el viernes para darme algún cliente, aunque iban flojos, las ventas estaban bajando. Sobre las doce sonó el móvil, vi que era Lydia, no conteste, no tenia ganas de hablar con ella. Ya llamaría más tarde y si no llamaba mejor, estaba aburrido. A las tres de la tarde volvió a llamar.

-         Sí, dime Lydia.
-         Me tenías preocupada.
-         ¿Por qué? Lydia.
-         Te he llamado antes y no has contestado.
-         Estaría durmiendo, Lydia.
-         ¿Vas a venir a buscarme? Ferry.
-         No, estoy cansado me he levantado a comer algo y me vuelvo a dormir.
-         ¿Estas enfadado Ferry?
-         No, Lydia, no tengo motivos ¿No?. Se produjo un silencio, que rompió Lydia.
-         Ya me llamaras a la noche Ferry.
-         Hasta luego Lydia.
-         Adiós Amor.

La verdad es que no tenía ganas de verla, de momento. Ya llamaría otra vez, sino vida nueva, que arto estaba de las tonterías. No llamé por la noche. Ella si lo hizo sobre las diez.

-         Si.
-         ¿Qué pasa Ferry?, Ni me has llamado, ni has venido a buscarme. ¿Qué ocurre?
-         Estoy cansado Lydia.
-         ¿Bueno vas a venir a buscarme o no?
-         Pues la verdad es que no, me tengo que afeitar, vestirme y me da pereza, Lydia.
-         ¿Así nos vemos mañana Ferry?
-         Pues supongo que sí, no sé.

Colgamos el teléfono, y me fui a ver la televisión a la cama, con mi café calentito y un par de galletas, mis cigarritos, una peli y a dormir, ese era mi plan. Sonó el interfono. ¿Quién seria? Me pregunté.

-         Si, descolgando el auricular.
-         Soy yo tonto, ábreme. Era Lydia, abrí la puerta se oyó el ascensor y salio Lydia.
-         ¿Pero se puede saber que te pasa Ferry?
-     Pues que me canso Lydia, me canso que actúes así, que constantemente tenga que soportar tu mal humor. Mira, yo te quiero con locura, pero de eso a tener que aguantar esos chaparrones gratuitos con los que me regalas, la verdad es que no me apetece.
-         Entonces ¿Lo dejamos?
-         No se Lydia, me lo estoy planteando, pero pasa, que a los vecinos no les importa nada. Mira, estaba en la cama, entra y siéntate, que yo llevo poca ropa.

Entramos en la habitación, me estire en la cama, y ella se sentó en su lado mirándome.

-         Pero ¿Por qué te pones así Ferry?
-     Como quieres que me ponga Lydia, tengo algo para reírme ¿Dime? Te consigo unos cigarrillos, ya estas cabreada que no se porque, y encima me insultas, que si me querido ligar a una tía, que si tal. Vamos como decía mi padre, el que mal hace mal piensa. Tu sabrás porque piensas así.

Yo pensaba, como para haberle explicado lo de la directora, todavía pensaría que le había echado yo los tejos, que inmadura era esta mujer.

-         Pero Ferry, yo te quiero.
-      Y yo juego al parchis. Yo también te quiero, pero lo que no quiero son ese tipo de reacciones, no entiendo porque alguien decide amargarme la vida de repente, sin que ocurra algo aparente, si tengo que vivir tus malos momentos, al menos debería saber el porque, no de esa gratuidad con la que me regalas. Debes de ser bipolar, no encuentro otra explicación, o quizá necesitas una dosis de disputa de vez en cuando, no lo sé, pero a ti te pasa algo, tu sabrás. Mira mis reglas, que tu aceptaste, recuerda, yo no las impuse las pactamos, son y eran las mismas “Tu pasado no me importa sino condiciona mi presente”. Pero tú no te comportas así. Y la suerte que tienes es que no soy mal pensado, no me has dado motivos, sino pensaría mal y créetelo los que somos buenos en positivo podemos ser muy malos en negativo. ¿Quieres una galleta?
-         No ya he cenado, Ferry.
-         Más para mí
-         Joder como estas Ferry.
-      Sí Lydia estoy cabreado, sin más, estas llevando esta relación al descalabro. Tú no cambias, ni disimulas tus actitudes y yo me canso de aguantar tus desagravios de mal humor.
-         Lo intentaré Ferry, haré un esfuerzo. ¿Me quedo a dormir?
-      Tu sabrás, si quieres quédate sino como has venido con el coche de tu madre tienes transporte.

Lydia dudo, pero al final decidió quedarse. Se desnudo y se metió en la cama, acurrucándose contra mí.

-         Caliéntame Ferry, que tengo frío.
-         La abrace, pero no paso de aquí. La verdad es que yo en invierno era una estufita, mi cuerpo siempre desprendía calor. Lydia se fue acurrucando cada vez más, hasta que se durmió, apague la luz y dormimos hasta el día siguiente. A la mañana siguiente fuimos a su casa, a vivir su mundo.
-         Hola Noar ¿Cómo está Vd.?
-         Bien Ferry, me dejaste sorprendida cuando te fuiste a dormir a casa.
-         Estaba cansado del viaje.
-         ¿Van bien las cosas entre Lydia y tu?
-         Es una pregunta difícil de responder Noar, digamos que mitad y mitad.
-         Es el carácter de Lydia ¿No?
-         Si Noar, es difícil, y yo me conozco, aguanto porque la amo, pero otro hombre ya la hubiera lanzado.
-         No me expliques Ferry, yo la conozco, es mi hija. Cálmate y pasa que Joaquín quiere saludarte.

Pase al salón, allí estaba su padre, lo salude y me invito a sentarme. En el sofá ya estaba el niño en posición fetal al lado de su madre. Que burrada de comportamiento, que falta de personalidad habían generado en aquel muchacho de 13 años. Las niñas voceando en la habitación, con sus juegos frenéticos. ¿Dónde estaba? ¿Era eso lo que quería?

Cominos, fue agradable, la verdad es que Noar cocinaba bien, nada del otro mundo, pero por lo menos cocinaba. Lydia se vanagloriaba de que era una baja, y Candido, su hijo, decía que él también, era una nueva imitación de los valores que le habían inflingido. La verdad es que ese muchacho no tenía ninguna gracia. Salimos a dar una vuelta con los niños, los invite a cenar al McDonal’s.

-         Sabes una cosa Ferry.
-         ¿Qué Lydia?
-         Ayer me discutí con mi madre.
-         Extraño en ti Lydia, tu casi no te discutes con nadie. Me sonreí.
-         Si no te lo vas a tomar en serio, no te lo explico.
-         Venga explícame alegrías, Lydia.
-         Sabes que mi cuñada, la de mi hermano los que están en Emiratos, pues han tenido un hijo, y ahora se ponen en el sofá con el PC, los dos mi padre y mi madre, y se ponen a hacerle bobaditas, que si el yayo, que si la yaya.
-        No entiendo nada, lo de tu madre sí, ¿Pero tu padre? Me explicaste que la última vez que vinieron, tu padre no quiso ni conocer a la niña, no entiendo nada en absoluto pero bueno son cosas de familia y no me quiero meter en esas cosas.
-   Pero yo me cabreo con mi madre, y esa actitud genera que me encierre en mi habitación con mis hijos. Así que ahora vivo en mi habitación.
-         Vamos mejorando las relaciones Lydia. Deberías sentarte con tu madre y hablar con ella. Cuando uno convive tiene que saber respetar a los demás. Hay zonas comunes para hacer cosas comunes, y las privadas en lugares privados. Que lo hagan a mi no me parece mal, pero esa actividad deberían hacerlo en la habitación y no en el salón con todos, es mi opinión pero debes solucionarlo tu.
-         Yo no puedo hablar con mi madre, es imposible hablar con ella.
-      Pues deberías hacerlo, siéntate y habla es tan fácil como eso. Si no agredes no te agredirán, se correcta y expón lo que te molesta. Es la única solución y además lo tienes que hacer tu, no lo puede hacer nadie más, es tu madre no es un extraño. Pero siempre tienes problemas para hablar con la gente, algo haces mal Lydia.

Los días fueron pasando, nuestra relación se consolidaba, mi presencia en su casa era habitual. Los fines de semana que los niños estaban en casa comía allí, para estar juntos, eso si llevando un presente para el acto. Lydia dormía conmigo todas las noches, que esfuerzo estaba haciendo. El trabajo había aflojado de forma preocupante.
Hasta que enferme.                                                                                    



































domingo, 29 de mayo de 2011

Jacinto


Un poco de música ambiental, para la lectura:



-        Lydia, que nos vamos, le dije al levantarme.
-         Vaya manera de despertarme, con lo suave que tu eres.
-         Mi querida Doña, es la hora de incorporarse al mundo de los humanos.
-         Vamos que estas graciosillo. Me acerque a ella, me senté, le bese los labios.
-         Buenos días Amorcito, como estas Lydia. Ella me rodeo del cuello con sus brazos.
-         Triste, Ferry muy triste.
-         ¿Por qué Lydia?
-         Se acaba, Ferry, esto se acaba.
-         Piensa en positivo Lydia, todavía nos queda un día y medio, vamos a disfrutarlo.
-         También tienes razón.

Ya había pensado en eso, pero no me había manifestado para no generar desanimo. Esta irrealidad que estábamos viviendo nos daría paso a la realidad de cada día, los análisis, el luchar duro, sus hijos, sus problemas, vamos todo lo no deseado. Ojala pudiéramos disponer de todo ello en la distancia, cogiéndolo y dejándolo según conviniese, pero había que ir a la realidad, nos gustase o no. Pero quedaba esta tarde, ¿Cómo se pronunciaría Joaquín? Creo que me hace falta un europeo aquí que empuje los negocios, con alguien de aquí es imposible, la falta de disciplina empresarial y la distancia hacia imposible nada, con demasiado riesgo económico si se hacia. También sabia que lo tenía que volver a intentar, y hoy por hoy todavía pienso que es un país de oportunidades, ya dirá el futuro que hago.

Llame a Jacinto y quedamos para la tarde. Hicimos las maletas, pagamos el apartamento, con una gran despedida de Miguel y Juan, y nos fuimos dándole una buena propina a Juan por su amabilidad durante la estancia.

-         Bueno Lydia ya estamos en camino.
-         Si, una horita larga y en la capital, comeremos allí, supongo.
-     Si, dejamos el equipaje y nos vamos a comer, que con Jacinto he quedado a las 16 horas, cuando le he llamado esta mañana.
-         Está sonando el móvil, Ferry.
-         Alo dije.
-         Alo Don, soy Juan Inés, ¿Van a estar Vds. en la capital esta tarde?
-         Si Juan Inés pero no sé a que hora, tenemos una reunión a las 16 y no se cuando saldremos de ella.
-         Bueno les esperare en el hotel.
-         Como quieras Juan Inés. Nos vemos allí, adiós. Colgué el móvil.
-         Que quería Ferry.
-         Que si íbamos a estar en el hotel por la tarde.
-         Ya se a que viene Ferry.
-         ¿A que Lydia?
-         A devolverme el dinero Ferry. Solté una carcajada tremenda.
-         Que lástima mi Niña, que inocente, tú esa pasta no la vas a ver en tu vida, me juego lo que más quiero.
-         No eso no te lo juegues que es mío. Reímos los dos muy a gusto.

Vendedor de semáforo
Al rato entrábamos en la capital. Teníamos las compras de los semáforos, que si una tarjeta para el móvil, que si un heladito de los skimay, que si unos limoncillos y casi me hace comprar un perrito, a lo que me negué en rotundo.

-         Ferry podríamos comprar unos limoncillos para el avión.
-         ¿El que Lydia?
-         Limoncillos, me chiflan.
-     Venga Lydia, que al final me voy a creer que estas en embarazada.
-         No es ningún capricho, están delicioso y a ti te gustan.
-         Déjalo Lydia, eso es pare que disfrutes aquí, no para llevártelo. Tendrás que llevarlo en una bolsa, lo pasaras por aduana, te inspeccionaran y ya la tenemos liada. No me gusta llevar cosas extrañas en el equipaje.
-         Pues tú te vas a llevar un culin. ¿Dónde lo vas a meter? Ferry.
-       En la maleta Lydia, pero eso no le pasa nada, ya lo llevo atravesado en la maleta el machete, y cierra bien. Lo facturo y punto. Pero depende como tiren la maleta, los limoncillos pueden chafarse, armar un cirio con la ropa, y si los pones en una bolsa se oxidaran, te dejaran un pestazo en la maleta increíble. Mira con un tema parecido tengo una anécdota, volvíamos de las Islas Canarias, y como recuerdo traía una botella de licor de plátano, todas ellas en una bolsa, con la mala suerte que en la estación de tren del aeropuerto de Barcelona, un asa de la bolsa se rompió y pico con el suelo. Una de las botellas se rompió, esta claro que esa fue la mía, pero aquel líquido impregno la bolsa, ni después de cuatro lavadas se fue el olor. Vamos que la tuvimos que tirar,
-         Tampoco te me enfades Ferry, decidido, no hay limoncillos para el viaje.

La mire y sonreí. Que bien le habían sentado estos días, estaba morenita, muy morenita, con su pelo negro con ese rizo suave que le caía a la cara, que guapísima estaba mi Niña, parecía mas relajada, no sé, ya lo veríamos en los momentos difíciles.

-         Mira Ferry ese vende esas semillas que te gustan a ti.
-         ¿El que Lydia?
-         Los anacardos, que no me acuerdo como le llaman.
-       Si compraré un bolsita y alguna cosa más en el semáforo que lo vamos a coger en rojo. Paramos.
-         Muchacho llamé a uno de ellos.
-         ¿Qué quiere Don?
-         Dame dos bolsas de semillas de cajuil, dos botellas de agua fría, y una bolsa de esas cortezas, y dame limoncillos de tu coleguita.
-         Tenga Don, son setenta pesos.
-         Toma muchacho y gracias. Esto es como un súper, vas a comprar una cosa, y de golpe haces alguna compra impulsiva. Toma Lydia empieza por donde quieras.

Lydia empezó por los limoncillos, estaban riquísimos. Llegamos al hotel, salio el mozo a por las maletas, ya nos conocía.

-         Buenos días, ya estamos aquí otra vez.
-         Si Don le estábamos esperando.
-         Yo solo le veo a Vd.
-         No la directora me dijo que cuando llegasen que la avisase.

Joder esta pesada, todavía la íbamos a liar antes de irnos.

-         Tenga Vd. la llave de la habitación, es la misma que la semana pasada.
-     Muchas gracias. En ese momento salía la directora de su despacho. Piensa rápido Ferry me dije.
-      Sabe Vd. como ya tiene los datos de la vez anterior no hace falta que le dejemos nada, así descansamos del viaje.
-         Si Don no hay ningún problema.

Cogí a Lydia por la cintura, la empuje hacia la escalera, cuando se oyó a nuestras espaldas.

-       Buenos días Don, Doña un saludo. Era la directora, nosotros ya estábamos al pie de la escalera. Me giré y la salude con la mano.
-         Buenos días Doña, si nos disculpa vamos a descansar un rato,

La directora frunció el ceño, por cierto iba guapísima, se había puesto unos legis negros, ajustadísimos, marcando todas sus líneas, aquellas ropas ocultaban un cuerpo increíble,  y una blusa que le remarcaba mucho más el pecho con tres botones desabrochados, eran los misterios de la física como un botón que está cosido con un simple hilo, podía aguantar la presión de todo aquello, Lydia no se dio la vuelta en ningún momento, yo arremetía contra ella para que fuese un poco más deprisa.

-         Tienes que estar reventado Ferry.
-         ¿Por qué Lydia?
-         Que prisa tenías.
-         Pues ahora que lo dices, quizá sí que esté cansado, estas carreteras cansan, que si el tráfico, los baches, el coche que no es tuyo y cuando lo conoces de verdad lo tienes que devolver, no sé es un conjunto de cosas.
-         ¿No habrá sido por la directora Ferry?
-         Que dices Lydia, ¿Por qué?
-         Es que yo diría que le vas un montón Ferry.
-        No digas tonterías Lydia, voy a descansar un poco, Las maletas déjalas así planas que no se arrugue más la ropa, y saca solo lo que vayas a utilizar, que mañana nos vamos.
-         A la orden, Jefe Ferry.
-         Niña mala, que ganas de jugar tienes, ven échate aquí a mi lado y procuramos dormir una horita amor. Lydia  vino y nos dormimos.

Nos despertamos a las dos, cuando sonó la alarma del móvil.

-         Que agustito estaba Ferry, mientras Lydia se giraba hacia mí y me abrazaba.
-         La verdad es que ha sido una buena idea, me he quitado esa ñoña que tenia. Le di un beso y me levante. Vamos Lydia Bonita que tenemos que comer algo.
-         Yo no tengo hambre con lo del semáforo me he quedado llena.
-         Pues yo aunque sea un bocadillo pequeño si que lo quiero comer, aquí mismo en la taberna de la entrada.
-         Pues vamos y me tomo algo fresco que tengo sed. Coge las muestras y los informes para la reunión.
-         Los he dejado en el coche, para no subirlos y bajarlos Lydia.

Pasamos por la recepción, estaba la directora a la que dijimos adiós, Lydia dio un traspié en la entrada, la cogí del brazo para que no cayese, había un escalón y no estaba mirando hacia delante. Llegamos a la taberna y nos sentamos.

-         ¿Que van a tomar los Sres.?
-         Tu Lydia un batido fresquito. Lydia asintió con la cabeza. Un batido y un bocadillo de atún, pero hágame el pan a la catalana, ya sabe Vd. como es, y una cerveza.
-         Si Don no se preocupe, ahora mismo se lo llevo.
-         Lydia si te descuidas te comes el suelo, ¿Te has hecho daño?
-        No, pero si es cierto que casi me la pego, iba mirando a la directora. Por cierto ¿Has visto como iba?
-         No, la verdad es que no.
-         Un pimpollo, joder con la directora.

Comí el bocadillo y nos fuimos a la reunión. Llegamos con tiempo sobrado para aparcar bien. A las 16 horas estábamos con Jacinto y Jonathan.

-         Me alegra verle Don, Doña un saludo.
-         A nosotros también, mientras nos estrechábamos las manos.
-    Siéntensen por favor. He estado hablando con mi hijo y creemos que si Vds. participan en la inversión si que haremos el negocio.

Vamos lo que me imaginaba, Jonathan seguía mudo, había intentado hacerle hablar y no había manera, el nunca hablaría con nadie si su padre estaba delante.

Era curioso, Lydia y yo nunca habíamos entrenado un juego de signos, pero si hacíamos alguno el otro lo entendía a la perfección. Podíamos conquistar el mundo si los dos queríamos, solo hacia falta eso, que ella quisiera luchar. La conversación, no avanzaba y estaba relajada al mismo tiempo, no se le podía dar velocidad Jacinto impedía el avance. Le hice un signo a Lydia, entre girando la boca y pasándome la mano por ella, señalándole un cuadro que estaba al final del despacho. Lydia lo entendió y tomó la iniciativa. Se levanto de la silla y se fue hacia él.

-      Sr. Jacinto, dijo Lydia, esto es la antigua fábrica de Vd., con los carros y mulos llevando las cañas. Jacinto se levantó de la silla y se fue para ella, a darle explicaciones. Por fin nos quedábamos solos Jonathan y yo, ahora tendría que hablar a la fuerza.
-         ¿Qué opina Vd. Jonathan?
-         Yo lo haría, pero mi padre dice que mejor que lo haga él, se quiere retirar el año que viene y dejarme a mí la Gerencia y no quiere que empiece mi mandato con un fracaso.
-         ¿Por qué un fracaso?
-         Me he expresado mal, nosotros creemos en su producto, vemos una oportunidad, pero mi padre ha sido así toda la vida y no va a cambiar ahora. Piensa que si no fuésemos capaces, las críticas caerían sobre mí, y los empleados no me tendrían respeto.
-       Pero importe solo un palet, hagan la prueba y funcionara solo. Vds. clientes ya tienes, solo añaden 5 ó 6 productos más en su porfolio de productos, la distribución esta garantizada.
-         Yo le entiendo Don, pero mi padre insiste, he estado 3 días discutiéndome con él, y al final no hemos llegado al consenso, no hay manera.
-         ¿Necesitan más tiempo para decidir Jonathan?
-         No, mí padre cuando se cierra así, no hay manera, yo le conozco de siempre.

Lydia me miraba de vez en cuando, hasta que le hice un gesto con los ojos para que viniesen.

-     Sr. Jacinto, le he distraído, mejor vamos a la reunión si le parece correcto. Que buena era Lydia.
-         Si como no Doña. Se sentaron a la reunión.

Estuvimos dándole vueltas al tema, yo quería que Jacinto invirtiese en un palet y el quería que el riesgo fuese a medias. No llegamos a un acuerdo, le comenté que ya le llamaría desde España por si cambiaba de opinión. Nos despedimos y fuimos a la jipeta.

-     El duro era Jacinto, el rato que hemos estado solos, me lo ha explicado Jonathan. Parece ser que el año entrante le pasa el mando a él, y por imagen no quiere que la decisión sea otra.
-         Pues yo pensaba lo contrario Ferry.
-         Yo también. Te felicito Lydia me has entendido a la primera.
-         Siempre Amor, siempre nos entendemos a la primera. ¿Nos vamos al hotel?
-         Si tomamos algo por aquí en el Colonial y vamos para allá.