Un poco de música para ambientar la lectura:
______________________________________________________
Subimos a la habitación cogí mi móvil y me senté en el sofá para llamar a Jacinto, era buena hora sobre las 17:00. Lydia fue a ducharse.
- Vas a llenar el sofá de arena Ferry, pon una toalla.
- Lo que llegas a mandar Lydia, ni debajo del agua te cortas.
Después se quejaba que su madre mandaba, pero ella mandaba hasta cuando tenías que respirar, pero yo pasaba de todo, hacia lo que creía más correcto y eso a Lydia muchas veces la exaltaba, pero era la única forma de no tener enfrentamiento, y que ella se diese cuenta de su forma de actuar. Me fui a la terraza a efectuar la llamada, junto a mi cenicero y mi tabaco. Encendí un cigarrillo mientras miraba ese maravilloso mar, lleno de luces azules y verdes, con el contraste de la luz de la tarde, las sombras de algunas nubes perdidas y la arena dorada o blanca. Marque el número.
- Alo, dijeron
- Buenas tardes, ¿El Sr. Jacinto?
- Si soy yo, dígame.
- Soy Ferry, Sr. Jacinto que estuvimos hablando de vinos el otro día.
- Sí, si ahora reconozco su voz. ¿Cómo esta Vd. Don?
- Bien Sr. Jacinto, nos hemos escapado a la playa a disfrutar de la grandeza de su país, no todo ha de ser trabajar.
- Como le envidio Don, hace un calor aquí en la capital infernal, diablos y la humedad es increíble,
- Sr. Jacinto, le llamaba por si habían tomado Vds. una decisión.
- Todavía no, hemos hablado mi hijo y yo, pero tenemos que ultimar cosas esta noche, quizá deberíamos vernos antes que se fuesen. ¿Cuándo se van?
- Tenemos billete para pasado mañana, si quiere nos podemos ver mañana por la tarde.
- Sí, en todo caso llámeme Vd. por la mañana para confirmarlo Don.
- Así lo haré, no se preocupe Sr. Jacinto.
- Hasta entonces Don.
- Adiós Sr. Jacinto.
Lydia había salido de la ducha, y se había quedado a mi lado, de pie escuchando la conversación.
- Así que mañana nos vamos a la capital, ¿No Ferry?
- Pues parece ser que sí, los negocios mandan
- Se acaba la semana Ferry, que corta se me ha hecho.
- Si la verdad es que sí, entre unas cosas y otras los días han pasado rápido. Como decía mi padre, lo bueno siempre es breve.
- A ver si tenemos suerte mañana Ferry.
- Espero que sí, pero creo que se confirma la teoría, el hombre a batir es Jonathan y yo no puedo luchar con él si no habla, mira que lo incite a que lo hiciera en la entrevista que tuvimos, pero no hubo manera, ese muchacho tiene la lección aprendida. Si no lo consigo no haremos nada.
- Lo haremos Ferry no te preocupes.
- No me había fijado Lydia, pero ¿Como vas? Se está convirtiendo en una costumbre salir a la terraza desnudo, vamos a crear una moda en Juan Dolio.
- Se está bien, así no tienes calor.
La cogí estando yo sentado y le di dos leves azotes, mirándola a la cara.
- Que bien Ferry, sigue, sigue no te cortes.
Le di un par más, a lo que ella respondió, acercándose a mí y abrazándome por la cabeza, sus pechos quedaban en mi cara. Tanta cercanía era irresistible y empecé a mordisquearlos. Lydia empezaba a contornearse.
- Vamos a dejarlo Lydia, que al final nos liamos otra vez. Me levante de la silla y le di una palmada en el trasero mientras entraba en el salón. Voy a ducharme y a vestirme.
- ¿Qué vamos a hacer hoy?
- Pues no lo sé Lydia, hoy piensa tú y me lo comunicas.
- Yo que sé Ferry, cualquier cosa.
- Piensa, Lydia piensa, que yo he organizado todos los días, me voy a duchar.
La ducha, que relajación, era de chorrito múltiple y realmente era un masaje a domicilio, un placer. Me daba vuelta, me dejaba caer el agua por un hombro por el otro, una delicia. Salías nuevo de allí.
- Estaba pensando que podríamos ir a..
- No te entiendo Lydia, con el ruido del agua casi no te oigo.
- Que estaba pensando, decía, que podríamos ir a cenar fuera y después tienes una deuda conmigo, mientras corría las cortinas de la ducha.
- ¿Qué deuda Lydia?
- Ahora te haces el tonto, que poco importante soy para ti, me dices las cosas y después no te acuerdas.
- No sé Lydia, ayúdame. La verdad es que no sabia de que estaba hablando.
- Lo que me has dicho mientras nos bañábamos Ferry.
- ¡Ah! Si, perdona, el premio. Pero si yo te doy un premio cada día, pero no te preocupes, hoy tendrás partida extra.
- Bien, dijo Lydia, tendremos sorpresa, a ver que me enseñas hoy.
- Pero déjame Lydia, no me cojas y acabo de ducharme.
- Es que cuando te veo así, no puedo resistirlo.
- Déjala, ya sabes que es solo tuya y puedes disponer cuando quieras, pero así no acabare nunca. Voy a cerrar la cortina, que lo sepas.
- Bueno ya te dejo, que soso eres.
- No dices lo mismo cuando te lo llevas, siempre dices “Que bueno estas”
- Eres un cabroncete, tú no te quedas atrás con lo mío, mientras Lydia se iba al salón.
Salí de la ducha y me acerque a Lydia. Estaba sentada en el sofá mirando la televisión, cara seria, pero fingida. Me paré delante de ella para llamar su atención.
- ¿Has decidido que vamos a hacer Lydia?
- Sí.
- Explícame tu plan.
- Sí te lo voy a explicar de forma inmediata, pero lo haré por los altavoces.
- ¿Qué altavoces Lydia?
- Lo veras enseguida. Me cogió y lo puso en su boca.
- No Lydia que no llegaré a la noche.
- Solo un poquito que está tan buena, un poquito más. Al rato, bueno ya está ya estoy satisfecha.
- Y yo estoy a 100 por hora ahora, que niña mala que eres. Que sepas que a esto le llaman pingüino, pero como dice la canción RESISTIRE.
- Anda siéntate aquí a mi lado, mira la tele conmigo.
Me senté a su lado, de forma inmediata Lydia se estiro, poniendo su cabeza encima de mi vientre y los pies en un brazo del sofá.
- Hay algo aquí que no me deja ver Ferry.
- Como eres Lydia, me voy a vestir.
- Ni te muevas Ferry, ya lo solucionare yo para que no me moleste.
Si que lo solucionó, y de forma inmediata como dijo, Lo cogió, lo puso en su boca y estuvo jugando como si fuese un caramelo a veces y otras como si fuese un helado de hielo. Yo ya no veía la televisión, mis ojos no eran capaces de ver nada, hasta que me deje caer por completo en el respaldo del sofá. Lydia definitivamente no pudo seguir jugando y se dedico a finalizarlo.
- Ves Ferry, ahora ya no tengo problemas, que merienda me has regalado.
Yo no podía ni contestar, estaba extasiado en el respaldo y me había relajado todavía más, era una locura. El día que a uno de los dos tenia un día subido, podía acabar con el otro fácilmente, no solo hacíamos el amor cada día, sino que cada día podíamos hacer el amor varias veces sin problemas, que locura o deberíamos llamar lujuria, no lo sé exactamente. Teníamos las feromonas alteradas, si duda. Un poder de atracción que rozaba la lujuria entre los dos. Finalmente pude hablar, me sorprendía que me quedase así, porque yo por costumbre siempre le hablaba mientras hacíamos el amor.
- Pues igual te has quedado sin sorpresa Lydia.
- No lo creo, tu puedes con eso y mucho más Ferry.
- Ya lo veremos Lydia.
- Si lo vamos a ver ahora, me cogió nuevamente.
- Déjalo Lydia por Dios.
- Mira ya tiene vida, por lo tanto no tienes excusas.
- Siempre tiene vida para ti Lydia, y no me provoques que me lío.
- Venga cobarde, que eres un cobarde.
La aparte de mí y me incorporé.
- Me voy a vestir, porque los cobardes, que están vivos, son los que explican la vida de los valientes, que están muertos. Y yo quiero poder explicar muchas cosas, mientras me reía, además ya sabes que voy a escribir un libro sobre nosotros.
- Siempre me lo has dicho Ferry, pero no te veo escribir nunca.
- Tengo algo hecho, no es un diario exactamente, pero te puedo asegurar que existe. Para mi es importante, no quiero olvidarte nunca.
- Ni se te ocurra Ferry, como me olvides vas a saber que es una niña mala de verdad.
- ¿Te vistes o no? Lydia.
- Sí ahora voy.
Bajamos a recepción les avise que nos iríamos al día siguiente, llame al hotel de Santo Domingo reserve habitación, fuimos a cenar.
- ¿Algún sitio en particular Lydia?
- No Ferry, algo rápido y ligero, que me apetece subir pronto.
Fuimos a cenar a un italiano, como no, aligeramos la cena.
- ¿Quizá te apetezca algo más Lydia? Es la última noche.
- No la última noche será mañana Ferry, ya lo celebraremos.
- Como quieras Lydia.
En ese momento se acerco la camarera.
- Don, tenemos que cerrar, se esta acercando un huracán.
- Déme la cuenta rápido, si es tan amable.
- Nos vamos Lydia que dice que viene un huracán.
- Lo que faltaba Ferry.
El cielo se había puesto muy oscuro y empezaba a soplar el aire, cada vez un poco más fuerte. Nos dimos algo de prisa, sin nervios en ir al apartamento.
- ¿Hay alerta? Pregunte en recepción.
- Si Don, la acaban de emitir, pero no sufran, si cierran las ventanas y la terraza no pasara nada.
Subimos al apartamento, hicimos lo que nos recomendaron, yo me asome a la terraza y en el fondo de la playa se veía muy oscuro a ras de tierra, supongo que era la arena que levantaba. Cerré todo, estábamos “herméticos”.
- Bueno ya estamos a salvo Lydia, ya no podrás decir que no has vivido un huracán.
- Estoy algo asustada Ferry.
- No mujer en estos países están bien informados, además están acostumbrados a estos fenómenos atmosféricos. Ven que te tranquilice un poco.
Nos sentamos en el sofá y vimos la televisión, intentado conectar algún canal local. Al final coincidimos con uno e informaban del hecho. Era podo destructivo, pero avisaban por seguridad, que ya me parecía bien.
- Ves Lydia, tranquila, mientras la acariciaba para que se apaciguase. Si quieres vamos a dormir.
- No prefiero quedarme aquí Ferry. ¿Me vas a cuidar, verdad?
- Claro tontita, relájate no pasa nada.
A los diez minutos, empezamos a sentir que las puertas de la terraza empezaban a vibrar del aire, y pequeños golpeteos constantes, que supongo que era de la arena. El aire duro como diez minutos, Lydia se abrazo a mí.
- No pasa nada Lydia, en cinco minutos ya habrá pasado todo, ya veras.
Parecía profeta, no lo sabía exactamente pero pasó lo que le dije. A los cinco minutos se calmo todo, cesaron los ruidos y ya no vibraba nada. Salí a la terraza, estaba llena de arena, pero nada más, bueno una silla desplazada.
- Todo correcto Lydia, ya ha pasado, el mar esta algo alterado ahora, pero nada que remarcar.
- Bien, me había puesto muy nerviosa Ferry, siempre pienso que si me pasa algo, quien cuidara de mis hijos.
- ¿Tomamos algo?
- Sí Ferry, un poco de vino.
- Menos peso para la capital Lydia, vamos a abrir una de esas preparadas que tanto te gustan.
Abrí la botella y serví las dos copas, pasándole una a Lydia.
- ¿Por qué brindamos Lydia?
- Déjame pensar, Lydia ya había cambiado la cara, estaba mucho más animada. Ya lo tengo.
- Dime Lydia, que intriga.
- Pues brindaremos por lo que me vas a hacer.
- Tú no perdonas Lydia.
- Como tu, tu tampoco perdonas cuando te piílla la semanita.
- Pues a ello Lydia, bebe y empezamos.
Lydia se bebió la copa casi de golpe, pero lentamente. Volvimos a brindar y apuro su copa.
La empecé a acariciar y besar, mientras nos quitábamos la ropa. Puse dos cojines en el suelo justo al lado del sofá. Estuvimos acariciándonos durante un buen rato, inspeccionando nuestros cuerpos.
- Ven Lydia pon los hombros encima de los almohadones y la espalda contra el sofá.
La ayude a que cogiese la pose, yo de pie ante ella lo tenia todo a mano, la acaricie un poco más, la humedecí con sus propios flujos, al final la tome mientras la seguía acariciando. Lydia chillaba, intentaba no retorcerse para no caerse de esa especie de posición de pino que la hice tomar. La tome por todos los sitios hasta el final. La ayude a levantar, y se abrazo a mí.
- ¿Sabes una cosa Ferry?
- Dime Amor.
Separo un poco la cara de mí, y vi como una lágrima resbalaba por su mejilla.
- ¿Qué pasa Lydia?
- Nada malo Amorcito, siempre me acuerdo que me decías que un día me harías llorar de placer, yo te llamaba mentiroso. Hoy lo has conseguido, todavía estoy nerviosa, como si estuvieras dentro de mí, He gozado como nunca en mi vida, además la visión era magnifica. ¿Supongo que tú también has disfrutado?
- Como un enano Lydia. Después de todo lo que te he enseñado, solo queda el sexo duro, y eso tú y yo no lo haremos nunca.
- Yo que creía que sabia algo, y siempre me he dado cuenta que era una ignorante es estos temas Ferry. Espera déjame apurarte.
Lydia parecía que quería devolverme algo.
- Voy a ducharme Ferry.
- Yo te espero en la cama, que estoy limpito.
- Que cabroncete eres Ferry.
Lydia vino al poco rato, me besó, me miró muy fijamente a la cara desde muy cerca, sus ojos hablaban, derramaban amor, finalmente se estiró a mi lado, pidiéndome lo de todas las noches, el bracito. Se lo di, y la abrace con el otro al mismo tiempo, mi mano fue a parar a su vientre con ese pensamiento que siempre tenia, un hijo pacificaría a Lydia, y con la misma conclusión no podía ser. Me preocupaba su carácter, y mucho, muchísimo, cualquier día podía enfrontarme de forma directa y sería un choque de trenes, finalmente me dormí
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por el comentario, me ayudara sin duda