domingo, 1 de mayo de 2011

La ruptura


Pasaron tres semanas, en ellas hicimos la inauguración del apartamento, Lydia estaba nerviosa, como si fuese una comida en el Ritz, trajo comida que había preparado su madre, parte de la vajilla, bueno aunque era informal se convirtió en un hecho formal. Mis amigos la conocieron, y ella los conoció. De su parte no vino nadie. A sus amigos, si es que existían, les llamaba los invisibles o los impresentables. Todo fue muy bien ellos trajeron regalos, y pasamos un día agradable.
Llego un momento en que un amigo mío llamado Enrique, belga, que tenía una amistad de 25 años con él, me llamo a parte.

-         Te felicito Ferry. Así que empiezas una nueva vida.
-         Si Enrique creo que si. ¿Qué te parece?
-         Seguro que lo quieres saber Ferry, por la amistad que tenemos.
-         Si claro, no te preguntaría en otro caso.
-         Pues Ferry yo estuve unos meses con una mujer parecida y casi me destruye. Vete con cuidado, y por lo que explicas por detrás hay mucha carga, vete con mucho cuidado o te harás mucho daño.
-         Gracias Enrique por ser tan sincero. ¿Te lo estas pasando bien?
-         Claro que si Ferry, tu siempre has sido un gran anfitrión.

Los fines de semana eran fantásticos, con o sin niños. Llegaba al apartamento, me relajaba leyendo en la piscina, todos los servicios a mano, y ella dormía conmigo cada día. El único problema era el niño, ella no hacia su trabajo, parecía que lo tuviese que conquistar no me ayudaba en nada en ese tema, y empecé a pasar del niño, ya reaccionaria cuando quisiera, mientras no afectase a la relación.

No era raro que fuese a buscar a Lydia, y los encontrase a los dos sentados en el sofá, el niño en posición fetal al lado de su madre, no entendía yo esa postura en un niño de trece años, esa necesidad y esa pose, por el contrario Lydia no le daba importancia, más bien estaba preocupada por la inclinación sexual de su hijo.

Yo tenia que ser duro con Lydia, lo que estaban haciendo con ese niño, entre ella y su ex, no era normal. No tenia ninguna personalidad, era la moneda de cambio entre los dos, las niñas no tenían tanto peso. Quizá por que el niño se cayó de pequeño y tuvo un hematoma mientras celebraba un cumpleaños infantil, quizá porque era el primogénito y de donde ellos eran esa figura se respetaba mucho, nunca lo entendí, pero le estaban haciendo daño.

A fuerza de hablar con Lydia, le empezó a encargarle cosas, que si el pan, que si otra compra esto. Era las primeras veces que alguien le daba una orden y tenia que ejecutarla, y sobre todo salir de casa. El niño para destacar delante de su madre cogió la costumbre de salir de vez por semana, era tal su introversión que se iba a dar una vuelta por el pueblo, o a ver unos gatitos en la montaña, vamos era incapaz de relacionarse con nadie, eso no me frustraba en mis intentos, pensé que tarde o temprano cambiaria y sobre todo que yo no era el problema.

Lydia lo duchaba con trece años, cuando me lo explico le dije bruscamente,  si también le iba a hacer la primera pajita, que si no se daba cuenta que no le estaba ayudando. Se enfado conmigo pero no volvió a ducharlo se dio cuenta que no eran métodos

Por otra parte había dos problemas que había detectado. El primero era la calidad de los clientes, para aquel entonces nosotros ya empezábamos a notar la crisis, los empresarios no tenían tesorería, o cuando llegabas al cliente ya no había solución, solo podías poner velas negras para el entierro empresarial, con lo que los ingresos empezaron a disminuir de forma preocupante. El segundo es que había detectado cierta ira y soberbia en algunos momento de Lydia, cuando no se salía con la suya, pero yo estaba dispuesto a que los efectos de su soberbia los pagaría ella y no yo. Si la relación no era racional, tendría que dejarla, no podía estar cediendo constantemente.

Tuve la visita de mi hija al apartamento. Pasamos un día muy agradable los tres, ella, su novio y yo. Ella no quería conocer a Lydia y viceversa. Todo fue muy agradable hasta el final.

-         Papá me quedo tranquila, ahora sé que estas en muy buenas condiciones.
-         Me alegro Laia que te haya gustado. El novio como siempre no hablaba.
-         Pues es tu casa, cuando queráis pasar un fin de semana ya sabéis.
-         No papá, no te enfades, se que estas bien pero no volveré más aquí.

Nuca he sabido porque me dijo esa frase, pero me dejo mal, no entendía nada en absoluto. ¿Habré perdido a mi hija? ¿Qué estoy haciendo mal? me preguntaba. Bueno el día a día me llevaba por delante, pero mi hija me preocupaba. Esta visto que no se puede tener todo.

Habíamos ido alguna noche, pocas, a un restaurante italiano de Segur de Calafell, era carito. No había manera de comer o cenar en casa, siempre había que ir fuera, vamos ni el desayuno. Fuimos a ese esa noche, al salir le comente.

-         Lydia no volveremos aquí nunca más.
-         ¿Por qué Ferry?
-         Me duele pagar treinta euros por unos macarrones, por mucho que la salsa sea de no se que, coño son macarrones. Que me claven por una langosta lo entendería, pero unos macarrones no hay delito en el tema.
-         Siempre recortando Ferry, no eres generoso.
-         Mira Lydia a mi gastar el dinero no me importa, tirarlo si. Si me apuras prefiero gastarme eso en whisky que en macarrones. Además sabes que lo ingresos han bajado, vamos tu no has salido alguna semana, y hay que empezar a ser prudente. Nadie como nosotros sabemos como esta el tejido empresarial, piensa que nosotros les vemos las tripas, lo que no ve nadie de verdad, que te voy a explicar.

No hablamos fuimos para el apartamento. Dormimos, esa noche solo dormimos. En la mañana siguiente al levantarse:

-         ¿Bueno no vamos a ir a desayunar? Ferry.
-         No Lydia, lo que tomas para desayunar hay en la nevera, y hay pasta y galletas en uno de los armarios, o lo coges tú o te esperas a que me acabe de afeitar.
-         Pues me voy Ferry.
-         Pues adiós Lydia.
-         Que me voy de verdad.
-         Pues venga que ya tardas

Bueno era yo para que me provocasen sabiendo que tenía la razón. No estaba dispuesto a ceder más, había que cambiar el ritmo, entrar en la cordura. Cogió sus cosas, las puso en una bolsa y se fue sin decir adiós. Pero como no pudo entrar en el baño, no pudo recoger una caja que le había comprado en el chino, donde guardaba su secador, algunas compresas y poco más.
Estuve pensando y a los quince minutos decidí ir a buscarla, más que todo que no hiciera el viaje a pie había unos cuantos kilómetros, aunque Lydia tenia recursos para no andar.

La entrada del portal del apartamento, estaba después de seis escaleras que bajaban. Salí por la puerta principal ya que el coche la noche anterior no lo entre al parking. Ella estaba allí sentada en las escaleras, me vio, su cara era una expresión de furia. Me pare al lado de ella, sin decirle nada.
Quiero subir a coger mi caja, mientras me golpeaba el brazo.

Lydia tenía las manos un poco más grandes que yo, sus golpes se sentían.

-         No Lydia ya te la enviare a casa, no te preocupes.
-         Que te he dicho que quiero mi caja, soltando dos manotazos más.
La caja de la disputa

Como iba yo a dejar que Lydia subiese a casa, en ese estado me podía montar un pollo, llamar a los Mossos d’Esquadra, vamos la policía de Catalunya, y estos primero te llevan para delante y después te preguntan, el tema de las mujeres maltratadas esta de moda.

-         Mira Lydia te he dicho que no, y no me golpees más, que sabes que yo me devuelvo, nunca he dejado que una mujer se aproveche del hecho de ser mujer, si una mujer golpea la pueden golpear, déjalo ya Lydia.

Cuando llevaba ocho manotazos de Lydia, le solté una bofetada con la mano abierta que ella pudo esquivar por sus reflejos, si le llego a enganchar le hubiera hecho mucho daño, yo me temo, tengo demasiada fuerza. La roce con la punta de los dedos.

Decidí que no la llevaba en ese momento, me fui hacia el Mercedes y lo introduje en el parking. Quería meter también en el parking, el otro coche que tenia en la calle, el Renault que le dejaba a veces a ella, y decidí salir por el portal nuevamente. Cuando salí vi como Lydia estaba dando patadas a las puertas del Renault. Me acerque a ella. Le cogí el bolso, lo abrí y saque su cartera y la lance al aire diciéndole

-         Supongo que te gusta lo que estoy haciendo.
-         Déjalo, dijo ella, dame el bolso, eres un cabrón.


Saque su caja de pinturas y la tire a un terraplén de al lado, ya que las calles estaban marcadas pero las parcelas no estaban urbanizadas.   Ella chillaba, déjalo ya Ferry.

-         No Lydia, si estoy haciendo la mitad de lo que tú estas haciendo ¿Disfrutas?

Le di el bolso, ella fue a recoger las dos cosas, con  la mala suerte que se torció la rodilla andando por el terraplén, hasta que llego a mi lado otra vez. La cogí de las solapas del abrigo con fuerza y le dije que era una zorra, que me había obligado a hacer lo que nunca pensaba que iba a hacer intentar pegar a una mujer. Que yo no me hablaba con un hermano porque pego a su mujer. Ella en ese momento se cayó sentada en el suelo de la calle, yo la solté. Ella se puso las manos en los ojos y lloraba desconsoladamente.

-         Vete Lydia eres una mala persona. Tú nunca tendrás un compañero, iras pasando de mano en mano, y así pasara tu vida. Ahora entiendo lo de tu ex ¿Lo llevaste al límite como a mí, no? Después sois vosotras las agredidas, que poca vergüenza tienes Lydia, eres una zorra.

En ese momento ella se saco las manos de la cara y sangraba, pero no era de mi golpe, se había clavado sus uñas en uno de los parpados, de su ataque de ira. En eso que un coche paro y se acerco un matrimonio de unos sesenta años. La mujer se mantuvo a una distancia prudente, el hombre no se acerco mucho a mí pero me interpelo:

-         ¿Qué esta haciendo Vd. con esta mujer?
-         Creo que se esta metiendo en algo que no le incumbe, y juzga lo que no ha visto.

Lydia busco refugio en ellos, mientras el hombre le dijo que fuese con ellos que la llevarían al pueblo y ella accedió.

Me quede allí solo, en la calle, completamente desconcertado de todo lo que había pasado, el coste de la soberbia y la ira que habíamos pagado, no era racional, nada era lógico, preguntándome ¿Y ahora que, me denunciara?, no se de que pero el que consume soberbia no es capaz de ver la realidad. Que sea lo que Dios quiera, pensé al final, pero mira por donde de una tontería te puedes ver implicado en una historia interminable. Joder que error he cometido, nunca tendría que haber estado con ella.

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