Antes de seguir con la historia os dejo un par de videos de la zona Colonial y del Malecón que espero que disfrutéis, pondré de vez en cuando música también.
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Cogimos el coche y nos dirigimos al famoso sitio, La Parada , donde dicen que sirven la cerveza más fría de Santo Domingo. Aparque el coche en el parking del establecimiento y accedimos a la terraza.
- ¿Este es el famoso sitio Ferry?
- Si, es muy agradable, ya veras Lydia. ¿Donde te quieres sentar en una de las sillas o en los bancos que están contra la pared?
- Quizá en los bancos que hay menos gente.
Hacia allí nos dirigimos. La terraza estaba bastante llena de gente, con la actuación habitual en vivo que ofrecía el local, bachatas, salsas, merengues se iban alternando con los aplausos y vítores de los asistentes. La verdad es que lo hacían muy bien, era agradable, muy agradable. La brisa del mar se sentía y se estaba agradable, Lydia estaba abrazada a mi brazo como una enamorada de su hombre. Vino la camarera a informarse del pedido, que evidentemente fue una cerveza y algo para picar, que no habíamos cenado. Trajeron la cerveza y los bocadillos.
- Que curioso, ¿No Ferry?
- El que Lydia.
- La cubitera para que no se caliente, es una caña de bambú, bueno un pedazo de caña.
- Si, si que es cierto, se mantiene mejor dicen.
No comimos, devoramos los bocadillos teníamos hambre, la cerveza se acabo y solicitamos otra. La música sonaba sin parar, eran melódicas, letras de amores y desamores, algunas parejas se animaban a bailar cerca de la orquesta, Lydia se abrazaba a mí cada vez más. Nos besamos varias veces tiernamente, estábamos en la entrada del paraíso, el tiempo no importaba, ni la gente, solo ella y yo, no existía el mundo, éramos nosotros nuestro mundo.
- Mañana que Ferry, ¿Tendrás la solución?, incorporándose para coger la cerveza y dar un sorbo.
- No se Lydia, es difícil creer en compromisos aquí, nada corre prisa de verdad, espero que cumpla su palabra, ya veremos, no quiero pensar hasta mañana, mejor me divierto hoy y mañana ya empezare a preocuparme, no voy a conseguir nada haciéndolo ahora. Me huelo que voy a tener que empujar otra vez, y la situación me cansa y me aburre.
- Tranquilo, mañana habrá suerte Ferry.
- Eso espero, pero bueno hablemos de otra cosa. ¿Qué tal el numerito del cabaret Lydia?
- Impresionante, no me lo hubiera imaginado nunca Ferry.
- Me parece que hacen dos pases.
- Pues vaya marcha que llevan.
- Fui una vez con Moreno, y la verdad es que me impresiono. Yo no voy a sitios de esos.
- Venga Ferry, que tú nunca has ido a un sitio así.
- No Lydia de verdad, nunca me ha llamado la curiosidad. Fui aquí porque estaba solo y Moreno insistía, más bien lo hice por él que no tenia dinero y le hacia gracia, una vez estuve allí no te niego que me distraje. Este Moreno se sabe todos los rincones. ¿Que te parece si nos vamos, estas cogiendo frío?
- Si vamonos, pero antes bésame Ferry, bajo esta notas, que lo recuerde siempre.
- Eso esta hecho Amor, la bese tiernamente.
Fuimos al hotel, el día había sido duro, habíamos andado mucho y el día siguiente teníamos que estar descansados de verdad, para conservar todas las facultades, nos harían falta. Entramos en la habitación.
- Me voy al sobre Lydia, directamente, estoy roto.
- Si yo también estoy muy cansada.
Nos dormimos directamente, eso si se oyó la frase diaria solicitando mi brazo. El día siguiente eran las ocho cuando sonó el móvil.
- Pero bueno Ferry, que hora es esta, que estamos al lado, mientras se restregaba los ojos.
- Si Lydia, pero quiero ducharme, asearme, hacer la bolsa, pagar y desayunar. No creo que sobre tanto tiempo.
- Bueno dúchate tú, mientras aprovecho y duermo un poco más, me duchare después.
- Piensa que te tienes que secar el pelo Lydia.
- No lo haré, que ayer fui a la peluquería, aguantara bien.
Total que nos sobro nada para llegar al Palacio de Justicia. El Cónsul no había llegado, nos encontramos al Procurador.
- Buenos días Procurador.
- Buenos días Don, Doña, estrechándonos la mano.
- ¿Ha venido el Cónsul?
- No yo le llame, hace media hora y estaba saliendo de casa. Mire por allí llega. Nos quedamos mirando su jipeta, que aparco y vino hacia nosotros.
- Buenos días a todo el mundo, dijo el Cónsul. Estaba apresurado. He tenido que volver a casa, me traía la pistola otra vez.
- Esas manías Juan Miguel, que parece que vayáis a la guerra todos los días. Pero venga entremos que ya es la hora.
- Me adelantare dijo el Procurador, para hablar con el secretario.
Una hora y media mas tarde de la cita nos anunciaban la reunión. Salio el alguacilillo y nos pidió que pasáramos. Allí estábamos los cinco.
- Buenos días Sr. Fiscal.
- Buenos días Señores, tomen asiento.
- He solicitado que me remitan el expediente, que el Procurador me dijo que ya había pedido el traslado, lo han leído por teléfono y creo que tenemos que efectuar aquí el juicio y no allí. El inconveniente es que tendremos que empezar desde el principio, las declaraciones, recopilación de pruebas y todo lo demás. Creo que en cinco días podré determinar la fecha del juicio.
Parecía, por lo menos una buena solución, dentro de lo que cabe, insistí al Fiscal su compromiso de las fechas haciéndole ver que los viajes desde España no cuestan dinero y que ya llevaba tres de ida y vuelta, por la misma causa. El cogió el compromiso que antes de irnos a España sabría la fecha, así podría decidir si irme o quedarme. Nos dimos la mano y salimos todos, los demás hablaron poco, más bien nada, parecía que no iba con ellos.
En la salida comentamos entre nosotros, encargándole al Procurador que hiciese todo lo posible en el Juzgado inicial para que eso pasase. Cogió el compromiso que lo haría nada más llegar, eso si pidiendo para la guagua hasta allí. Nos despedimos de él.
- Bueno Juan Miguel, no se como va ir esto, lo he visto demasiado fácil. Fácil sin haber hecho nada todavía, estamos aquí pero en el principio, ya veremos que pasa.
- Estate tranquilo Ferry, ahora ya esta cerca. Por cierto ¿Que vais a hacer tu y la Doña ?
- Pues queríamos irnos para Puerto Plata, hay un tirón, dos horitas hasta Navarrete y un par más hasta allí y tenemos que llamar a Juan Inés que se quedó en casa de su tía para recogerlo y subirlo para allá.
- ¿Porque no os quedáis en casa a comer? Compro unas langostas ahí, en la carretera del aeropuerto de las Americas y después os vais para el hotel.
- No te agradezco de corazón tu amabilidad Juan Miguel, además te agradecería que nos despidieras de tu esposa y tu sobrino, así no tenemos que pasar por allí.
- Bueno como queráis, ya lo haréis a la vuelta.
- Si Juan Miguel a la vuelta nos vemos, si es que nos vamos,
Nos despedimos con un fuerte abrazo y nos fuimos a la jipeta. Pensaba yo que para bordar el día solo me hacia falta que estar dos horas en la mesa con aquella mujer, que parecía sacada de la época de Luís XV, que aburrimiento. Llame a Juan Inés a su celular y quedamos en la 27, allí le recogimos. El camino de vuelta era fácil, lo conocía a la perfección, la autopista, el peaje y adelante hasta Navarrete, allí dejaría a Juan Inés para no volver hacia atrás, después la carretera se complicaba.
Íbamos por la autopista circulando, con su baches enormes de vez en cuando, los cambios de paisajes eran esplendidos, Lydia no se cansaba de llenarse los ojos con todo aquello, se le veía, estaba realmente viva, no se acordaba de nadie, en estos días nunca me hablo de ellos, salvo para los recuerdos. Íbamos ligeros, como siempre, difícilmente me adelantaba nadie, no era una competición, pero era la única manera que el viaje no se hiciese pesado de verdad. Después lo que tardases de verdad, iba a ser dependiente del tráfico de las ciudades que encontraríamos, sobre todo Santiago, que por norma general era un tapón.
Íbamos los tres hablando, Juan Inés con sus gracias habituales nos deleitaba, cuando note que la jipeta de mi derecha se me echaba encima, cogí fuerte el volante, y desvié un poco mi trayectoria a la izquierda, volví a efectuar la maniobra, hasta que tuvimos que frenar los dos de golpe, Lydia fue al salpicadero. El susto fue monumental, resulta que por el arcén una jipeta intentaba adelantar a la circulaba a mi derecha y delante había un motoconcho que se aparto al verla venir, la otra se apartaba para no colisionar con el motoconcho. Bueno fue un golpe de suerte que saliéramos ilesos de esa situación, si no fuese por mis reflejos al haber competido en carreras de motos, diría que no lo hubiéramos superado.
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