miércoles, 4 de mayo de 2011

Camino de Valverde Mao

Me tire directamente en el sofá de la habitación. Lydia dejo su bolso encima de la mesa que estaba entre los sillones y el sofá. El rostro de Lydia reflejaba curiosidad, mirándolo todo con golpes de cabeza a un lado y otro, fue al baño miro la dotación, y dio su aprobación con la cabeza.

-         Ferry esto tiene de todo.
-         Si Lydia, están bien preparados, lo único que no tienen son colchas, porque esto esta pensado para otra cosa pero ya he solicitado algo para taparnos. El problema es que no hay hoteles por aquí, estuve una vez en uno de Santiago de los Caballeros, y me fui nada más subir la maleta, que poco están preparados. Joder como estoy sudando, quitándome la camisa que tenia la espalda mojada y tirándola a uno de los sillones.
-         Si Ferry este calor, el bochornito es inaguantable. Pondré el aire acondicionado un poco.
-         No te pases Lydia, que pasaremos de una situación a otra, que te conozco. Al final te acostumbraras Lydia poco a poco, a mí las primeras veces me ocurrió lo mismo, pero después lo encuentras normal, es cuestión de no pensar y dejar que pasen las cosas, sobre todo no bajes el ritmo, el tema de la luminosidad del sol afecta a algunos europeos.
-         Si es cierto Ferry, yo desde las seis que estoy como aletargada, es como si me faltasen las fuerzas.
-         Es un tema de luminosidad estas en el trópico, como te dije. Hay tantas horas de sol como de oscuridad.
-         Voy a poner un poco la televisión, que es una pasada, parece un pequeño cine, no se cuantas pulgadas debe de tener.

Lydia puso la televisión y empezó a jugar con los diferentes interruptores de control, descubrió como iluminar cada parte de la habitación, como desminuir la intensidad de la luz, activar los diferentes colores de luces. Lydia estaba extendida en la cama alucinando de todo lo que descubría y las sensaciones que estaba sintiendo, nunca se lo hubiera imaginado. Se quito la blusa y se quedo en sujetadores, negros por cierto, uno de los colores que me pone de verdad. Sus pezones estaban marcados en ellos.

-         ¿Tienes hambre Lydia?
-         Algo si que tengo, pero que vamos a comer.
-         Mira aquí hay una carta, acércate y decidimos.

Se sentó a mi lado, acurrucándose a mi lado, haciendo que mis brazos la rodeasen mostrando la carta por delante de los dos.

-         Mira Lydia tienes pollo, que te gusta y un poco de arroz ¿Qué te parece? Tienes filete, que le llaman res porque no diferencian si es vaca o ternera. Míratelo y decidimos.
-         No se Ferry, hambre no paso, pero no se lo que me como, me comería un bocadillo, pero aquí no hay pan.
-         No Lydia, lo sustituyen por el arroz, y como máximo tienen pan de agua o molde. Solo en hoteles y sitios determinados tienen lo que ellos llaman pan francés que es lo que comemos nosotros. En la capital se puede comprar en La Sirena o en Carrefour básicamente.
-         No se Ferry pero no me acostumbro, supongo que tengo que darle tiempo.
-         Si, sin duda. Bueno ¿Te decides?
-         Si un poco de pollo  y arroz, así aseguro.
-         Le añadiremos un poco de res y unos tostones que a mi me gusta, pediría unas patatas fritas, pero es curioso que el país que invento la patata no comen patatas.

Hice el pedido por el teléfono de la habitación, y al poco llamaron en el torno. El torno servia para que servicio nunca viese a los ocupantes. Conteste:

-         Si
-         Su pedido Don.

Se movió el torno, y pasaron la comida. Cuando notaron que la había recogido, volvieron a dar vuelta al torno y me pasaron la cuenta para que se la firmase.

-         Gracias Don. ¿Quieren algo para beber?
-         Si, ¿Tenéis vino Chileno? Mirando a Lydia que asintió con la cabeza.
-         Si Don.
-         ¿Que precio tiene?
-         Cien pesos Don.
-         Tráiganos una botella, vino blanco y dos copas, pero que este bien frío.
-         No se preocupe Don.

Cogí el pedido finalmente y lo deposite en la mesa.

-         Venga Lydia, vamos a cenar.
-         No tiene mala pinta todo esto.
-         Ves no esta mal, son costumbres diferentes. El que cocina bien es Moreno, el chofer del Cónsul. Supongo que lo conocerás mañana. Es un tipo legal, se parece muchísimo a Antonio Banderas, pero cuando habla te das cuenta que no es él.
-         ¿Pero se llama Moreno?, pregunto Lydia.
-         No se llama Rafael, pero le llaman Moreno por el color de piel que tiene. Es la grandeza de estos sitios, Aquí a la gente le puedes llamar por el color de su piel y no pasa nada. Al negro le llamas negro y ellos te llaman blanco, y se acabo, no hay maldad. En Europa al negro le llamas negro, y ya estamos que si eres un marginador, un racista y al final esa hipocresía social llega a que el termino personas de color sea correcto, no entiendo nada. Igual que yo no me ofendo porque me llaman blanquito ellos no se molestan cuando les llaman negros o morenos, y piensa que aquí hay muchas variedades, y los primeros racistas son ellos, que los blancos de aquí no se juntan con los de color, y viceversa, en cambio a los europeos nos da lo mismo.
-         Bueno, no te habrás tu juntado con negritas aquí.
-         Déjalo, Lydia siempre vas por el mismo sitio. Yo tuve mis experiencia como hombre y ya esta. Recuerda nuestro lema “el pasado no me importa si no afecta nuestro presente”, y no hay nada que nos afecte. ¿Comemos o que? ¿Te pongo vino?
-         Si, por favor Ferry ¿Brindamos?

Le serví vino, brindamos y bebimos un poco de ese vino. Estaba frío de verdad, bueno. Lydia dejo la copa en la mesa y se abalanzo hacia mí, con tal fuerza que me acabo de tumbar en el sofá, me rodeo con sus manos y me beso intensamente, mientras yo le correspondía.

-         ¿Qué Lydia cenamos o seguimos?
-         No mejor cenamos y después seguimos.

Cenamos tranquilamente, viendo la televisión, que Lydia fue alternando con algo de música. Finalmente acabamos. Me incorpore, estirando todo mi cuerpo al mismo tiempo, alzando los brazos.

-         ¿Que hacemos con todo esto Ferry?
-         Nada déjalo ahí, o ponlo en el torno, sino ya lo pondré yo luego, no te preocupes. Mientras me dirigía a la cama y me tumbe en ella.
-         ¿Qué estas cómodo Ferry?
-         Joder Lydia en esta cama se esta de muerte. Yo retozaba por la cama de un lado al otro. Fíjate Lydia tenemos tres almohadas en el cabezal, si queremos no nos encontramos en la cama.
-         Eso no pasara Ferry, mientras se encendía un cigarrillo sentada en el sofá y me miraba.
-         Pásame el mando de la tele Lydia. Lydia me lanzo el mando a la cama, y empecé a hacer zaping.
-         Vete preparando Ferry, que voy.
-         Pues mejor me ducho, que he visto que la ducha tiene ocho surtidores.
-         Después la tomare yo Ferry.

Me desnude, tome esa ducha relajante y mientras me incorporaba a la cama le dije a Lydia:

-         Te espero Amor, no tardes que estoy cansado.
-         No voy a tardar nada Ferry.

Se acabo de desnudar y tomo su ducha. Se oían sus suspiros de relajamiento y el sonido del agua al caer. Podía verla desde la cama, era conmovedor, un deleite. Por fin acabo de ducharse, sin mojarse el pelo, se envolvió en una toalla, y se dirigió a los pies de la cama.

-         Ferry ya estoy limpita, dejando caer la toalla que envolvía su cuerpo al suelo y descubriendo su desnudez ante mí.
-         Ven Lydia que me tienes a tope, y ya no tengo mucha espera.

Lydia se acerco a mí por mi lado, se sentó en la cama, y se reclino hacia mí besándome mientras su mano se dirigía en dirección contraria. Nos abrazamos, besamos y finalmente Lydia se subió encima de mí. Me cogió las manos como de costumbre y empezamos nuestra entrega. Era un placer inmenso, Lydia gemía y rozaba el chillido, un momento inenarrable, pero había algo diferente esta vez, Lydia tenia los ojos abiertos miraba a los espejos que hacían un efecto de infinito al estar reflejados unos en frente de otros, eran mil Lydias encima de mil Ferrys. Yo la observaba también, con el poco control que me quedaba, la observaba mirando al espejo del techo. Nunca me acostumbraría a esas situaciones, pensaba. Al final me abandone. La aparte de un movimiento con la cadera y la manche.

-         Ferry ha sido increíble. Esto hay que repetirlo. Siempre me dejas que da pena, mira como voy. Mientras se reía.

Sin duda Lydia, pensaba mientras era incapaz de moverme en ese momento, ni pronunciar una palabra.

-         Espera que te limpio Ferry.

Mis gemidos eran ostensibles. Finalmente nos volvimos a duchar, esta vez juntos.

-         Bueno Ferry y ese potro ¿Estará limpio? Mientras nos acercábamos a la cama.
-         Mejor lo dejamos Lydia que mañana tenemos que estar fresquitos y lucidos, ya es muy tarde son casi las once y media de la noche, y tenemos que acabar de sacar el cansancio del viaje. Ya le daremos caña al potro mañana si quieres.
-         Me apetece, la verdad es que si.
-         Venga a dormir que falta gente, Lydia.
-         Buenas noches Amor, abrazándose a mí. ¿Y mi bracito?
-         Aquí tienes Lydia como todas las noches.

Nos dormimos dulcemente, en mi caso pensando en lo que acontecería el día de mañana, en el juicio, no confiaba en absoluto en nuestro abogado,  ya veríamos que pasaba, pero lo que era cierto es que estaba cansado de la situación y quería acabarla, en positivo o en negativo, pero que se acabase. Mientras me dormía pasaba esa rutina que algunas veces ocurría, acaricia su vientre pensando e imaginando como podría haber sido nuestro bebe, tenía que dejar de pensar en eso ya que nunca sería posible, pero que lástima haberla encontrado tan tarde, que injusta es la vida.

Nos despertó el sonido del despertador del móvil. Solicite el desayuno por teléfono, pero no había batido para Lydia. El desayuno fue escaso. Le comente a Lydia que no se preocupase que pararíamos en algún sitio y comeríamos algo más.

Fuimos conduciendo hasta Navarrete, y vi un parador que conocía, paramos allí. La verdad es que yo siempre paraba a tomar café, en uno que había un poco más adelante, pero no me atrevía. La mujer de allí siempre me ofrecía a su hija, ella me cortejaba con continuos roces de sus pechos y miradas insinuantes, era una criatura dulce pero era una adolescente, la situación me agobiaba tanto, que deje de ir al final y fue cuando descubrí este.

A mi esas cosas no me iban, no con adolescentes. Ya tuve una experiencia con Cati, que  cuando vi su cedula, vamos el carné de identidad, y leí que tenia diecisiete años la aparte de mí al momento, ella siempre me decía que tenia dieciocho, hasta que descubrí el engaño. Por su desarrollo y su madurez verbal no lo parecía, me engaño sin más. La tuve tres meses viviendo conmigo en el penthouse que tenia alquilado en la capital, en menudo lío me podría haber metido Cati, que locura de situación no deseada.

-         Mira Lydia desayunaremos aquí, mientras paraba el coche.
-         ¿Te conocen Ferry?
-         Si, pero no se si se acordaran, hace ya casi cuatro años.

Si me conoció, salio el patrón y me rindió honores, estirándome la mano y dándome un abrazo, al cual correspondí.

-         Tomás, le dije queríamos desayunar algo, ¿es posible?
-         Si Don, lo que Vd. quiera. Siéntense mejor en aquella mesa estarán mas cómodos, que tiene las sillas acolchadas.
-         Gracias Tomás. Sugiéreme algo.
-         Pues tengo salami, queso, aquellas salchichas que a Vd. le gustan, ya Vd. sabe.
-         ¿Qué te parece Lydia?
-         Pues de eso no me apetece nada. ¿Tiene unos huevos fritos? Pregunto a Tomás.
-         Si Doña, voy a buscar los huevos aquí detrás al ponedero y los hago al momento. ¿Y Vd. Don que tomará?
-         Yo también unos huevos fritos y si me haces unos cuantos tostones me los como.
-         ¿Cuántos huevos Lydia?
-         Tres por lo menos Ferry.
-         Tomas, mira nos haces tres a cada uno y tráete algo de pan.

Al poco rato Tomás trajo dos enormes platos con los huevos. Un par de ellos eran de dos yemas. Lydia empezó a mojar pan y los comía con deleite, saboreando cada trozo que masticaba, eso si acompañándolo con un batido natural de cacao, yo con mi café americano de costumbre. Pensaba vaya cóctel, huevos con leche y cacao, pero contra gustos no hay nada escrito.

-         Ferry esto ha estado muy bien, me he desayunado como una reina. Podríamos venir aquí cada día a desayunar, tampoco esta tan lejos de la cabaña.
-         No esta relativamente cerca. Dejemos, a ver que pasa hoy y decidimos. Los días que estemos por aquí no tengo inconveniente.

Nos despedimos de Tomás agradeciéndole su amabilidad, y nos dirigimos hacia Valverde Mao, la cita con el Juez era a las 12 y ya eran las 10, habría que ultimar detalles con el abogado antes de entrar, y tenia ganas de verlos a todos.

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