sábado, 21 de mayo de 2011

La Langosta

Me levante como cada día, en la compra del colmadito del día anterior habíamos incluido el desayuno, unos cafés solubles, batido de cacao y unas galletas. Lo prepare todo en la mesa de la terraza. El día era esplendido, el sol brillaba con intensidad iba a ser un gran día de playa y relax, sin duda.

Fui a la habitación a despertar a Lydia. La mejor visión del día, su cuerpo desnudo estirado en la cama, es como dormíamos siempre, ella me acostumbro a dormir así. Me arrodille en mi trozo de cama y le iba dando besos suaves en la mejilla, diciendo su nombre dulcemente. Lydia entre abrió los ojos y me dio los buenos días.

-         Pero ya estas despierto Ferry.
-         Si Lydia, hay que desayunar.
-         Pero si no habrá salido ni el sol.
-         Son casi las 10 Lydia, no nos espera nadie, pero ya es hora.
-         No me he dado cuenta, pensaba que era más pronto Ferry.
-         No me extraña, con esas tablas de ejercicios que haces por el salón, sonriendo.

Salte de la cama al momento, Lydia dejo ir su mano para darme un manotazo.

-         Como eres Ferry.
-         Si es broma tontita mía.
-         Perdona, me he despertado de mal humor. Ven dame un beso.
-         Solo si prometes no maltratarme, sonriendo.
-         No todavía no te maltratare, ya llegará la noche. Esos maltratos que tanto odias tú. Reímos los dos. Nos besamos y se levanto.
-         Mira lo he preparado todo en la terraza, si quieres desayunamos fuera, pero tenemos que vestirnos.
-         No así mismo Amorcito, y gracias.
-         Estas segura Lydia.
-         Si no importa, total no hay nadie en la playa.

Desayunamos tranquilamente y echamos un cigarrillo.

-         ¿Vamos a la playa Lydia?
-         Si aprovechemos, bajemos ahora mismo, me pongo el bikini y bajamos.
-         Yo recojo esto y me cambio también Lydia.

En cinco minutos habíamos acabado. Lydia preparó la bolsa de playa y bajamos. Allí estaba Juan, el mozo de los apartamentos.

-         Juan, nos sacaras dos hamacas.
-         Si Don como Vd. diga.

Le dijimos a Juan donde las queríamos, y nos clavo una sombrilla, los dos la íbamos a necesitar, Lydia más que yo, pero este sol hacia daño a todo el mundo, por muy acostumbrado que estuvieras.

-         ¿Estas cómoda Lydia?
-         Todo un lujo Ferry, además la sombra me da perfectamente, cúbrete un poco tu también que no te quemes.
-         Me pondré un poquito de esa crema tuya, para más seguridad, haz tu lo mismo, pero mejor nos damos un baño primero ¿Te apetece?
-         Si vamos.

Lydia se levanto y salio corriendo al agua, no había mucha distancia unos cinco metros, se la veía jovial, alegre, ni noto el agua. Ella que siempre se arruga. se cruza de brazos en el Mediterráneo cuando se baña, aquí entraba en el agua sin problemas. La seguí y la alcance justo cuando entraba en el agua, cogiéndonos de la mano y tirándonos de cabeza.

-         Que buena esta Lydia.
-         Esta formidable, en este mar me bañaría todo el año Ferry.
-         Yo me he bañado en el mes de Diciembre y el agua baja un grado o dos como máximo, se está bien de verdad.

Estuvimos jugando un rato en el agua hasta que salimos, nos secamos un poco y nos estiramos en las hamacas. Lydia se durmió y como no tenia que hacer nada lo intente, y al final conseguí dormirme un poco.
Notaba algo que me acariciaba los labios, abrí los ojos, era Lydia que me estaba pasando su dedo mojado por mis labios.

-         Por fin te has despertado Ferry.
-         Me ha costado dormirme pero estaba bien ahora Lydia.
-         Tengo hambre Ferry.
-         No sé que hora es.
-         Son las doce y media Ferry.
-         Espera llamo a Juan que nos traiga algo, o prefieres que subamos y nos vamos a comer en serio.
-         Llama a Juan mejor.

Llamé a Juan y vino al instante.

-         Hola Juan, nos puedes traer algo para comer, no se alguna tapa, snack y un par de cervecitas.
-         Si Don, como no, en el restaurante de enfrente hacen algo parecido a lo que llaman Vds., tapitas. Les traigo un par para que degusten.
-         Muchas gracias Juan.

A los diez minutos vino Juan con una mesa y nos sirvió las tapas y las bebidas.

-         ¿Ordena alguna cosa más Don?
-         Si Juan, sabes de algún sitio que podamos comer pescado bueno.
-         Si Don, aquí mas arriba hay un pueblo de pescadores, que todos los restaurantes son de pescado, cualquier sitio que vea un poco grande es bueno, va mucha gente. No hay peligro ninguno, lo cuidan para los turistas.
-         Muchas gracias Juan.
-         Lydia, si quieres esta noche podemos ir a comer pescado.
-         Sabes que a mi no me gusta mucho, pero una langosta si que me comería.
-         Pues hecho, esta tarde cogemos la jipeta y nos subimos a ese pueblo y cenamos.
-         Esto esta riquísimo Ferry, no tengo ni idea de que es, pero esta bueno de verdad.
-         Déjame probar. Sí, joder que bueno está, o quizá es el hambre que tengo ahora.

Devoramos las tapitas, de tal modo que nos abrió el hambre.

-         Vamonos Lydia, nos duchamos y vamos a comer algo.
-         Así mismo Ferry, te pones la camiseta y ya esta, yo llevo un pareo. He visto gente que va con pareo, todos guiris pero los hay.
-         Pues vamos, le digo a Juan que no recoja esto por si después de comer quieres echar aquí la siesta.
-         Bien pensado. Se esta cómodo en estas hamacas Ferry.

Nos fuimos, cogimos la bolsa y le dimos el mensaje a Juan. Fuimos a comer algo rápido en un italiano, como no.

-         Ahora me he quedado bien Lydia, estoy listo para la siesta.
-         Mira el que nunca duerme, piensa en la siesta.
-         ¿Y tú en que piensas Lydia?
-         En lo mismo, en que quieres que piense. Nos echamos reír.
-         Pues vamonos para allá Lydia.

Volvimos al lugar del reposo, las hamacas. Estuve tentado en bañarme pero pensé que mojado me costaría dormir, me tumbe y dure nada.
Me desperté, Lydia estaba despierta.
Pelícanos Pescando 

-         ¿Qué no has dormido Lydia?
-         Muy poco joder, me das envidia, tu te desmayas es increíble. Yo he estado media hora cerrando los ojos a ver si me venia el sueño y no ha habido manera, y mira que quería dormir. Además unos pelícanos se han puesto a pescar aquí casi en la orilla y con sus zambullidas no me dejaban conciliar el sueño.
-         Bueno Lydia, que eran pelícanos, no elefantes.
-         Que no Ferry, que hacían mucho ruido y me daban miedo.
-         Mi niña, levantándome de la hamaca y abrazándola. ¿Por qué no me has despertado?
-         No te voy a fastidiar el sueño Ferry, tú no tienes la culpa.
-         Da lo mismo, la próxima vez me despiertas, podríamos haber ido arriba a la habitación, hubieras descansado, ahora estarás de mal humor, que te conozco.
-         No Ferry, de verdad que no estoy de mal humor.
-         Ya lo veremos Lydia, si acabamos el día sin pollo, ya llevamos muchos días seguidos, demasiada felicidad.
-         Mira subamos arriba y descansas un poco mientras yo veo la televisión.
-         Si vamos.

Le dije a Juan que ya podía recoger las hamacas que no las utilizaríamos más hoy. Lydia se acostó con el encargo que en una hora la despertase, que quería ir a pasear un rato por la playa. Cumplí el encargo y la desperté dulcemente. Me abrazo dándome las gracias.
Juan Dolio

-         Así que nos vamos a pasear.
-         Si Ferry, quiero llegar hasta el resort que se ve en la punta.
-         Pues vamos a caminar un poco, cogeré algo de dinero por si acaso. Por cierto tengo que pagarle a Juan el encargo de antes, que olvido más tonto. Llévate una chaqueta que no tengas frío, por si el sol cae.
-         ¿No vamos a tardar tanto Ferry?
-         Pienso que no, pero eso esta lejitos Lydia.

Bajamos me encontré a Juan, pregunté cuanto era lo que nos había traído, 100 pesos en total, le di 130 pesos y las gracias. El muchacho lo agradeció.
Fuimos a la playa e iniciamos el paseo que Lydia había programado, íbamos cogidos de la mano, como dos novios con ilusión, hablando de las diferentes anécdotas que nos habían pasado, en este viaje y el anterior. Lydia de vez en cuando jugaba, se soltaba de mi mano e intentaba mojarme con agua del mar que empujaba con su pie. Al cabo de media hora llegamos.

-         ¿Nos sentamos un poco Lydia?
-         Si que la arena cansa un montón, y ahora hay que volver. Aquí mismo, cerca del agua, que color más bonito tiene.
-         Exacto querida, ahora hay que deshacer el camino, pero deseo cumplido.

Había un bar en la playa, llame al camarero y le encargue dos cervezas.

-         Don este bar es del resort no podemos servir a nadie que no lleve brazalete.
-         Espera un momento. Abrí mi cartera y saque un billete de cincuenta pesos, se lo enseñe.
-         Bueno Don siempre hay excepciones, no se preocupe ahora las traigo, mientras cogía el billete.
-         Espera un momento, a la media hora de traer estas, puedes traer dos más y ya esta.
-         Bien Don no se preocupe lo haré así.
-         Como te lo montas Ferry, que descaro.
-         No Lydia es como se hacen las cosas, yo gano, él gana, ganamos todos, por lo tanto no hay problema.
-         Yo seria incapaz Ferry.

A la media hora volvió el muchacho con dos cervezas más.

-         Muchas gracias.
-         ¿Quiere Vd. más?
-         No muchas gracias con esta son suficientes, que el sol todavía calienta de verdad.
-         ¿Qué Lydia? Empezamos el camino de vuelta.
-         Sí vamos Ferry, que no caiga el sol.

Juan Dolio
Tardamos un poco más en volver, los pies pesaban, media hora por la arena era mucho tiempo y pesado si no estas acostumbrado. Los pies se hundían un poco en la arena al caminar, no lo hacia fácil, además la vuelta parecía el doble de camino que la ida. Lydia ya no jugaba con el agua, su objetivo era llegar. Al fin alcanzamos el bloque de apartamentos.

-         Muy bien Lydia, ya sé porque lo has hecho.
-         ¿Por qué Ferry?
-         Para que te deje tranquila esta noche. Nos pusimos a reír.
-         La verdad es que me he pasado Ferry, la vuelta se me ha hecho interminable.
-         Yo es que ni me movería de por aquí para cenar Lydia.
-         No, yo quiero mi langosta.
-         A la orden Doña, siempre me gusta como llegas al consenso.

Subimos y nos cambiamos directamente, las piernas pesaban. Me estire un poco en el sofá.

-         Pero no te pongas así Ferry, que te dormirás ahora.
-         No tranquila Lydia, estoy esperando que acabes, no me dormiré.
-         Vamonos Ferry, ya estoy, cogiéndome de la mano y estirándome del sofá.
-         Vamonos Doña, lo que Vd., ordene Doña, mi Señora Doña.
-         Mucho cachondeito te llevas tú.

Cogimos el coche y nos acercamos al pueblo que nos dijo Juan, el sol ya había caído. Era cierto, el pueblo estaba lleno de restaurantes, paramos en un par para ver la oferta. Ninguno tenía langosta fresca, todos la tenían congelada, por el efecto calor las congelaban directamente para que no se estropeasen.
Langosta preparación española

-         Pero será posible Ferry, que no haya ninguna langosta fresca.
-         No Lydia, lo hacen por la temperatura, las frescas se las llevan a la capital. Lo que pasa es que tú te esperabas encontrarlas como en Barcelona, en su pecera y señalando con el dedo “Quiero esa”. Pues no aquí es así.
-         Y encima te piden treinta dólares americanos, que si te la cocinan, y te comes todo el hielo, vamos cochambroso.
-         Pues no estará tan malo cuando hay tanta gente.

Lydia empezó a ponerse nerviosa y al final pague yo el pato.

-         Pues nos vamos, yo no la quiero congelada ¿Cómo la van a descongelar? Vamos a tener que esperar dos horas por lo menos, vamonos ya.

Y nos fuimos, la Doña había mandado irnos. Vaya viajecito hasta el apartamento, como si yo tuviera la culpa. Lydia no hablaba, morruda contra el vidrio, mirando nada porque era de noche. Llegamos a los apartamentos, y bajamos de la jipeta.

-          ¿Comemos algo por aquí Lydia?
-         No, yo no quiero nada, si quieres vete tu.
-         Pues subo contigo, que solo hay una llave, y si que iré a comer algo rápido, tengo hambre ahora.
-         Haz lo que quieras Ferry.

Subí con ella, abrí la puerta para que entrase.

-         Y cuando vengas no se te ocurra despertarme Ferry.
-         A la orden Doña, me di la vuelta y me fui, era mejor que me fuese rápido, no tenía ganas de broncas.

Ya estábamos otra vez en una situación de enojo voluntario, soberbia, vamos una criaturada más. Me cansaban estas situaciones, no eran de adulto. No entendía nada, que poco comprensible era Lydia, que tontería de capricho y que poco flexible había sido, bueno ya se le pasara y si no pues ya lo viviremos con la mejor dignidad posible, pero no me iba a preocupar en absoluto, como yo decía “Estoy mayor para algunas cosas”, y esa era una de ellas.

Comí un sándwich al lado mismo de los apartamentos y me tome mi carajillo de ron dominicano, les tuve que enseñar lo que era, saboreando un cigarrillo, que placer la soledad, a veces venia bien, pero al mismo tiempo la encontraba a faltar. Cuando se ponía así era mejor desaparecer, no controlaba su maldito carácter, tarde o temprano nos traería problemas de verdad. Yo podía actuar así porque el problema no me importaba, pero una reacción de este tipo delante de un problema que me importase nos llevaría a la destrucción, lo tenía claro. La tenia que hacer cambiar o el desastre estaba servido, era cuestión de tiempo.

Subí finalmente al apartamento, había trascurrido una hora y media aproximadamente, entre y cerré la puerta, con toda normalidad, tampoco pensaba ir de puntillas, vaya bobada. Me fui a mi lado de la cama y empecé a desnudarme.

-         Ni un ruido Ferry.
-         Si estas despierta Lydia.
-         Si no puedo dormir.
-         Es del cabreo que llevas Lydia, deberías relajarte un poco, no sé puede ir así por la vida, algún día te cogerá algo, no hay para tanto.
-         Cállate y a dormir, que a ti te cuesta poco.

Me estire en la cama tranquilamente, al rato oí:
-         Pero ¿No me das el bracito?
-         Claro Amor, tu bracito.
-         A ver si duermo así Ferry.

No dijimos más en toda la noche ¿Para que?. ¿Por qué? Y parecía el entrenador del Madrid, había que aguantar ese chaparrón, que confuso estaba.

7 comentarios:

  1. Se nota que hay Amor, es maravilloso ojala mi hombre fuese asi.

    Lesly

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  2. Me gusta la historia de verdad, eso es un hombre, no se que espera Lydia. Estoy ansiosa de saber el final.
    Lali

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  3. Fantástico, la mejor historia que he leído nunca, te felicito Ferry.
    Tiene que estar orgullosa de ti esa mujer.

    Adela

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  4. Me ha entrado hasta hambre, buenisimo, sigue Ferry quiero saber el final

    Adela

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  5. Estoy alucinada, magnifico, sigue Ferry seas quien seas
    Marta

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  6. Sin comentarios, nunca lei algo parecido, me fascina, Ferry me parece que quiero conocerte, besos

    Maribel

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  7. Me impresiona, hace solo cuatro dias que lo leo y no puedo parar, me obsesiona saber el final

    Angela

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Gracias por el comentario, me ayudara sin duda