- Por fin hemos llegado Lydia, que bus más incomodo.
- Si la verdad es que sí, no me extraña que sean de compañías de low cost Ferry.
- Vamos a registrarnos en el hotel y damos una vuelta de reconocimiento par ver donde están las cosas, el comedor, los bares y la piscina. A la playa ni nos acercamos que esta anocheciendo y los mosquitos te van a dejar como un cromo.
- Es verdad, y encima el repelente lo llevo en la maleta Ferry.
- Pues ya puedes buscarlo, y te vas al aseo y te pones si no te estrenan nada más llegar. ¿Fuiste al médico por el antihistamínico?
- No me acorde Ferry.
- No te preocupes yo llevo hilo, te lo ataré cuando te infles como un globo, para que no subas demasiado. Reímos con ganas los dos.
- Que malo eres Ferry.
- Es que lo puedes pasar mal Lydia, te lo digo por experiencia, recuerdo en la plantación al lado del río Yaque, que hasta los haitianos corrían cuando oscurecía, encendían hogueras para que con el humo los mosquitos se ahuyentasen, y mira que ellos tienen la piel dura, y no lo aguantaban. La gente por aquí, acostumbra a tener un árbol plantado delante de casa, que según la creencia ahuyenta los mosquitos, pero mucha gente, la que puede, duerme con mosquiteras como los exploradores.
- Joder Ferry si lo se no vengo, con el asquito que me dan a mi los bichos.
- Pues te vas a hartar Lydia, aquí por limpio que esté siempre hay algo, la naturaleza es generosa, estás en el trópico.
- Listo, ¿Tú te has traído repelente?
- Si guapa, ves este pen que llevo en el bolsillo colgado, es un zumbador que emite unas frecuencias de onda que ahuyenta a todo bicho viviente que vuele, es el que llevaba por la plantación, y nunca tuve problemas, lo jodido es cuando se acaba la batería, te enteras porque te pican. Reímos los dos nuevamente.
- ¿Me podrías haber comprado uno Ferry?
- Lo estuve buscando, incluso fui a la misma farmacia que lo compre y hacia dos años que ya no tenían, he ido a una docena de sitios diferentes y no lo he encontrado. Probemos un par de días, y si el repelente no te acaba de funcionar, te dejare el mío.
- Gracias amor, dándome un beso.
Nos registramos y Lydia fue a ponerse el repelente, vino hasta cambiada, se había puesto unos pantalones cortos.
- Mírala ella, ya vas de turista Lydia.
- Si me he cogido, estos pantalones, porque como me iba a untar bien, mejor que se me seque, si no se me engancharían los pantalones, además estaba sudando este bochorno me esta matando.
- Pues al bochorno deberías estar acostumbrada, por nuestra tierra también hace bochornito, pero aquí la humedad te va agotando poco a poco, y la temperatura baja poco por la noche piensa que aquí hay doce horas de sol y doce de noche. ¿Mira quien esta allí Lydia?
- Se giró ¿Quién?
- Coño es Juan, Juan Inés mi amigo el guardaespaldas, y también esta su mujer Maria, supongo que el chavalín es su hijo. Ven vamos a saludarles.
Nos acercamos a ellos, ellos nos vieron también y Juan Inés vino hacia mí directamente, nos abrazamos durante un buen rato dándonos palmadas en la espalda.
- Joder Juan estas igual, aunque solo hace tres años de la última vez. La voz la tienes igual, hablamos hace dos días.
- Vd. Don no esta igual, ha cogido unos kilitos.
- Si Juan, es la vida que me trata duro. Nos reímos todos.
Mientras presentaba a Lydia a Juan y María. El muchachito era simpatiquísimo, se acordaba de mí, por una canción, su padre le recordaba la canción. Para aquel entonces no llegaba a tres años el muchacho, y se puso de moda una canción “El Chicharrón”, él y yo la bailamos un montón de veces en el portal de su casa de zinc, para aquel entonces ya se movía bien. Su padre se la tatareo y el muchacho empezó a bailarla, lo cogí al vuelo y le di un par de besos, que muchacho más agradable. Les dijimos que íbamos a registrarnos e ir a la habitación, pedí permiso en recepción para que pudieran esperarnos en el bar, ya que a los lugareños tenían prohibió entrar en el resort y accedieron.
- Mira Juan, ya he hablado en recepción, podéis esperarnos en el bar, cuando acabemos vendremos, calcula una media hora por lo menos que van lentos.
- No da lo mismo le esperamos aquí Don.
- Venga, venga Juan, mientras cogía por detrás a Juan y Maria, a la altura de los riñones, os sentáis ahí y que el muchacho se tome una Coca de esas gigantes que tomáis por aquí.
Los introduje en el bar y los hice sentar, les pregunte que quería tomar, y al muchacho también. Hice la comanda al camarero y le comente que ya vendría yo a pagar, y si le pedían algo más que se lo sirviese sin problemas. El camarero no puso ninguna objeción.
- ¿Qué te han parecido Lydia?
- Gente muy sencilla, que niño mas listo, y mira que a mi los niños de los demás no me gustan, pero ese tiene algo especial, es genial.
- Si que lo tiene Lydia. La última vez, cuando vine traía encendedores de esos que llevan una luz. Y le regale uno que estaba agotado, pero la luz, estilo láser, funcionaba correctamente, no tienes ni idea era el rey del barrio, todos los niños del barrio venían a pedirme uno. Yo aquí contacte con gente muy humilde y muy importante, y hay gente buena y mala en los dos lados, una condición social no significa nada, te vas a hartar de conocer “humanos”.
- A ti te gustan los niños, ¿no Ferry?
- Si Lydia, a mí siempre me han gustado los niños, pero me gustan que sean niños y transparentes, cuando están resabiados me cargan.
- Así ¿Los míos te encantan?,
- Bueno, bueno, no vayamos a empezar mal la estancia. A mi los tuyos me gustan con patatas Lydia. Mira los niños de pequeños te los comerías y de grandes te arrepientes de no haberlo hecho. Nos reímos.
Por fin nos toco el registro, dimos los pasaportes, nos dieron las instrucciones de donde estaba el bungalow cogimos el trenecito de golf que circulaba por el resort y llegamos en diez minutos.
Nos esperaba el set bienvenida en la mesa de la habitación, fruta local y una botella de cava.
- Mira Lydia sabían que veníamos nosotros, hay cava.
- Que bien la pondré en el minibar y luego la agotamos cuando veamos a tus amigos. Mira es de nuestra tierra.
- Si Lydia, acabemos esto, cenamos algo y nos venimos, que estoy cansado del viaje.
- Yo también lo estoy, espera que cogeré una chaqueta que tengo algo de frío Ferry.
- Eso es que estas destemplada de haber dormido mal, pero con una buena dormida se cura, espero que no te afecte el jet lag.
- Ferry ya hablas como ellos, con el mismo acento.
- Si se me engancha enseguida, cuando estuve por aquí, la gente no tenia muy claro de donde era, entre el acento de aquí, y lo moreno que yo me pongo cuando me da el solecito parezco del país. El Cónsul me lo decía, pareces más dominicano tú que yo. Todo se aclaraba cuando me llamaban Español, que era como me conocían por aquí.
- Ferry, hay palabras que utilizáis que no las entiendo.
- No es lo mismo el español que el dominicano, te iras acostumbrando, pero por el contesto sabes de que va. Además ellos tienen muchas palabras en inglés, por ejemplo a la nevera le llaman fridge, la palabra embrague también lo dicen en inglés y muchas más, otras no tienen nada que ver por ejemplo al volante le llaman guía, a la cocina le llaman estufa, y en España una estufa es algo diferente al igual que un guía. Tranquila te iras acostumbrando poco a poco. ¿Vamos o abrimos el cava? Empujándola hacia la cama y quedándose extendida.
- Vamos, vamos Ferry si no el niño se ira a la guerra cuando lleguemos, haciéndome un quiebro mientras se incorporaba.
- Mira Lydia, la lámpara es de esas de ventilador, te acuerdas de la canción de La Casa de Inés.
- Si, el trozo aquel que dice “y sus bragas colgando del ventilador”.
- Pues habrá que practicarlo Lydia, dándole una palmada en su trasero. Vamonos ya Lydia que me conozco.
No acabe de decir la frase que Lydia ya estaba fuera. Cerré la puerta y le propuse ir andando para reconocer el camino.
Llegamos a recepción y allí estaba Juan y su familia, sentados degustando las consumiciones. El niño sentado quieto con una pajita en su Coca y sorbiendo, estaba gracioso las piernas no le llegaban al suelo.
- ¿Qué tal familia, hemos tardado mucho?, mientras ellos se levantaban de las sillas. No por favor quedaros sentados, nos tomaremos algo aquí con vosotros.
- No han tardado mucho Don. ¿Qué tal el viaje?
- Bien Juan, largo como siempre, pero siempre te queda la motivación de que en la vuelta tarda una hora menos, por los alisios de cola.
- ¿A ver cuando me hace una carta de invitación para España Don?
- Piensa Juan, que en España no atan los perros con longanizas, allí esta duro el tema también, por lo menos aquí estas seguro y dominas el entorno.
- Ya Don, es que mi problema, y lo sabe Vd. es que no puedo volver a New York, porque me echaron de EEUU, y hasta dentro de 10 años no puedo ir, aquí estamos mal. María esta trabajando en la zona franca de Esperanza y son tan ladrones que hacen dos veces negocio con ellas, con el precio del salario le venden alimentos, primero las explotan y después le sacan los cuartos en la cooperativa, y los hombres tenemos poco trabajo, si no fuese por mi tío no se que seria de nosotros.
- Venga Juan ánimos. Por cierto yo te dije de quedar mañana, por que el juicio es pasado mañana, y me gustaría dormir cerca de Valverde Mao, por allí no hay hoteles y seguro que tu sabes de algunas cabañas que estén bien. Le repetí, que estén bien. Juan y yo nos entendíamos a la perfección.
- Si que conozco de unas yo les llevare.
- Pues hacemos una cosa, toma, entregándole 1000 pesos, para gasolina y nos vienes a buscar mañana, ¿Te parece?
- Si ¿A que hora?
- Sobre las 15 horas, así nos levantaremos, nos damos un bañito, cómenos y nos bajamos para Esperanza. Bueno te he dicho Esperanza, o puede ser Navarrete o Hatillo Palma, pero me parece que Esperanza es mas tranquilo.
- Si que lo es Don.
- A por cierto que se me olvidaba, sacando un pote de Lacasitos del bolsillo, esto es para el niño, alargándoselo a él.
- Ábrelo, dijo Juan al niño.
El niño lo abrió y se metió un par o tres en la boca de forma instantánea.
- ¿Que son Raimel?
- Chocolates papá, con una voz dulce.
- Toma Juan otro para la niña, que por cierto no la habéis traído.
- No Don la hemos dejado con mi hermana.
Me hizo una señal Juan y me levante, Lydia se quedo hablando con María, nos apartamos un poco.
- Mire Don mi hermana se ha enterado que Vd. venia y me ha dicho que quiere estar con Vd. una noche.
- Va a ser imposible, estoy en pareja y yo eso lo respeto mucho, cuando estoy en pareja soy fiel a mi pareja, otra cosa es cuando no estoy en pareja, no me debo a nadie y entonces todo es posible. Tu me conoces yo trabajo duro, me divierto duro y duermo lo que puedo, pero al dia siguiente a las seis de la mañana estoy en pie y en condiciones, si no aquí no hubiera sobrevivido. ¿Qué tal esta tu hermana? ¿A montado el negocio de las uñas?
- Si algo ha hecho, pero dice que encuentra a faltar las noches con Vd.
- Bueno Juan, dile que por el momento no puede ser, supongo que lo entenderá.
- Pero Don también me ha llamado Cristal, Jesime y más, pero la sorpresa es que me llamo Janaira, la militar. Que le baje a Santo Domingo. Yo no se como se han enterado todas.
- Las de por aquí, Juan, supongo que por tu hermana, la de la capital por el Cónsul, tiene el carwash al lado de casa de Janaira, habrán coincidido. Lo que me pone a mí esa mujer, eso de quitarle el uniforme, me pone a doscientos y tiene un culito increíble. Por cierto Juan que sabes de Cati.
- Nada Don, esa muchacha se perdió. Lo que había estado Vd. por esa muchacha y al final se perdió. Recuerda que fuimos a buscarla a Babaro a aquel club, que no recuerdo ahora como se llamaba.
- Si primero fuimos a la pensión aquella del Mercado Central, donde el niño que tenia seis dedos en la mano y nos dijo que estaba en Babaro, una amiga suya, en el Eatingman, el come hombres, que se había cambiado el nombre, se perdió esa muchacha, que lástima. La manía que le tenia Janaira, porque ella me buscaba y Cati también. Bueno cosas de la vida Juan.
- Janaira ¿Sigue siendo sargento?
- No Don ya la han ascendió, esta de servicio en los comedores militares. Lo que lo quiere esa muchacha Don.
- Bueno que hablan esos hombres, dijo Lydia mientras venia hacia nosotros.
- No nada, conteste yo, ultimando lo de mañana.
Nos despedimos como nos saludamos con un fuerte abrazo, al niño volví a cogerlo en volandas dándole un par de besos, a María le di también un par de besos también.
Se fueron lentamente, el niño gracioso de él, dando saltitos al lado del padre.
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