Volvimos a la bomba donde estaba Juan Inés. Al vernos llegar la bebedora se levanto. Bajamos del coche y nos dirigimos hacia su mesa. Antes de sentarnos cogí la botella y mostrándosela a distancia al patrón le pedí otra, nos sentamos.
- Que tal Juan Inés, tu no pierdes el tiempo.
- No Don, ya sabe Vd. como son aquí las muchachas, y como estaba solo.
- Te entiendo. Lydia y yo reímos por la expresión de la cara de Juan Inés.
- Que tal Doña, ¿Le ha gustado la plantación?
- Si contesto Lydia, auque es un poco peligroso todo eso ¿no?
- Con el Don todo es peligroso, como trabaja este hombre. Siempre llegaba el primero, a las 6:10 de la mañana ya estaba en la plantación, mientras los demás llegaban a la media. Les pegaba una charla de dos minutos y todo el mundo sabia lo que tenia que hacer, después no hacia falta que dijese nada, solo con la mirada tenia suficiente. Pero al mismo tiempo el Don era justo, y considerado con los trabajadores, todos le querían, siempre tenía un detalle. El Don es muy buena persona Doña, pero nadie quería trabajar con él porque trabaja muy duro, en un año que estuvo aquí, no fue ni un día a la playa y mire que le gusta.
- Bueno, dije yo, te voy a tener que nombrar mis relaciones públicas Juan Inés, nunca te había sentido hablar así de mí, es un honor.
- Vd. se lo merece todo Don.
- Bueno vamos a planificarnos un poco, pasado mañana tenemos que estar en la capital, o sea que mañana libre, bajaremos a la capital y nos quedaremos allí a dormir aprovechare para hacer unas visitas. Mañana podemos ver a tu tío Juan Inés, que estaba interesado en los vinos, hablaremos. Después de bajar a la capital subiremos al día siguiente y ya no iremos a las cabañas, nos iremos al resort que ya toca. He visto Lydia, que había una excursión a un banco de estrella en catamarán, podríamos ir y después descansar un par de días hasta la marcha a España, divertirnos en el resort y eso lo que salga., salvo que el Procurador haga una llamadita y nos fastidie todo el plan. A ver ¿Aprobado o hay objeciones?
- Por mi perfecto, dijo Lydia.
- Yo no tengo que opinar, dijo Juan Inés, lo que si bajare a la capital con Vds., así veré a mis tíos que viven en la 27.
- ¿Qué es la 27?, pregunto Lydia.
- Es la avenida principal de la capital, todo pasa por ahí, más o menos, y el cónsul vive cerca en Mirador Alto, bueno muchos políticos y mandos de policía viven por allí, ya veras parece un cuartel sin paredes. Vas a alucinar con la capital, en un semáforo puedes comprar de todo, ya veras que pasada. Estaba pensando ¿Vamos ya a ver esa familia? Ya veras Lydia, son encantadores, el camino es una pasada, tenemos que cruzar cinco ríos para llegar y todo por camino de carro. Tienen una hija que la baja un motoconcho cada día al colegio, y el sueldo de la mujer lo dedican a eso, nada mas que eso.
- ¿Qué es un motoconcho Ferry?, pregunto Lydia.
- Perdona, son motocicletas que hacen servicio discrecional de transporte de personas. Van dos, tres o seis como vi en Esperanza, vale que algunos eran muchachitos, pero eran seis.
- Ahora lo entiendo, dijo Lydia. Yo no entendía porque la gente daba dinero y se subía en una motocicleta.
- Si, acostumbra a valer entre diez y veinte pesos, depende del desplazamiento.
- ¿Qué nos vamos Sres.?
Se levantaron de las sillas apurando la cerveza y nos fuimos a la jipeta.
- Lydia, ahora parare en un colmadito que hay mas adelante y comprare, un Smirnof de los que te gustaron ¿Si?
- Si, si Ferry, que me gusto mucho.
- Tengo que comprar whisky, porque siempre que voy les llevo una botella, a él le gusta, pero no se lo puede comprar, y son muy generosos.
Pare e hice las compras. Volví a la jipeta.
- Sra. Dña, con una sonrisa, aquí tiene su bebida, toma te he comprado unos snack de aquellos que te gustan y unos limoncillos, que es la época. Juan Inés toma tu cerveza. Bien en marcha. Vamos a ver si me acuerdo, el camino salía de Hatillo Palma hacia las montañas.
- Ferry, como se come esto, los limoncillos.
- Es fácil Lydia, muerdes un poco y abres la piel, se come lo de dentro, son como los lichis chinos, un poco más ásperos pero son una droga en el paladar, empiezas poco a poco y te los acabas en un momento. Pruébalos seguro que te gustan.
Cogió uno y lo mordió, para partir la piel y lo empezó a comer lentamente, sin tener mucha confianza, se lo comió, hizo lo mismo con el siguiente pero sin prudencia.
- Si que es verdad Ferry, están riquísimos. Juan Inés ¿Tu quieres?
- No gracias Dña, comí esta mañana.
- Así sales ganando Lydia, le dije, todos para ti.
Empecé a localizar el camino, Juan Inés iba atento también, nos íbamos comentando que desviaciones teníamos que coger hasta llegar al camino rural, allí ya no habría perdida era todo recto. Al final entramos en el camino rural.
- Bueno empieza la aventura Lydia, ponte el cinturón.
La jipeta tenía buenos faros, estaban reforzados con dos más de apoyo, podía ver sin ningún peligro. Vino el primer río, la bajada al río era muy pronunciada, había que cogerlo con un poco de ganas para poder subir después.
- Agarrate fuerte Lydia, vamos a botar un poco.
Fui descendiendo lentamente hasta que considere que era la distancia adecuada, para no tener problemas en la subida, acelere un poco. La jipeta empezó a balancearse, el firme del río estaba lleno de piedras, enfile la subida y subió perfectamente. Nuestro alrededor estaba completamente oscuro, las nubes tapaban la luz de la luna.
- Todo el camino va a ser así Ferry, dijo Lydia mientras se apoyaba con una mano en el salpicadero.
- Pues si Lydia, pero vale la pena.
Fuimos pasando ríos, uno tras otro, la maniobra de ataque de la vaguada siempre era la misma, no quería poner la reductora, ya que el suelo estaba húmedo y podía patinar, mientras pudiera ir con marchas normales lo haría. Pasamos por delante de un cementerio, y Juan Inés nos explico una historia, por lo visto tenia un familiar por allí y una noche que paso por allí y tenia mucho miedo, le tiro un puro a Manuel para que lo protegiese, Manuel es como llaman allí al primer enterrado en el cementerio y que según las creencias es el guarda nocturno del mismo. Por fin estábamos llegando, a Lydia la aventura no le gustaba mucho.
Identificamos el sitio, pero la cabaña no estaba, la habían desmontado. Habían dejado el suelo y se habían llevado la madera de las paredes. Paramos el coche y bajamos Juan Inés y yo a reconocer el terreno dejando las luces de la jipeta encendidas.
- Coño Juan Inés, era aquí ¿No?, mientras reconocía andando el terreno.
- Si Don, quizá se hayan bajado más cerca del pueblo.
- Mira he visto la cabaña de hace un kilómetro que había luz, preguntemos allí, como vecinos deben de saber donde están.
- Vamos a preguntar al vecino Lydia, que está un poco mas abajo.
Paramos delante de la cabaña que vimos, y Juan Inés llamo a la puerta, salio un señor en camiseta, con una vela en la mano. Juan Inés le pregunto sobre la familia que vivía en aquella ubicación, se le vio reacio a contestar, pasaba algo, no sabía el que pero algo pasaba. Al final le dijo que preguntase en el primer cruce del camino rural, que por allí sabrían decirnos. Se lo agradecimos y nos fuimos.
Fuimos bajando hasta el lugar que nos indico, allí vimos a alguien en la calle. Yo dejaba hablar a Juan Inés, entre dominicanos se entenderían mejor, pero aquel hombre también ocultaba la información. Al final me baje del coche y me dirigí hacia el hombre.
- Mire Vd., estamos buscando a esa familia porque somos amigos suyos. Si Vd. quiere vaya, porque Vd. sabe donde esta, y dígale que esta aquí el español, él ya sabe quien soy.
- Perdone Don, el siempre habla de Vd., si que es cierto que son amigos. Mire es que no informamos porque hay malos aires por aquí. Mire Vd., girándose de lado y señalando la calle donde estábamos, sigan cien metros y ve Vd. Don, que se ve una luz allí, pues allí vive él. Le llaman el quincihijos.
- Le estoy muy agradecido Señor. Que tenga buena noche.
- Y que Dios les acompañe, nos deseo.
Subimos a la jipeta y fuimos hacia donde nos indico.
- Te has pasado un poco Ferry.
- ¿Por qué Lydia?
- Por el tonito.
- No Lydia, en estos casos o te comportas así, o has perdido, esta gente no entiende otra manera. Mira Lydia yo cuando vine aquí vine con mis titulitos, intentando hacer management, y eso no funciona, En la plantación de yuca acabe como nunca creí que podría acabar. Iba de pie en la caja de la jipeta chillando a la gente, porque de otra manera no funcionaban.
Por fin llegamos y un hombre pequeño se acercaba a nosotros. A dos metros de distancia, porque no había luz, lo reconocí.
- Rogelio que gusto verte.
- Hola Don, cuanto le queremos, mientras me abrazaba. Me cogió del brazo y empezamos a andar hacia la casa.
- Hemos preguntado por Vd. y nadie nos daba referencias.
- No hay Don, tenemos un disgusto enorme, ahora le explicamos, pero enorme.
Entramos en la casa, no eran las maderas de la otra cabaña, las paredes eran de madera de container que todavía se podía leer made in china.
- Mira Doña, dijo Rogelio, a quien te traigo.
Salio la mujer de Rogelio, Angustia, y sin decir palabra se abrazo a mi sollozando.
- Bueno, bueno ¿Pero que les pasa a esta buena gente?
- Siéntese dijo Angustias, en esa silla que es la mejor que tenemos.
- Espere Dña antes les presentare. Hice las presentaciones oportunas. Lydia se sentó a mi lado.
- A ver, primero de todo ¿Me da un poquito de agua fría Dña?
- Ay si, ahora se la traigo. Cogió un vaso y del agua de lluvia que tenían me lo sirvió.
- Vd. Dña, dirigiéndose a Lydia ¿Le apetece también?
- No, no gracias no tengo sed contesto Lydia.
- Lo segundo, dije yo, mientras sorbía agua del vaso, te he traído este presente que se que le gusta, pasándole la botella de whisky.
- Le estoy muy agradecido Don, ahora la abrimos y comemos algo. ¿Le apetece un sancocho de guinea Don?
- Si, como no que la Dña cocina muy bien.
- Y enviare a alguien, dijo Rogelio, a coger esos cangrejos al río que tanto le gustan a Vd.
- No Rogelio, no molestes al niño que ya es tarde y hace fresquito para vosotros.
En ese momento Rogelio arranco a llorar. Yo me levante de mi silla y me acerque a él, el se mantenía sentado, con la cabeza inclinada hacia delante. Le puse la mano en la espalda y lo acerque hacia mí.
- Venga Rogelio cálmese y explíqueme que ha ocurrido.
El hombre sollozaba, la mujer también lloraba. Al final pudo empezar a decir algunas palabras.
- Mire Don, el muchacho que Vd. se refiere me lo mataron.
- ¿Cómo que te lo mataron?
- Si era un buen muchacho, incluso tenia futuro, era un buen pelotero, había ido a los campeonatos de Miami, en unas de las finales de la zona. Pero se metió en unos ambientes raros, sabe Vd., de droga. Un día con el vecino, el que está más abajo, se discutieron, que si me debes que si no me debes, el otro saco una pistola e hizo pum, pum y me lo dejo muertecito al momento. No nos hemos recuperado, por eso nos hemos cambiado de sitio, hemos venido más abajo y por eso nadie le da referencias nuestras, vivimos con miedo. Un hermano mío, al enterarse fue y mato a dos muchachos de su familia, y ahora estamos esperando que se venguen.
- Bueno calma, calma Rogelio, todo pasara, venga serénate. Venga donde esta el whisky, vamos a tomar un poco.
Al final salio Angustias con el sancocho, mientras estuvimos hablando de nuestras historias compartidas, de la plantación de tabaco, y como cazaba las guineas salvajes en la otra casa que se le posaban enfrente de la cocina y podías escoger cual te comerías, era como una caseta de feria, tu escogías y el les disparaba con una escopeta, junto a las botellas de whisky que nos habíamos bebido allí arriba. A Lydia se la veía relajada, con esta buena gente, se compadecía de sus penas y me mostraba agradable con todo el mundo.
Se acabo la velada, ya era tarde y nos despedimos de ellos, yo sabia que difícilmente los volvería a ver, nos abrazamos y me despedí diciéndoles:
- Hasta siempre Señores.
- Que tengan un buen viajes a España, nos desearon.
Cogimos la jipeta y nos fuimos. Pensaba lo duro que era la vida, no hay nada más antinatural que un hijo muera antes que un padre, el único consuelo es que les quedaban catorce mas, pero ningún ser humano puede sustituir a otro. Me recordaba el pasado estas visitas, agradable por otra parte, pero al mismo tiempo no me dejaban bien, la desgracia de esas personas no era buena.
Deje a Juan Inés, en Esperanza y nos dirigimos hacia las cabañas, ya llamaría mañana para concretar la hora de la visita a su tío. Estaba cansado, cansado de verdad quería dormir, demasiadas emociones en un solo día. Lydia se durmió en a jipeta, viajaba, junto al susurro de la radio entre aquellas nubes negras, se estaba preparando una buenas, en cualquier momento rompería.
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