viernes, 20 de mayo de 2011

Juan Dolio

Nos despertamos, aletargados, quizá tenia culpa el desgaste de la noche anterior.

-         ¿Qué tal has dormido Lydia?
-         Bien, pero se me ha hecho corto, tu si que tienes una suerte envidiable, me diste el bracito y antes de ponerme encia de él ya dormías, que envidia me das, no lo sabes bien.
-         Podríamos preparar primero las maletas, así aligeramos tiempo, y lo imprescindible lo ponemos en la bolsa que este a mano. ¿Te parece Lydia?
-         Sí es mejor hacerlo ahora.

En diez minutos, estaba todo preparado y nosotros aseados. Bajamos a recepción y le di las llaves del coche a Lydia, para que el mozo pusiera el equipaje dentro de la jipeta. Pagué la cuenta al recepcionista, cuando salio la directora.

-         Que tengan una buena estancia en Juan Dolio, Don.
-         Muchas gracias, lo intentaremos, le dije.

Pero si había dicho que no estaría ¿Qué hace aquí esa mujer? Hay que irse rápido, pensé.

-         Vamos a despedirnos Don, dijo la directora.
-         Ya nos despedimos ayer Doña. Me voy que mi mujer me espera en la jipeta, que tengan un buen día. No di opciones a replica, me di media vuelta y me dirigí a la jipeta, mientras oía sus pasos detrás de mi quedándose parada en la entrada del hotel, para decirnos adiós.
-         Bueno Lydia, ya estamos en camino. Ha ido rápido este tema, ahora solo hace falta que no nos perdamos.
-         No te pierdes nunca Ferry, no sé como te lo haces pero siempre lo encuentras todo.
-         Siempre hay una primera vez Lydia.
Vinos / Quesos

Iba conduciendo, con la radio que emitía música del país, Lydia se recostó en el asiento y se durmió. Para mi no había problema, ya había estado cerca de allí, una población cercana, San Pedro de Macorís donde hice la primera vez la presentación de los vinos.
En este país se vende por reunión, o sea se invita a una serie de personas a un acto y se efectúa la venta en aquel momento. Contratamos los servicios de una especialista, que congrego a cincuenta personas y los servicios de la televisión. Vinieron todos y también la reportera. Guapísima muchacha altura mediana, ojos espectaculares tirando a verdes, cabello caoba, pechos prominentes, sonrisa agradable. Finalmente pasamos todo el día y la noche juntos.
Yo sabia algo de vinos, lo que no sabia es que fuese capaz de hablar cuarenta y cinco minutos de vinos sin aburrir a nadie, y encima que me aplaudiesen, nunca sabré si lo hicieron porque les regalaba la degustación o porque les gustaba lo que decía. Yo quería haber importado una paleta de producto, el Cónsul dijo que no, por lo tanto íbamos a hacer una presentación de producto únicamente, además había llevado queso manchego conservado al vacío que llego en plenas condiciones. La presentación fue un éxito, pero no vendimos nada, si hubiéramos traído la paleta, la hubiéramos vendido sin duda, una gran oportunidad desaprovechada, que mal acompañado estaba. Lo mejor de la sesión, la periodista esa tonalidad dulce en su voz, te hacia sentir una mezcla de calma y sensualidad. Después nos vimos varias veces en la capital, cuando venia siempre me llamaba para cenar y dormir conmigo, bueno si dormíamos algo, era un prodigio de mujer.

Lydia despertó bruscamente, un bache de la carretera le genero el sobresalto.

-         ¿Qué ha pasado?
-         Un bache Lydia. He cogido el bache más pequeño de los que podía coger.
-         ¿Falta mucho Ferry?
-         No tenemos que estar llegando, he tenido que dar la vuelta por lo mal indicado que está. Deben de faltar dos kilómetros aproximadamente. ¿Un cigarrillo?
-         Si pero con gusto Ferry.

Cogí su cigarrillo y lo encendí, dándole una suave vuelta en mis labios mojados y ofreciéndoselo.

-         Esta bueno Ferry, sabe a ti, mientras fumaba el cigarrillo. Mira el desvío, que letrero mas ajado, no me extraña que no lo vieses.
-         Bueno un kilómetro más y ya estamos, por las indicaciones que me dio él, no creo que tenga problemas para encontrarlo.

Seguí las indicaciones y efectivamente a los diez minutos estábamos en la puerta del edifico.

-         No esta mal ¿Verdad Lydia?
-         Por fuera no, ya veremos por dentro.

Descargamos las maletas y al instante vino un mozo a ayudarnos, diciendo que venia de parte del Sr. Miguel, señalándolo con el dedo. Nos dirigimos hacia él.

-         Buenos días ¿El Sr. Miquel?
-         Soy yo para servirle, les estaba esperando.
-         Muy amable. ¿Podemos ver el apartamento antes de subir las maletas?
-         Como no, síganme Vd. y la Doña, por favor.

Subimos y examinamos el apartamento, no estaba mal, nada lujoso pero cómodo, eso sí tenia razón el recepcionista de la capital, casi te podías tirar al mar desde la terraza.

-         Bien Sr. Miguel, nos quedamos, bajaremos por el equipaje.
-         No se preocupe Don, se lo sube el mozo y ya se registraran más tarde.
-         Muy amable Sr. Miguel.

Vista desde la terraza / Juan Dolio
Nos quedamos solos en el apartamento, Lydia se quedaba sorprendida de tanta amabilidad, mientras revisaba minuciosamente toda la estancia.

-         ¿Aprobado Lydia?
-         Si Ferry, nosotros no queremos lujos, quiero disfrutar de esa playa maravillosa que se ve ahí afuera. Que delicia de mar ¿Estará calentito?. Lydia salio e hizo una foto desde la terraza.
-         Supongo que sí, es el Caribe no te olvides.

Subió el mozo con el equipaje, Juan era su nombre.

-         ¿Donde dejo el equipaje Don?
-         Al lado del armario, si es tan amable. Le di 100 pesos de propina, vamos una semana de trabajo.
-         Muchas gracias Don, si quieren ir a la playa me lo dicen y les sacare dos hamacas y una sombrilla para Vds.
-         Muy amable Juan.
-         Que tenga un buen día Don. Yéndose y cerrando la puerta.
-         Bueno Lydia, ¿Qué quieres hacer?
-         Podemos dar una vuelta, mirar que hay por aquí y comemos.
-         Me parece bien ¿Nos vamos ya?
-         Déjame primero deshacer las maletas que no se arruguen más la ropa.

Colocamos todo y nos fuimos a dar una vuelta, dejando la documentación en recepción para el registro.

-         ¿Derecha o izquierda, Lydia?
-         Me da lo mismo, izquierda mismo  mañana derecha, sonreímos los dos  nos encaminamos hacia la izquierda.

Íbamos andando lentamente cogidos de la mano, mirando toda la oferta que había, tiendas, colmaditos, cafés europeos, restaurantes italianos. La verdad es que había de todo, y sobre todo los restaurantes eran como una concentración de oferta italiana.

-         ¿Qué te apetece?
-         La verdad un italiano, algo de pasta Ferry.
-         ¿Alguno en especial Lydia?
-         No todos tienen buena presencia, el que quieras.

Entramos en el siguiente que encontramos, bien decorado y un buen servicio. Nos fijamos en la oferta de vinos que tenían expuestos en la pared. Conseguí hablar con el dueño del local, que me explico como se vendía en la zona, era básicamente punto de venta en furgoneta. Semanalmente pasaba un comerciante haciéndoles las ofertas, así compraban el queso todos los de la zona, no había una verdadera distribución, pasaba en todo el país. Era una oportunidad, pero solo era posible si residíamos en la isla, y eso estaba lejos, al menos inicialmente.

-         ¿Qué tal tus súper macarrones Lydia?
-         Buenísimos, se nota que hacen ellos mismos la pasta, riquísimos de los mejores que me he comido. ¿Tu pizza, que tal?
-         Bien, siempre aseguro en un italiano, incluso cuando viajaba tanto a Alemania, el tercer o cuarto día siempre iba a una pizzería a quitarme el hambre, era la única manera de comer algo conocido.
-         ¿Vas a comer algo más Ferry?
-         Sí mi Niña, pero no será aquí lo que me coma.
-         Joder Ferry que directo.
-         No si quieres lo disfrazo Lydia. Mira hay algo que quiero probar.
-         ¿Algo nuevo Ferry? ¿Qué me vas a enseñar?
-         No Lydia, me he expresado mal, quiero probar ese vino espumoso hecho con concentrado de fresa, me parece que le llaman Fresita, dicen que está muy rico. Podemos mirar si hay en el colmadito que hemos visto antes, compro una botella y algo de comida por si nos apetece comer algo en la playa.
-         Buena idea Ferry, siempre va bien tener algo a mano, por si acaso.

Fuimos e hicimos las compras, tenían Fresita. Subimos al apartamento y lo pusimos en la nevera.

-         ¿Vamos a la playa a darnos un baño Lydia?
-         Si Ferry, pero ya es tarde no bañamos y subimos.
-         Como quieras Lydia.

Fue una delicia, toda una playa para nosotros, al mismo tiempo daba respeto si pasaba algo nadie nos podía socorrer. Estuvimos dando unas brazadas, jugando en el agua hasta que nos cansamos, llevábamos una hora en esa agua calentita, pero cuando salías del agua daba un poco de frío. Cogí las toallas y le pase una a Lydia mientras me secaba.

-         Hace fresquito Ferry, parecía que nunca podría tener fresco en este país.
-         Porque estas mojada a la que te seques, pasaras a sudar un poco como siempre, esta humedad ayuda.

Lydia me abrazaba con mucha ternura.

-         ¿Sabes una cosa Ferry?
-         No Amor, dime.
-         Te quiero mucho, mucho, mucho.
-         Yo también mi Amor, no se que haría sin ti Lydia.
-         Ya te lo dije el otro día Ferry, me has convertido en una extraterrestre, ahora todo me parecerá poco, nunca podré disfrutar más que contigo. Fíjate, el collar con el ,sol que me compraste en el mercadillo aquel de la capital lo llevo siempre puesto, me recuerda a ti, te amo mi Amor.
-         Ven Amorcito, ven con tu Ferry. La abrace y la bese tiernamente.
-         Vamos al apartamento, antes me has dicho que ibas a comer no se que.
-         Si los sabes bien, y no he cambiado de opinión. Nos fuimos hacia el apartamento.

2 comentarios:

  1. Maravilloso, estoy leyendo desde el primer capitulo, tengo ganas de que llegue el final, estoy enganchada. Ferry si estas libre, escribeme al mail.

    ResponderEliminar
  2. Me encante, Ferry sigue con la historia, esta muy interesante.
    Maria

    ResponderEliminar

Gracias por el comentario, me ayudara sin duda