Un poco de música ambiental, para la lectura:
- Lydia, que nos vamos, le dije al levantarme.
- Vaya manera de despertarme, con lo suave que tu eres.
- Mi querida Doña, es la hora de incorporarse al mundo de los humanos.
- Vamos que estas graciosillo. Me acerque a ella, me senté, le bese los labios.
- Buenos días Amorcito, como estas Lydia. Ella me rodeo del cuello con sus brazos.
- Triste, Ferry muy triste.
- ¿Por qué Lydia?
- Se acaba, Ferry, esto se acaba.
- Piensa en positivo Lydia, todavía nos queda un día y medio, vamos a disfrutarlo.
- También tienes razón.
Ya había pensado en eso, pero no me había manifestado para no generar desanimo. Esta irrealidad que estábamos viviendo nos daría paso a la realidad de cada día, los análisis, el luchar duro, sus hijos, sus problemas, vamos todo lo no deseado. Ojala pudiéramos disponer de todo ello en la distancia, cogiéndolo y dejándolo según conviniese, pero había que ir a la realidad, nos gustase o no. Pero quedaba esta tarde, ¿Cómo se pronunciaría Joaquín? Creo que me hace falta un europeo aquí que empuje los negocios, con alguien de aquí es imposible, la falta de disciplina empresarial y la distancia hacia imposible nada, con demasiado riesgo económico si se hacia. También sabia que lo tenía que volver a intentar, y hoy por hoy todavía pienso que es un país de oportunidades, ya dirá el futuro que hago.
Llame a Jacinto y quedamos para la tarde. Hicimos las maletas, pagamos el apartamento, con una gran despedida de Miguel y Juan, y nos fuimos dándole una buena propina a Juan por su amabilidad durante la estancia.
- Bueno Lydia ya estamos en camino.
- Si, una horita larga y en la capital, comeremos allí, supongo.
- Si, dejamos el equipaje y nos vamos a comer, que con Jacinto he quedado a las 16 horas, cuando le he llamado esta mañana.
- Está sonando el móvil, Ferry.
- Alo dije.
- Alo Don, soy Juan Inés, ¿Van a estar Vds. en la capital esta tarde?
- Si Juan Inés pero no sé a que hora, tenemos una reunión a las 16 y no se cuando saldremos de ella.
- Bueno les esperare en el hotel.
- Como quieras Juan Inés. Nos vemos allí, adiós. Colgué el móvil.
- Que quería Ferry.
- Que si íbamos a estar en el hotel por la tarde.
- Ya se a que viene Ferry.
- ¿A que Lydia?
- A devolverme el dinero Ferry. Solté una carcajada tremenda.
- Que lástima mi Niña, que inocente, tú esa pasta no la vas a ver en tu vida, me juego lo que más quiero.
- No eso no te lo juegues que es mío. Reímos los dos muy a gusto.
Vendedor de semáforo |
Al rato entrábamos en la capital. Teníamos las compras de los semáforos, que si una tarjeta para el móvil, que si un heladito de los skimay, que si unos limoncillos y casi me hace comprar un perrito, a lo que me negué en rotundo.
- Ferry podríamos comprar unos limoncillos para el avión.
- ¿El que Lydia?
- Limoncillos, me chiflan.
- Venga Lydia, que al final me voy a creer que estas en embarazada.
- No es ningún capricho, están delicioso y a ti te gustan.
- Déjalo Lydia, eso es pare que disfrutes aquí, no para llevártelo. Tendrás que llevarlo en una bolsa, lo pasaras por aduana, te inspeccionaran y ya la tenemos liada. No me gusta llevar cosas extrañas en el equipaje.
- Pues tú te vas a llevar un culin. ¿Dónde lo vas a meter? Ferry.
- En la maleta Lydia, pero eso no le pasa nada, ya lo llevo atravesado en la maleta el machete, y cierra bien. Lo facturo y punto. Pero depende como tiren la maleta, los limoncillos pueden chafarse, armar un cirio con la ropa, y si los pones en una bolsa se oxidaran, te dejaran un pestazo en la maleta increíble. Mira con un tema parecido tengo una anécdota, volvíamos de las Islas Canarias, y como recuerdo traía una botella de licor de plátano, todas ellas en una bolsa, con la mala suerte que en la estación de tren del aeropuerto de Barcelona, un asa de la bolsa se rompió y pico con el suelo. Una de las botellas se rompió, esta claro que esa fue la mía, pero aquel líquido impregno la bolsa, ni después de cuatro lavadas se fue el olor. Vamos que la tuvimos que tirar,
- Tampoco te me enfades Ferry, decidido, no hay limoncillos para el viaje.
La mire y sonreí. Que bien le habían sentado estos días, estaba morenita, muy morenita, con su pelo negro con ese rizo suave que le caía a la cara, que guapísima estaba mi Niña, parecía mas relajada, no sé, ya lo veríamos en los momentos difíciles.
- Mira Ferry ese vende esas semillas que te gustan a ti.
- ¿El que Lydia?
- Los anacardos, que no me acuerdo como le llaman.
- Si compraré un bolsita y alguna cosa más en el semáforo que lo vamos a coger en rojo. Paramos.
- Muchacho llamé a uno de ellos.
- ¿Qué quiere Don?
- Dame dos bolsas de semillas de cajuil, dos botellas de agua fría, y una bolsa de esas cortezas, y dame limoncillos de tu coleguita.
- Tenga Don, son setenta pesos.
- Toma muchacho y gracias. Esto es como un súper, vas a comprar una cosa, y de golpe haces alguna compra impulsiva. Toma Lydia empieza por donde quieras.
Lydia empezó por los limoncillos, estaban riquísimos. Llegamos al hotel, salio el mozo a por las maletas, ya nos conocía.
- Buenos días, ya estamos aquí otra vez.
- Si Don le estábamos esperando.
- Yo solo le veo a Vd.
- No la directora me dijo que cuando llegasen que la avisase.
Joder esta pesada, todavía la íbamos a liar antes de irnos.
- Tenga Vd. la llave de la habitación, es la misma que la semana pasada.
- Muchas gracias. En ese momento salía la directora de su despacho. Piensa rápido Ferry me dije.
- Sabe Vd. como ya tiene los datos de la vez anterior no hace falta que le dejemos nada, así descansamos del viaje.
- Si Don no hay ningún problema.
Cogí a Lydia por la cintura, la empuje hacia la escalera, cuando se oyó a nuestras espaldas.
- Buenos días Don, Doña un saludo. Era la directora, nosotros ya estábamos al pie de la escalera. Me giré y la salude con la mano.
- Buenos días Doña, si nos disculpa vamos a descansar un rato,
La directora frunció el ceño, por cierto iba guapísima, se había puesto unos legis negros, ajustadísimos, marcando todas sus líneas, aquellas ropas ocultaban un cuerpo increíble, y una blusa que le remarcaba mucho más el pecho con tres botones desabrochados, eran los misterios de la física como un botón que está cosido con un simple hilo, podía aguantar la presión de todo aquello, Lydia no se dio la vuelta en ningún momento, yo arremetía contra ella para que fuese un poco más deprisa.
- Tienes que estar reventado Ferry.
- ¿Por qué Lydia?
- Que prisa tenías.
- Pues ahora que lo dices, quizá sí que esté cansado, estas carreteras cansan, que si el tráfico, los baches, el coche que no es tuyo y cuando lo conoces de verdad lo tienes que devolver, no sé es un conjunto de cosas.
- ¿No habrá sido por la directora Ferry?
- Que dices Lydia, ¿Por qué?
- Es que yo diría que le vas un montón Ferry.
- No digas tonterías Lydia, voy a descansar un poco, Las maletas déjalas así planas que no se arrugue más la ropa, y saca solo lo que vayas a utilizar, que mañana nos vamos.
- A la orden, Jefe Ferry.
- Niña mala, que ganas de jugar tienes, ven échate aquí a mi lado y procuramos dormir una horita amor. Lydia vino y nos dormimos.
Nos despertamos a las dos, cuando sonó la alarma del móvil.
- Que agustito estaba Ferry, mientras Lydia se giraba hacia mí y me abrazaba.
- La verdad es que ha sido una buena idea, me he quitado esa ñoña que tenia. Le di un beso y me levante. Vamos Lydia Bonita que tenemos que comer algo.
- Yo no tengo hambre con lo del semáforo me he quedado llena.
- Pues yo aunque sea un bocadillo pequeño si que lo quiero comer, aquí mismo en la taberna de la entrada.
- Pues vamos y me tomo algo fresco que tengo sed. Coge las muestras y los informes para la reunión.
- Los he dejado en el coche, para no subirlos y bajarlos Lydia.
Pasamos por la recepción, estaba la directora a la que dijimos adiós, Lydia dio un traspié en la entrada, la cogí del brazo para que no cayese, había un escalón y no estaba mirando hacia delante. Llegamos a la taberna y nos sentamos.
- ¿Que van a tomar los Sres.?
- Tu Lydia un batido fresquito. Lydia asintió con la cabeza. Un batido y un bocadillo de atún, pero hágame el pan a la catalana, ya sabe Vd. como es, y una cerveza.
- Si Don no se preocupe, ahora mismo se lo llevo.
- Lydia si te descuidas te comes el suelo, ¿Te has hecho daño?
- No, pero si es cierto que casi me la pego, iba mirando a la directora. Por cierto ¿Has visto como iba?
- No, la verdad es que no.
- Un pimpollo, joder con la directora.
Comí el bocadillo y nos fuimos a la reunión. Llegamos con tiempo sobrado para aparcar bien. A las 16 horas estábamos con Jacinto y Jonathan.
- Me alegra verle Don, Doña un saludo.
- A nosotros también, mientras nos estrechábamos las manos.
- Siéntensen por favor. He estado hablando con mi hijo y creemos que si Vds. participan en la inversión si que haremos el negocio.
Vamos lo que me imaginaba, Jonathan seguía mudo, había intentado hacerle hablar y no había manera, el nunca hablaría con nadie si su padre estaba delante.
Era curioso, Lydia y yo nunca habíamos entrenado un juego de signos, pero si hacíamos alguno el otro lo entendía a la perfección. Podíamos conquistar el mundo si los dos queríamos, solo hacia falta eso, que ella quisiera luchar. La conversación, no avanzaba y estaba relajada al mismo tiempo, no se le podía dar velocidad Jacinto impedía el avance. Le hice un signo a Lydia, entre girando la boca y pasándome la mano por ella, señalándole un cuadro que estaba al final del despacho. Lydia lo entendió y tomó la iniciativa. Se levanto de la silla y se fue hacia él.
- Sr. Jacinto, dijo Lydia, esto es la antigua fábrica de Vd., con los carros y mulos llevando las cañas. Jacinto se levantó de la silla y se fue para ella, a darle explicaciones. Por fin nos quedábamos solos Jonathan y yo, ahora tendría que hablar a la fuerza.
- ¿Qué opina Vd. Jonathan?
- Yo lo haría, pero mi padre dice que mejor que lo haga él, se quiere retirar el año que viene y dejarme a mí la Gerencia y no quiere que empiece mi mandato con un fracaso.
- ¿Por qué un fracaso?
- Me he expresado mal, nosotros creemos en su producto, vemos una oportunidad, pero mi padre ha sido así toda la vida y no va a cambiar ahora. Piensa que si no fuésemos capaces, las críticas caerían sobre mí, y los empleados no me tendrían respeto.
- Pero importe solo un palet, hagan la prueba y funcionara solo. Vds. clientes ya tienes, solo añaden 5 ó 6 productos más en su porfolio de productos, la distribución esta garantizada.
- Yo le entiendo Don, pero mi padre insiste, he estado 3 días discutiéndome con él, y al final no hemos llegado al consenso, no hay manera.
- ¿Necesitan más tiempo para decidir Jonathan?
- No, mí padre cuando se cierra así, no hay manera, yo le conozco de siempre.
Lydia me miraba de vez en cuando, hasta que le hice un gesto con los ojos para que viniesen.
- Sr. Jacinto, le he distraído, mejor vamos a la reunión si le parece correcto. Que buena era Lydia.
- Si como no Doña. Se sentaron a la reunión.
Estuvimos dándole vueltas al tema, yo quería que Jacinto invirtiese en un palet y el quería que el riesgo fuese a medias. No llegamos a un acuerdo, le comenté que ya le llamaría desde España por si cambiaba de opinión. Nos despedimos y fuimos a la jipeta.
- El duro era Jacinto, el rato que hemos estado solos, me lo ha explicado Jonathan. Parece ser que el año entrante le pasa el mando a él, y por imagen no quiere que la decisión sea otra.
- Pues yo pensaba lo contrario Ferry.
- Yo también. Te felicito Lydia me has entendido a la primera.
- Siempre Amor, siempre nos entendemos a la primera. ¿Nos vamos al hotel?
- Si tomamos algo por aquí en el Colonial y vamos para allá.
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