Al día siguiente hicimos la visita programada que le hacia gracia a Lydia, visitar el monumento de Colon. Llegamos y aparcamos en el parqueo, vamos en el aparcamiento.
Estuvimos visitando el Faro, en forma de planta de cruz, y que algunas noches proyecta un crucifijo en el cielo con un rayo láser, tiene unas 251 luces, me parece recordar. Dentro hay un mausoleo donde se dice que reposan los restos de Cristóbal Colon, que fueron trasladados desde España en su momento.
Monumento a Colón |
- Es bonito esto Lydia.
- Si que lo es Ferry, pero yo pensaba que los restos estaban en Sevilla, en España.
- No lo sé. Sí sé que en 2004, se quería hacer una prueba de ADN a estos y aquellos, para poder saber si eran o no. Los de Sevilla se comprobaron con el ADN de su hermano, y eran de Colón, pero no estaban todos los huesos y es posible que aquí este el resto e incluso algún hueso este en otro lugar, ya sabes como es el tema de las reliquias en la religión católica. Pero no sé si han hecho la prueba a los de aquí, yo de ellos no les dejaría, después de construir esto, ya no tiene sentido que sean o no.
- Vaya monumento han erigido, es impresionante Ferry.
- Si que lo es, la verdad es que es bonito.
- ¿Vamos a ver el mausoleo?
- Vamos Lydia y después nos vamos que ya es mediodía, y aquí no hay más que ver.
Estuvimos viendo el mausoleo, y dando una vuelta por los jardines. Nos estiramos en la hierba a tomar un poco el sol y descansar.
- ¿Dónde cómenos Lydia?
- No sé Ferry, llévame a algún sitio normalito esta vez.
- Podemos ir al Malecón, al lado de donde estuvimos la otra noche, de día incluso es más barato, hacen cosas a la parrilla.
- Bien, un poco de res me comeré, me apetece carne.
- Ahí mi Lydia carnívora.
Lydia se dio media vuelta y puso su cara sobre la mía, estando estirados en la hierba.
- ¿Ferry?
- Dime Lydia Bonita.
- ¿Tú me querrás siempre?
- Sí mi Niña, abrazándola.
- ¿Me cuidaras siempre Ferry?
- Claro, tonta, ya sabes que siempre te digo que me moriré diciendo tu nombre. Lo que no sé es si estaré contigo, porque tienes un carácter en algunos momentos insoportable.
- No digas eso en estos momentos, ahora lo que quiero es que me beses.
Me volqué encima de ella y la bese con pasión, la acariciaba al mismo tiempo hasta que ella se aparto un poco.
- Mejor paramos Ferry sino acabaremos en comisaría.
Res a la brasa |
- ¿Bien Lydia?
- Sí muy bien, esta tierna, y no sé que le echan por encima que esta buenísimo.
- Es un poco de salsa de especies, que como tiene el gusto del cilandro, lo encuentras sabroso y extraño al mismo tiempo. Se parece al chumichurri que echan al churrasco, esta rico de verdad.
- Yo no pensaba que se comiera tan bien aquí, la verdad Ferry.
- Si es como todo, te acostumbras a estos gustos, aunque la comida de casa la echas a faltar, mira una paellita si que me la comería ahora mismo.
Veíamos el mar desde la mesa, las aguas estaban calmadas, solo un leve susurro de las casi inexistentes olas que chocaban en el malecón rompía la armonía del ruido humano. Que agradable se estaba, a la sombra, esa brisa y la compañía de mí Amorcito, Lydia. Ojala siempre fuese igual, pero este mundo era una irrealidad, volveríamos a España, y nuestra realidad seria otra. No me había hablado de su casa, su madre, sus hijos estábamos perdidos en el mundo, sin querer saber nada de nadie, solo de que algo nos fuese bien, solo eso, no pedíamos más. Lydia estaba preciosa, le había cogido un poco el sol, su piel blanca había roto el color, le sentaba bien, realzaba más sus facciones, que linda era mi Niña, como yo la llamaba a veces. Lydia Bonita era su nombre en privado. Pero me seguía preocupando una expresión que había dicho su madre ¿Es que Lydia no esta educada para eso?, a que se refería su made, algún día sabría la respuesta.
- ¿Quieres algo de postre Lydia?
- Sí algo me tomaría, cogiendo la carta.
- ¿Qué es esto de dulce de lechoza cristalizado?
- Esta bueno Lydia, yo me tomare un dulce de cajuil.
- Es lo que nosotros conocemos por anacardo, es muy suave, aquí todos los dulces están ricos, y por las fotos de la carta, veras que tienen muy buena presentación.
Hicimos el pedido, y lo degustamos. Lydia degustaba cada cucharadita que se ponía en la boca como si fuese una delicia, daba gusto ver como agradecía los nuevos sabores.
- Estaba riquísimo Ferry, que cosa más deliciosa. Pero tú a mí todo esto me lo tenías escondido.
- No es que yo casi no tomo dulces, ya sabes que no me gustan, y me ayuda a no coger peso, que desde que me operaron de joven cuando practicaba fútbol he pillado veinte kilos y no hay manera de quitármelos de encima, y no será que yo no he hecho deporte. ¿Algo más la Señora ?
- No Ferry estoy llena, me parece que no cenare esta noche.
- Pues yo tomaré café ¿Quieres una infusión?
- No gracias Ferry, estoy bien, tomate tu café tranquilo, que se esta muy a gusto, y todavía falta una hora para encontrarnos con Juan Inés. Además esa musiquita suave de fondo me esta haciendo una tarde muy agradable.
Pasado un rato nos fuimos para el hotel, Juan Inés estaba a punto de llegar. Llego a las 18:10, pidiendo disculpas directamente.
- Lo siento Don pero no podía aparcar el camión.
- No te preocupes Juan Inés, solo han sido diez minutos, pero es que vosotros no le dais importancia al tiempo, y sois capaces de llegar dos horas mas tarde sin darle importancia.
- ¿Dime por qué querías vernos?
- Es que vera Don, necesito 3000 pesos para arreglarme los papeles de entrada a EEUU, me quiero ir del país.
- Pero si tú no puedes entrar en EEUU, te echaron y hasta dentro de diez años no podías volver a entrar, no entiendo nada.
Me estuvo explicando, que un tío suyo, que si tal, que si cual.
- Pues yo lo siento Juan Inés, pero creo que quieres engañarme. Si me dices que los necesitas, yo te los dejo, sin más, pero no me engañes.
- Ya se los dejo yo Ferry, dijo Lydia.
- Tu sabrás Lydia, pero no los vas a recuperar.
- Si Don por mis hijos que….
- Deja Juan Inés no utilices ese nombre para algo así. Tu sabrás y tu conciencia te dirá. Lydia no los vas a recuperar.
- Déjame Ferry, que me ha dado su palabra.
Se los dio, a día de hoy no lo ha recuperado. Juan Inés se merecía eso y más, pero no a través de la vía del engaño, no tenia sentido. Finalmente se fue, comentando que en dos o tres días máximo tendría el dinero, evidentemente no hablamos de los vinos que en teoría estaba interesado su tío.
- Te parece mal lo que he hecho Ferry?
- No Lydia, es tu dinero, tu sabrás, pero que sepas que no lo vas a recuperar.
- Pues yo le creo Ferry.
- No te preocupes Lydia, el tiempo dirá quien tiene la razón, pero con esta gente siempre tienes que estar con ojo avizor, si yo no se los he dejado ha sido por algo, el sabe que si noto que me engaña me echo para atrás rápido, venia buscando tu misericordia, y has picado, sin más
- Dejémoslo Ferry que me pondrás de mal humor, por prima que he sido una prima.
- No eres como siempre, la defensora de los débiles, pero esa actitud no te hace más fuerte que ellos, por el contrario te debilita. Cambiemos de tema ¿Una cervecita?
- Sí, y que este bien fresquita.
- ¿Dónde?
- Aquí mismo Ferry, en la taberna del hotel, en la entrada, creo que no cenare nada, estoy llena de la comida.
Entramos en el hotel, y nos dirigimos a recepción para ratificarles que el día siguiente marchábamos y que nos preparasen la cuenta. Estaba el recepcionista y la directora del hotel.
- No se preocupe, como solo tienen el gasto de la habitación el check out será rápido, ya le tendré la factura preparada Don, para que no tengan que esperar.
- Muchas gracias Señor.
- Así que se van mañana, dijo la directora mientras salía del mostrador de recepción y se ponía a nuestro lado.
- Si Doña, le dije, nos vamos. Quizá volvamos un día antes de marchar a España, ya veremos como va todo.
- Pues déjeme que me despida de Vds. ahora porque yo mañana por la mañana no estaré.
Le extendió la mano a Lydia, para despedirse, y a mi me dio dos besos en las mejillas, tan cercanos a mis labios que cualquier movimiento hubiese hecho que se rozasen. ¿Por qué todo aquello? No entendía nada, y tampoco sabia con quien se la estaba jugando, ya que si Lydia se hubiera dado cuenta de algo, habría habido un problema gordo. Cogí de la mano a Lydia y nos fuimos a la habitación.
- Que pendeja la directora ¿No Ferry?
- ¿Por qué lo dices Lydia?
- A mi me da la mano y a ti te besa.
- No hagas caso, igual es su costumbre.
Yo pensaba que manera de comprometerme esa mujer, no tiene sentido, solo he sido educado, nada más, como no haya hecho algo sin darme cuenta que ella haya mal interpretado. Era mejor no pensar.
- Pero tu a la morenita le vas.
- ¿Por qué Lydia?
- Por la forma que te mira, si no estuviera yo aquí, esa hubiera intentado algo contigo, se le nota. Como decimos por España, cuando te ve, la popola le hace palmas.
- Venga, venga no exageres Lydia, que solo soy educado, nada mas.
- Pues igual no esta acostumbrada a eso Ferry.
- Cambiemos de tercio, que esto va a acabar mal. ¿Cenamos?
- No tengo hambre ahora. ¿Podrías bajar al colmadito?
- Sí ¿Qué quieres?
- Compra algo de beber, y algunos snack y lo tomamos aquí tranquilamente mientras vemos la televisión. Podemos jugar a algo si te apetece.
- No es mala idea, pero mejor llamo por teléfono que ellos lo traen, ya sabes las costumbres de aquí.
- También, mientras me daré una ducha ¿Te vienes conmigo?
- No, Lydia, me ducho después de ti que quiero relajarme, y después lo que tu quieras.
- ¿Lo que yo quiera? Has dicho.
- Hay que ver que mal me expreso, pero ya esta dicho, y no me voy a bajar de ello. Sí Amor, lo que quieras.
Mientras Lydia se duchaba, vino el recadero del colmadito con el encargo. Puse las botellas en la nevera y deje las bolsas de los snack encima de ella.
- ¿Quién era Ferry?
- EL encargo del colmadito, Lydia.
- ¿Qué has comprado al final? Saliendo de la ducha y acercándose a mí mientras se secaba.
- Dos botellas de vodka al limón, de esas que te gustan y una jumbo. Patatas, las cortezas esas al limón que te encantan y poca cosa mas.
- Con eso es suficiente, si sobra nos lo llevamos al apartamento.
Lydia deambulaba por la habitación secándose el pelo, y finalmente poniéndose la toalla a la cabeza. Siempre eran los mismos movimientos, cabeza gacha, pelo por encima de la cabeza, enroscaba la toalla en su pelo y cabeza levantada con su moño de ropa, que linda estaba solo con la toalla.
- Pero no me mires así Ferry.
- ¿Cómo Lydia?
- Me miras con pasividad, cualquier hombre estaría derretido y tu parece que yo sea la ultima mona de las que han salido contigo.
- No Lydia, soy así, tu lo sabes. Lo mío son los hechos no las miradas. Mientras caminaba hacia la ducha para ducharme y le daba una palmada en el trasero, que ella ayudo a que llegase de lleno.
- Me parece que me he pasado Lydia, ha hecho demasiado ruido.
- No Ferry, cuando quieras repites.
- Ahora voy, me ducho y hablamos del tema.
Solo salir de la ducha me abalance sobre ella, estaba en la cama estirada viendo la televisión.
- Ha llegado tu león, y tiene hambre.
- Pues dile a mi león que empiece a comer lo que quiera, pero que no me haga daño.
Así lo hice, la tome por tres veces, a cual mejor hasta que volvimos los dos a la ducha nuevamente.
- No me sirve de nada lavarme el pelo, ahora me lo tengo que mojar otra vez.
- No te quejes Lydia, eres un llorica, hace un rato no te quejabas.
- Que no me quejaba.
- Bueno ya me entiendes, eran sensaciones diferentes, aquello era de placer esto es de llorica Lydia.
- Tonto, me dijo en tono socarrón, mientras me abrazaba hacia ella. El agua nos salpicaba a los dos, nos besábamos y acariciábamos al mismo tiempo.
Era un placer estar con Lydia, sabíamos disfrutar de nuestros momentos, y a los dos nos gustaba lo mismo, no teníamos tabúes en absoluto, solo había una frontera compartida y era el dolor, todo lo demás era valido y disfrutábamos de ello. Aun recuerdo cuando rompimos el último tabú que ella tenía, siempre me dijo que me lo daba porque sabía que yo no le haría daño, me agradeció que le hiciese pasar esa frontera.
Fuimos a la cama y nos estiramos.
- ¿Quieres comer algo más Lydia?
- Pues no sé, mirándome la parte inferior del cuerpo.
- Déjalo Lydia, que mañana tenemos que viajar un poco.
- Solo un poquito Ferry.
- No Lydia. No sé porque decía nada. No servia para nada.
Todo finalizo en poco rato.
- Ves esta vez no te has manchado Lydia.
- Que graciosito mi Amorcito, como encima no tienes ni que limpiarte. ¿Sabes que?
- No dime Lydia.
- Es que me faltaba el postre, mientras nos reíamos los dos.
- Y ahora…..
- ¿Qué Lydia? Con cara de asustado.
- ¿Dónde esta mi bracito? Sonreímos.
Le di su bracito como todas las noches que dormía con ella, y nos dormimos. Yo a mi estilo, estilo desmayo ella tardó un poco más como me dijo al día siguiente.
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