jueves, 5 de mayo de 2011

La plantación

Fuimos siguiendo a Juan Inés, y nos metió por Esperanza, hacia su barrio. Yo aquella zona la conocía, había estado en su casa en muchas ocasiones, cuando paró delante de ella. Lydia estaba completamente alucinada, nunca había estado tan dentro de una población autóctona.
Calles estrechas, sin asfaltar y llenas de casas típicas de madera de palma, de un y mil colores. Los afortunados tenían las casas hechas de bloques, como les llaman ellos a esos bloques de hormigón, unos encima de otros y sin pintar, con difícil arquitectura y unidos por una simple argamasa.
Lydia me miro con cara de asustada.

-         ¿Qué hacemos aquí Ferry?
-         Pues no lo se Lydia, es donde vive Juan Inés, pero no tengo ni idea, le pregunto y salimos de dudas.

Baje del coche y me fui para Juan Inés, en el barrio me conocían, enseguida empezaron a salir niños llamando por el apodo que me conocían, el español.

-         Juan Inés, ¿Qué hacemos aquí?
-         Quiero presentarles a mi madre, que cocina bien y podemos comer allí, como ella cocina para el colmadito, si les apetece. Les voy a invitar.
-         No se, preguntare a Lydia.

Lydia me dijo que si había que hacerlo, lo hacíamos pero que estaba intranquila. La serene comentándole que estaba en entorno seguro, que viniendo  con él o conmigo no pasaba nada. Por fin bajo del coche. Un desfile de niños nos seguía, algunos me saludaban. Iba preparado y saque unos cuantos caramelos del bolsillo que les di. Vino corriendo el hijo de Juan Inés al verme, y salto encima mío para que lo cogiese en brazos. Lo cogí mientras lo levantaba y le besaba una mejilla.

-         ¿Qué hace mi campeón?, le pregunte.
-         Jugando con los muchachos. ¿Se va a quedar aquí?
-         No, no puedo voy con tu papá a ver a tus abuelos.
-         La Doña es muy guapa eh Don.
-         Anda pillín, ves a jugar. Lo deje en el suelo, mientras le daba una palmada cariñosa en el culito, mientras le daba un puñado de caramelos.

Llegamos al colmadito que tenían sus padres, pequeño era una prolongación de la casa, con salida a un patio que era común para unas cuantas cabañas de palma. Me pare en la puerta a encender un cigarrillo, mire al otro extremo de la calle, alguien me saludaba con la mano, sentada en el portal de su casa. La reconocí, era aquella lindísima muchacha que su abuela cada día me invitaba a tomar café colado. Me la ofreció por 100 pesos, era como intentaba vivir su abuela, se había convertido en una mujerona, cerré los ojos y aun podía sentir sus gemidos, pero no podía ir a saludarla, como se lo explicaba a Lydia. Fui el primer hombre que conoció, la trate con una delicadeza suprema, Cada día venia a despertarme, Juan Inés lo sabía. Entraba en la cabaña, se desnudaba y se introducía desnuda en mi cama de mosquitera, esa mujercita olía de una forma especial se ponía un ungüento que hacían con una flores autóctonas, siempre tan limpia. Me despertaba lentamente acariciándome con su pechos la cara y cuando abría los ojos, me besaba dulcemente y se entregaba a mí, la verdad es que ya la esperaba, y yo decidía cuando abría los ojos, era maravillosa.

Al final, Lydia me seguía.

-         Vamos a saludar a su madre, que me ha dicho que esta en la parte de atrás.

Pasamos por el colmadito que directamente daba acceso a la cabaña y salimos al patio. Allí estaba la señora cocinando descalza, en unos bidones, y una cocina plana de leña con unos traveseros que le hacían de parrilla, protegida por una canalera de zinc que le hacia de techo. Mire el entorno y pensé Lydia no va a aguantar mucho en este entorno, si aguanta.
Nos presentamos, ella nos esperaba sabia quienes éramos sin habernos visto antes.

-         Es un place conocerles, Juan Inés me ha hablado mucho de Vds.
-         Si Señora, tiene un gran hijo.

Estuvimos hablando de cosas normalitas, familia, niños, país. Mientras yo mire el suelo y vi un puñado de moscas que rodeaban un pequeño charco de agua. Pensé que no lo vea Lydia  si no se pone a chillar seguro. Transcurrió la conversación, era gente humilde pero muy agradable. Mientras tanto, iban pasando gatos, guineas y todo tipo de animales. Lydia aguantaba el tirón.

-         Háganme un favor Don, siéntense en la sala que ahora les llevo la comida.
-         Muy amable Señora. Vamos Lydia.

Entramos en la sala y nos sentamos. Estaba decorada con muebles humildes, pero limpios, no faltaba la enorme cadena de música que casi todo el mundo tiene. Hay dos cosas que en una casa dominicana no falta, una es la música, la otra es el ron.

-         ¿Gracias Lydia por aguantar?
-         No tienes ni idea el esfuerzo que estoy haciendo.
-         Come lo que quieras, pero no lo desperdicies, dale alguna excusa que no te encuentras bien o yo que sé.
-         No te preocupes. Para beber quiero una Cola embotellada sino no beberé nada.
-         Bien, y gracias.

Vino la Señora con una bandeja de comida para que nos sirviésemos lo que quisiéramos. Enseguida detecte que había una cosa que me encantaba, era la carne seca con chicharrón, seguro que Juan Inés se lo había dicho. Lydia cogió algo parecido a una salchicha, era lo mas aparente de la bandeja, la probó e hizo un gesto con la cara como diciendo que no esta mal. Nos trajeron las bebidas del colmadito. Lydia no comió nada más.

-         ¿Qué tal Lydia?
-         No estaba mal, pero de lo que hay no me atrevo a nada más.
-         Tranquila, ahora nos vamos y te compro algo por ahí.

Nos despedimos, agradeciéndoles su hospitalidad, mientras le decía a Juan Inés que nos íbamos a pagar la fianza de la jipeta, que nos acompañase, así lo hicimos. Salimos del colmadito, aquella muchacha seguía sentada en la puerta de su casa. Subimos al coche y arranque, saque el brazo por la ventanilla, dejándolo hacia abajo, paralelo a la puerta, al pasar a su altura la salude con la mano mientras la miraba, ella me contesto con una sonrisa. Lydia no se dio cuenta, iba atareada buscando una emisora en el radio del coche.

Llegamos a la casa de alquiler de la jipeta, deposite la fianza y arreglamos los papeles.

-         Juan Inés, vamos a pasar por las cabañas de tu tío, me buscas a Jhon que quiero verle, después iremos donde teníamos la plantación para que la vea Lydia.
-         Bien Don. ¿Por la noche que piensan hacer?
-         Pues no lo se Juan Inés. ¿Qué quieres hacer Lydia?
-         Lo que tú digas Ferry.
-         Mira Juan Inés, a mi me gustaría ver aquella familia de la plantación de tabaco, el de las montañas, no se ya decidiremos depende como vayamos de tiempo, es pronto pero la noche cae rápido, depende como tenga las pilas Lydia.

Subimos al coche, le pregunte a Lydia si quería comer algo me dijo que no que se había quedado bien. Llegamos a las cabañas, y nos recibió la segunda esposa de Juan Inés, Marta ella hablaba un dominicano muy cerrado, era de Sibao, yo al principio ni la entendía. Se abrazo a mí y su conversación era muy discreta. Nos hizo entrar en la recepción. Nos sentamos. Al rato entro por la puerta Jhon, el haitiano.

-         Ahí Don, cuanto tiempo sin verle.
-         Ven Jhon dame una abrazo. Nos fundimos en un abrazo, Mira te voy a presentar a la Doña. Lydia este es Jhon. Se saludaron.
-         Es muy guapa la Doña, Don, Vd. siempre ha tenido muy buen gusto.
-         Gracias Jhon. ¿Qué haces ahora? Ya no estas aquí.
-         No me fui hace un año, fui para Haití a ver a mi mamá, quería quedarme pero las cosas están muy mal allí, no encontraba trabajo. Ahora estoy ahí, trabajando en la harinera y vivo con una muchacha haitiana Adelaida, es buena muchacha.
-         Si Jhon ya es hora que alguien te cuide un poco.
-         ¿Sabe una cosa Don?
-         Dime Jhon.
-         Ahora canto.
-         Que me dices. ¿Que cantas?.
-         Pues en un poco de regaaeton y de hip hop. Hemos hecho un grupo y damos algunas fiestas, me gano unos pesos. Hemos grabado un CD y lo hemos llevado a la capital para ver si alguien quiere editarlo.
-         ¿Qué habéis hecho una maqueta?
-         No un CD normal, no tenemos plata para tanto. He traído uno con la música. ¿Quiere que cante alguna de mis canciones?
-         Claro que si Jhon.

Jhon le pidió a Marta el reproductor, mientras se maqueaba. Se acerco a un espejo, se peino y se puso sus enormes gafas de sol, vestido con una camisa caribeña y unos tejanos. Se peino con delicadeza.

-         ¿Qué tipo no Lydia? Es maravilloso, que sencillo y lo que me ayudo cuando estuve aquí, siempre tan servicial.
-         Es muy agradable Ferry, se le ve una gran persona.

Por fin Jhon estaba preparado, apretó el play en el reproductor y empezó la música y el espero el tono para cantar. Se esforzaba y la verdad es que lo hacia bien. Cuando acabo le aplaudimos Lydia y yo.

-         Muy, pero que muy bien John.
-         Vd. Don lo dice porque siempre me ha querido mucho.
-         No créetelo Jhon, te lo digo con sinceridad, tendrás que mejorar cosas pero muy bien y tienes una buena puesta en escena, te mueves bien, que para ti es fácil y el tono de tu voz es muy agradable.
-         Muchas gracias Don.

Se sentó con nosotros un rato y estuvimos hablando de sus planes de futuro, era un  momento emocionante para mí, aquel muchacho era increíble, siempre tan atento. Por las noches cuando salía siempre me ofrecía un poco de su colonia que a las muchachas de aquí les gustaba, o un reloj aunque yo llevaba, porque decía que los suyos eran mas modernos, increíble. Era su obsesión los relojes.  Además me proporcionaba de todo. Si alguna muchacha estaba perdida me llamaba a la cabaña y me decía:

-         Don, tengo una muchacha en recepción que no quiero que pase frío.
-         Venga tráela. No creo que fuese una casualidad, pero todas las muchachas que yo ya llamaba “las muchachas del frío” eran espectaculares. Después siempre le daba una propina que él agradecía.

Vino Juan Inés, Marta lo miro celosa, lo metió hacia la zona de control y la oí chillar preguntándole que donde había estado, a lo que el respondía que con su mujer. Pensé que era el momento de irse, apure el café y le dije a Lydia:
-         Ven te enseñare a cabaña donde yo siempre estaba.

Salimos de la recepción cuando paro un coche con una pareja y un niño de unos tres años. Íbamos andando hacia la cabaña, había unos 30 metros aproximadamente.

-         ¿Ferry?
-         Dime Lydia.
-         Pero ¿A que vienen aquí dos adultos y un niño?
-         Pues a lo que vienen todos, al intercambio de flujos corporales.
-         ¿Y el niño?
-         No se, no es la primera vez que lo veo. No se si lo dejan en el coche o lo entran `para que aprenda. Tenia curiosidad las primera veces que lo ví, pero al final lo mejor es no hacerte preguntas que no tienen respuestas., allá ellos. La verdad es que es extraño, pero eso es lo que hay.

Le enseñe a Lydia la cabaña, que fue mi hogar, a tiempos parciales durante dos años.

-         Pero esta no tiene que ver nada con la que estamos, esta es más humilde.
-         Claro Lydia, yo solo quería dormir y tener servicios, con esto tenia bastante y estuve súper atendido, conocí un gran amigo y el resto de gente ya ves como son, maravillosos humanos. Sabes son humanos de esos que tu no sabias que existían y ahora te están dando un panchazo de conocer, que mundo te has perdido durante tantos años, con tus delirios de grandeza. Nos sentamos en la cama.
-         ¿No se te ocurrirá nada extraño no Ferry?
-         No tranquila Lydia, solo quiero recordar.
-         ¿Sabes una cosa Ferry?
-         Dime Lydia.
-         Me has convertido en una extraterrestre cualquier cosa que haga o vea me va a parecer pequeña, que lástima de no conocerte antes y que mis niños no fuesen nuestros hijos.

Nunca le dije que pensaba por las noches cuando le acariciaba el vientre, ese pensamiento nunca confesado. La tumbe en la cama y la bese, acariciándola, diciéndole lo mucho que la amaba, y tranquilizándola porque ella pensaba que ya estaba embalado. Nos incorporamos y le dije de ir a la plantación estaba relativamente cerca, acepto. Salimos fuimos a recepción, le confirme los planes a Juan Inés, nos despedimos y nos fuimos. Jhon se quedó en el margen de la carretera diciendo adiós con la mano y el brazo levantado, yo le correspondía por la ventanilla, mientras lo observaba por el retrovisor. Que gran hombre este Jhon pensaba. Me daba alegría verlos otra vez, pero se me quedaba mal cuerpo cuando me despedía, pensaba que nunca más los vería y eran parte de mi historia.

-         Juan Inés, haremos una cosa, pararemos en la bomba, perdón en la gasolinera que si no Lydia no me entiende, y tomaremos una cerveza fresquita allí, además tengo que poner gas al coche, así aprovechamos.
-         Si Don lo que Vd. diga.
-         Si quieres te puedes quedar allí, y ya entro yo con el coche en la plantación que el camino esta a 200 metros, y es seguro, me conoce todo el mundo.
-         Eso si es cierto Don.

Llegamos a la bomba, que tenía un colmadito con música a un volumen estruendoso, típico de la zona. Nos sentamos en una mesa en el exterior, al fondo se veía el lavacoches, vamos el carwash y la casita donde dormían las bebedoras. A Lydia le llamo la atención que hubiese esas mujeres.

-         ¿Que son esas mujeres Ferry?
-         Bebedoras, Lydia.
-         Que quieres decir.
-         Pues vienen, se sientan contigo y te ayudan a beber, y si les caes en gracias, te las puedes llevar, eso si antes tienes que negociar con el patrón la salida, le pagas unos 200 pesos y te las llevas, Lydia.
-         Vamos sexo puro por toda la isla, ¿No Ferry?
-         Bueno, yo diría que es una manera de subsistir, no molestan a nadie y le alegran la vida a algunos, es una manera de verlo, Nunca he querido meterme en conceptos morales, ni yo tengo la culpa de lo que pasa aquí, ni puedo hacer nada para cambiarlo, bueno algo si, puedes hacer donaciones y ya esta.
-         ¿Qué quieres decir Ferry?
-         Ves ya he hablado demasiado. Mira, nosotros siempre parábamos aquí, el camino de la plantación esta ahí al lado, y nos tomábamos una Jumbo fresquita, era el descanso del gladiador, las jornadas eran duras. Nunca nadie se sentaba con nosotros, yo no quería. Un día vino una chiquita, graciosilla y pensé que podía hablar con ella. Tenia una conversación amigable, me distraía, yo no buscaba nada, incluso le daba su propina y no dejaba que bebiese. Hablando con ella me explico que vivía en Santiago, pero que llevaba cuatro meses allí, trabajando de bebedora, porque su hija esta enferma y necesitaba dinero. Cada día ayudaba a beber unas cuarenta botellas de cerveza, ella sola unos 15 litros de cerveza, y que ya estaba cansada. Y fíjate que el suelo esta seco, no la tiran se la beben, te sirven y se sirven para que se agote antes. Me llego al corazón, no se si mentía, pero me convenció. Le pregunte que cuanto necesitaba, me dijo que 2000 pesos, con eso quedaba solucionado todo. Una noche la vine a recoger, se quedo sorprendida, le dije que se viniese conmigo, que cogiera sus cosas, que la ayudaría. Ella lo hizo de forma discreta, puso su petate en la caja de la jipeta, yo hable con el patrón y le dije que cuanto me costaba la salida, me dio el precio de siempre, se lo pague y nos fuimos. La lleve a las cabañas y la hice dormir sola en una cabaña. Al día siguiente, a la hora que me levantaba, siempre a las seis de la mañana, la lleve a la parada de la guagua que iba a Santiago, me espere con ella hasta que viniese, yo oía un ruido extraño, el que hacen los móviles cuando se agota la batería, ella me había cogido el móvil, no me importaba me deje robar, además el modelo no me gustaba. Vino la guagua, le di el dinero siempre que me jurase que no volvería por aquí, ni haría lo mismo nunca más, me lo juró y se subió llorando a la guagua despidiéndose de mi tirándome besos con la mano. Esa muchacha no volvió por aquí. Siempre que venia después, el patrón me preguntaba por ella, yo siempre le contestaba que no sabía nada. Ves por donde libere a alguien, bueno hice una donación a la moral.
-         Joder Ferry que historia.
-         Si Lydia, es muy humana y gratificante, ya te explicare otras, hay tiempo.

Vino una de las bebedoras a saber que queríamos. Le pedí una Jumbo, con tres vasos. Lo trajo y se fue. Al fondo estaba el patrón y salio de la barra, viniendo para allí, un tipo rudo, con una pistola al cinto y un medallón de oro estilo puertorriqueño. Nos saludamos y recordamos viejos tiempos, al final me pregunto por la mucha, yo le conteste lo de siempre que no sabia nada.

-         ¿Lydia nos vamos a la plantación?
-         Vale Ferry, levantándose de la silla.
-         Tú Juan Inés quédate aquí, te dejo pagada otra cerveza.
-         Gracias Don.

No habíamos llegado a la jipeta, que una bebedora ya estaba sentada con él. Arrancamos, sonriendo los dos por la rapidez de algunos. Enfilamos el camino de tierra que nos dirigía a la plantación, pasamos los pequeños poblados de agricultores, la acequia de riego donde estaban algunos niños desnudos bañándose y al final llegamos a la entrada de la plantación. Lydia no se perdía detalle. El guarda estaba en la puerta. Baje del coche. Le salude.

-         Emilio ¿Como esta Vd.?.
-         Muy bien Don, que alegría de verle.
-         Esta el caporal.
-         No se fue, el Sr. Madera ya se ha ido.
-         ¿Supongo que puedo entrar Emilio?
-         Claro Don esta fue su casa.
-         Quiero enseñarle a la Doña donde teníamos la plantación.
-         ¿Le apetece un purito de los míos Don?
-         Y tanto Emilio, todavía me acuerdo cuando me los comprabas, están buenos de verdad.

Nos abrió la puerta, y me fui a la jipeta con el puro encendido. Subí al coche.

-         Míralo con puro y todo, ya puedes ir con la ventanilla bajada, dijo Lydia.
-         No te preocupes. Están buenos de verdad, este hombre me traía puros cada semana, son parecidos a las brevas y queman bien.

Arranque, y salude a Emilio cuando pasamos delante de él. Empezamos a ver las plataneras de orgánico, los lavaderos donde hacíamos la preparación y después las 2000 tareas que teníamos nosotros. Pare la jipeta y Lydia paseo un poco por una línea de platanera. Al final vino hacia mí, yo me había apoyado en el capo del coche y seguía fumando el puro.

-         Que Ferry, ¿Muchos recuerdos?
-         Un montón Lydia, un motón de recuerdos. Mira por ejemplo allí es donde me mordió la serpiente.
-         Es verdad Ferry, son esos dos puntitos que llevas en el antebrazo izquierdo.
-         Si joder que dolor, me la tuve que sacar yo mismo y sangre bastante. Un lugareño vino enseguida y me dijo que no era venenosa, que me lo curase sin más, pero que estaría tres días con dolores y quizá algo de fiebre. Lo pase mal durante un par de días, y mejore de repente. Pero la herida me dolió durante algunas semanas. Otro animal que encontrábamos mucho, y tenias que ir con cuidado, eran las cacatas, son una especie de tarántulas venenosas, podrías encontrarlas entre los racimos o en la palma, había que ir con cuidado.

Lydia se acerco a mí, y ya no se separo ni un momento, hablar de animales le daba pánico.

-         Mira esto era un trabajo duro. En dos días había que preparar el embarque. Contrataba a unos cuarenta dominicanos y diez haitianos. Los dominicanos para lavar y tratar los plátanos y los haitianos para cortar. Lo nuestro era el plátano macho. Había que cortarlos cuando estuviesen a medida, ya que garantizábamos que el tamaño era el jumbo, el resto era desecho que vendíamos a lugareños. Las neveras eran de treinta y tres mil kilos, eran un montón de plátanos, por lo tanto había que ir a ritmo, y el ritmo casi lo marcaba yo. Recuerdo una partida que faltaba una hora para que anocheciese, y faltaban plátanos. Me lleve a Francis y la cuadrilla de haitianos en dos camiones y le dije a Francis lo que teníamos que hacer y en que tiempo. Mira los haitianos cortaban las palmas que parecían samuráis con los machetes, cortaban a la ida y a la vuelta, fue un espectáculo. En media hora los teníamos cortados y a la hora estaban encajados, una pasada, el Cónsul me dijo que era un milagro, yo le dije que eran mis cojones, que las cosas se hacían así.
-         ¿Y que hacías con ellos Ferry?
-         Se cortaban las manos y después uno a uno. Se lavaban en el lavadero y se trataban con una solución de limón, para cicatrizar el corte y que no madurasen. Depuse ya solo quedaba encajarlos, y encajarlos uno a uno tiene su gracias, si no sabes hacerlo no te caben en la caja para que de el peso. Aunque lo más alucinante que me paso aquí, fue cuando me invitaron a una fiesta vudu haitiana, que pasada.
-         Cuenta Ferry, cuentamente.
-         No en otro momento Lydia, ven vamos para fuera poco a poco, que ya es tarde.


Solo pensaba que empezaba a hacer el sol y los mosquitos vendrían de repente, había que salir de allí, rápidamente. Cogimos la jipeta y fuimos saliendo a cierta marcha, le enseñaba el comedor de los obreros, la zona de carga y el almacén donde dormían los haitianos, donde Juan Inés y yo jugábamos con Frederic, el bebito haitiano. Salimos saludamos al guarda y nos fuimos a recoger a Juan Inés  a la bomba.

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