jueves, 19 de mayo de 2011

Reserva de Juan Dolio

Llegamos al hotel, estaba el recepcionista en el mostrador, un hombre amable.

-         Buenas noches.
-         Buenas noches Señores.
-         Le quería hacer una pregunta, me han dicho que en Juan Dolio hay unas playas maravillosas y es muy tranquilo, ¿Lo conoce Vd.?
-         Ahí sí, sí que lo conozco, en maravilloso, para pasar unos días de tranquilidad. Tengo allí un amigo italiano, que compro un edificio de apartamentos, poquitos, seis o siete justo encima de la arena que son unas maravilla.
-         Hombre tan cerca no estarán, le comente.
-         Mire Vd. Don si están cerca, que desde el balcón se puede tirar al mar. Nos reímos los tres.
-         ¿Sabe Vd. que precio tiene?
-         No Don pero no son caros, son más baratos que este hotel, mire yo si quiere Vd., le llamo y le hará un buen trato.
-         Pues sí, si me llama ahora hablo con él y negociamos.

El recepcionista marco el número de teléfono, Lydia se fue a la habitación tenia una urgencia.

-         Mire Don le paso, ya sabe que le recomiendo yo.
-         Buenas tardes, con quien hablo.
-         Miguel Don, soy Miguel el dueño de los apartamentos.
-         Mire es que queríamos pasar tres o cuatro días en esa población, y el recepcionista nos recomienda a Vd. ¿Qué precio tienen por día?
-         Son baratos para Vd. Don, les haremos un precio especial, mire por día serán treinta dólares americanos.
-         Explíqueme como es el apartamento.
-         Mire tiene dos grandes habitaciones, una cocina office por si quieres cocinar algo rápido, nevera, televisión y aire acondicionado. Les daré uno que da a la parte de atrás, directamente al mar, con un balcón grande por si alguna noche quieren cenar en él.
-          ¿Es su último precio?
-         Sí Don ya le estoy haciendo una rebaja, por ser quien es la persona que me ha llamado, si no el precio sería de veinte dólares más al día.
-         Bien, hagamos una cosa yo le llamo más tarde y le confirmo la fecha de entrada. Por cierto ¿Tiene cama de matrimonio el apartamento?
-         Sí Don no se preocupe, y un sofá amplio. Todo es muy limpio, pasamos limpieza diariamente en los apartamentos.
-         Le llamo más tarde, hasta luego, colgando el teléfono.
-         Muchas gracias, le dije al recepcionista, entiendo que el Señor es de fiar.
-         Ahí sí Don, sino no le recomendaría.
-         Muchas gracias, bajo luego a llamar a su amigo.
-         Hasta luego Don.

Subí a la habitación entre diciendo “Alo, Alo”, costumbre que se me quedo desde el primer viaje.

-         Hola Amorcito estoy en la ducha. Fui hasta allí y corrí un poco la cortina.
-         Vaya, vaya, si te duchas sin ropa.
-         Pero que tonto eres Ferry, cierra que vas a llenar todo de agua.
-         Como Vd. quiera Doña. ¿No querrá la Doña que le frote la espalda?
-         Bueno Ferry, a ti hoy no te para ni los hombres de Harrelson.
-         Yo creo que vas a necesitar ayuda Lydia, mientras me quitaba la ropa y me introducía con ella en la ducha.
-         Esta ducha es muy estrecha para los dos Ferry, no es como en casa.
-         No te preocupes Lydia, que acabamos pronto.

Sí, acabamos pronto. Lydia se quedó secándose el pelo, yo me tumbe en la cama a descansar un poco viendo la televisión.

-         Me parece que ya tenemos apartamento Lydia.
-         Sí, que me dices tan rápido, apagando el secador y quedándose en la puerta del baño. Explícame.

Le explique la conversación que había tenido y que solo faltaba reservarlo.

-         Que te parece, le digo que mañana o pasado.
-         ¿Por qué pasado?
-         Si quieres dar una vuelta por Santo Domingo, no sé.

En ese momento llamo Juan Inés, miré el móvil y aparecía su nombre.

-         Hola Juan Inés.
-         Hola Don ¿Van a estar Vd. mañana en la capital?
-         Pues la verdad es que no sé todavía.
-         Mire Vd. Don, es que ahora trabajo en una maduradora de plátanos y cada día bajo con el camión a la maduradora, me gustaría verles.
-         ¿A que hora bajas? Juan Inés.
-         Sobre las seis de la tarde, hice un gesto con la cabeza hacia Lydia buscando su aprobación.
-         Dile que sí Ferry.
-         Sí Juan estaremos mañana aquí, te esperamos, pero no tardes más de esa hora, que yo sé lo que es la hora dominicana, si llegas más tarde no nos encontraras, salvo que avises.
-         No se preocupe Don, ya sé que a Vd., le gusta la puntualidad.
-         Bien hasta mañana Juan Inés.
-         Adiós Don.

Cerré el móvil y lo deje en la mesita de noche.

-         ¿Qué quería Ferry?
-         Pues la verdad es que no lo sé, como no traiga noticias de su tío, sobre los vinos. No sé mañana lo veremos. Ahora tenemos que hacer planes para mañana.
-         ¿Podemos ir a ver el monumento de Colón?
-         Sí Lydia es buena idea.
-         Pero que tranquilo estas no, ahí tendido en la cama, como Dios te trajo al mundo, con su televisión, su cigarrito ¿Qué más le hace falta al Señor?
-         ¿Te lo digo o te lo explico? Lydia.
-         No, no me lo expliques, que ya lo has hecho en la ducha, pero me voy a tumbar un rato contigo en la cama, correré el riesgo.
-         Tranquila Lydia, el monstruo esta dormido.
-         Como si eso fuese una garantía. Para mí no las es, por experiencia.

Se tumbo a mi lado en la cama, mientras fumábamos unos cigarrillos y hablábamos de las visitas a los distribuidores, Jacinto tenia buena pinta, quizá podríamos cerrar algo con él.

-         Sabe que Lydia, voy a llamar a ese tipo de Juan Dolio y le reservo el apartamento para tres días, de momento, siempre podemos alargarlo más.
-         Si me parece bien Ferry.
-         Pues me visto y llamo desde recepción.
-         No te vistas Ferry, ponte una camiseta y una toalla, ya vas bien.
-         No Lydia mejor me visto.

Me vestí ligero, una camiseta, unas bermudas y baje a recepción, no iba a correr ningún riesgo más. Estaba el recepcionista y la directora.

-         Buenas tardes.
-         Buenas tardes Don, contestaron ambos.
-         Puede Vd., llamar nuevamente a su amigo, que haré la reserva, dirigiéndome al recepcionista. La directora me miraba muy fijamente, con una leve sonrisa.
-         Sí, como no Don, ahora mismo, marcando el número de teléfono.
-         Alo, dije, el Sr. Miguel.
-         Dígame Don.
-         Mire resérveme un apartamento para tres días, con entrada pasado mañana ¿Hay algún problema?
-         No Don le esperamos. ¿Ordena alguna cosa más?
-         No, muchísimas gracias, ha sido muy amable, colgando el teléfono. Todo solucionado, dije al recepcionista, mañana será la ultima noche que dormiremos aquí, si necesito habitación antes de marcharme a España, ya les llamare.
-         Es un placer tenerle en el hotel Don.
-         Son muy amables Vds. Me gire para irme cuando oí.
-         ¡Don!, ¡Don!, era la directora que me llamaba.
-         Sí dígame Doña.
-         Me gustaría hablar con Vd., un momento en mi despacho.

Se me levantaron todas las alarmas, podía decir no, que hubiera sido lo natural, pero había que dar la oportunidad a una disculpa.

-         Sí como no conteste, fuimos a su despacho y cerró la puerta.
-         Mire Don, me preocupa la imagen que se pueda llevar Vd., de mí.
-         ¿A qué se refiere?
-         Al incidente de la toalla que tuvimos, Don.
-         No se preocupe, fue una situación extraña para los dos. La directora, llevaba una blusa semitransparente, para poder con el calor, y una faldita corta, la verdad es que estaba bonita. Me di la vuelta para abrir la puerta y marcharme, la situación no era cómoda para mí, con los antecedentes que habían.
-         No espere, no se vaya, me gustaría brindar para que tengan un feliz viaje de vuelta.
-         Bueno si lo cree conveniente. ¿Cómo va acabar esto? Me preguntaba, yo sabía lo que iba a hacer, que era salir corriendo, a Lydia no podía serle infiel, y la situación tenia todas las marcas que iba por ese camino. La directora abrió una pequeña botella de cava, y la sirvió en dos copas.
-         Hace calor ¿No? Don, mientras se desabrochaba dos botones de la blusa.
-         Pues la verdad es que se esta bien, dando un paso hacia atrás.

La directora se acercaba a mí, me paso una copa de cava, y la alzo para brindar.

-         ¿Por qué quiere brindar Doña? Ella mantuvo las copas juntas en el aire, pensando que iba a decir.
-         Para que la próxima vez que venga, no me diga que no.
-         Lo siento Doña, pero me parece que se confunde, y no sé de donde saca Vd., que puedo ser capaz de ser infiel a mi pareja. Lo lamento pero no brindare con Vd., y si me disculpa, abriendo la puerta, me voy. Quédese con mis respetos Doña, dejando la copa encima de la mesa.

Me fui hacia la habitación con celeridad, llame a la puerta, con nuestro toque acostumbrado.

-         Hola Ferry, has tardado más hoy.
-         Si he llamado al tipo de los apartamentos, y ya están reservados, entramos pasado mañana, tengo la dirección y el teléfono, no hay pérdida.
-         ¿Quién te ha atendido?, el recepcionista.
-         Si Lydia el recepcionista, estaba solo. Cualquiera le decía que estaba la directora. Lydia tenía un sexto sentido para esto, sabia de mis comportamientos y detectaba cuando estaba nervioso por circunstancias especiales. ¿Cenamos?
-         Sí, podríamos repetir donde ayer.
-         A mí no me importa, hay suficiente oferta para no aburrirse Lydia.
-         Me visto y nos vamos Ferry, espérame abajo si quieres, tómate algo.
-         No Lydia mejor me espero aquí a que acabes.
-         Que día mas rarito llevas Ferry, si te hubiera dicho que me esperases me hubieras dicho lo contrario, hay veces que no te entiendo Ferry.

-          Será el clima Lydia, este calor, ya sabes estoy mayor, riéndome.
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