viernes, 6 de mayo de 2011

La agenda de la Blackberry


-         Lydia, es tarde, con estas historias, se ha ido pasando el tiempo y hay que dormir. Mañana cuando despierte lo primero que haré será llamar a Juan Inés para ver a que hora ha quedado con su tío.
-         Buena idea Ferry, así planificamos el día, y podemos hacer un poco lo que nos de la gana, que pasado mañana tenemos que ir a la capital y después al resort que ya tengo ganas de volver a ver ese ventilador y tu puntería. Lydia se levanto del sofá e iba quitándose piezas hasta llegar a la cama.
-         ¿Qué haces Lydia?
-         Voy a tomar una ducha, a quitarme el sudor del día, y de paso me relajo un poquito los músculos, Ferry.
-         Pues yo me meto en el sobre ya.
-         ¿Cómo que en el sobre Ferry?
-         Si, vamos en la cama, que falta gente.
-         Pues más te vale que te duches también Ferry.
-         Bueno, ¿Si me enjabonas la espalda?
-         Ven anda que ya tengo el agua abierta, venga que sino después cojo frío.

Nos duchamos los dos, se iban alternando caricias con limpieza, acabamos y salimos abrazados de la ducha.

-         ¿Que Ferry, apetece el aparatito ese?
-         Cual ¿El caballo sexual?
-         Si Ferry, yo nunca he estado en uno.
-         Ni yo Lydia, pero una cosa es la cama que esta extremadamente limpia, y otra cosa es eso, que vete a saber quien se ha montado ahí.
-         Pues le ponemos unas toallas, y ya esta.
-         Bueno eso es otra cosa.

Fui a coger las toallas y las dispuse en el caballo. Ella, de pie junto a mi mesita de noche, mostraba agitando en la mano levantada, el preservativo de color negro.

-         Ferry es un buen momento para estrenarlo.
-         Por mi encantado, vamos a romper el chapeaux noir, coge la crema también, le dije.

Fue una locura de experiencia, la verdad es que ayudaba a unas poses increíbles y sobre todo sin esfuerzo, Lydia pasaba del gemido al chillido, y a mi las sensaciones destruían las pocas neuronas que podían conservar mi control. Ella solo hacia que mirarse en el espejo, yo la cogia del pelo y la tiraba hacia atrás. Lydia estaba con los ojos abiertos otra vez.

-         Bueno Lydia misión cumplida, besándole la espalda.
-         Ay mi Ferry del alma, eres una máquina Amor, te pagaría cada vez que lo haces.
-         Al final te cobrare, venga a ducharse y a dormir que mañana hay que hacer algo.

Nos dormimos como siempre, la frase era habitual ¿Dónde esta mi bracito? Se durmió casi al instante, la tormenta había cesado y había un silencio absoluto. Meditaba pensando que ojala el tío de Juan Inés estuviera tan interesado como decía él, yo lo dudaba, pero bueno había que verlo, sino lo intentaríamos de otra manera, quizá buscando distribuidores o de otra forma, algo haríamos. Le acaricie el vientre, con el eterno pensamiento, y me fui durmiendo lentamente.

A la mañana siguiente nos despertamos tranquilamente, esta vez no nos esperaba nadie, por lo tanto el despertador del móvil no sonó. Lydia se despertó primero, y me hice una jugarreta, pasó sus piernas por encima de mí y mirándome fue pasándome sus pechos por la cara mientras susurraba la palabra Amor, hasta que me despertó. La cogí de la cintura y la acabe de volcar hacia mí mordisqueándole los pechos, Lydia reía.

-         Pero bueno Lydia, un despertador así es lo que quiero cada día, el móvil es muy aburrido.
-         Tú te lo mereces todo Amor, dijo Lydia. Y ahora…
-         Y ahora, nos levantamos, nos vestimos, y nos pegamos ese doble desayuno tan habitual, al final nos van a salir plumas de tantos huevos. Reímos los dos.
-         Llama a Juan Inés, así planificamos Ferry.
-         Si es verdad, ahora mismo Lydia.

Cogí mi móvil dominicano y marque el número, la cita sería a las 17:00. Quedamos en encontrarnos en una cantina de Esperanza que yo conocía.

-         Bueno ya está, hasta las cuatro de la tarde estamos libres.
-         Bien, podemos dar una vuelta después de desayunar ¿No Ferry?
-         Si como quieras, tenemos tiempo.

Nos vestimos, mientras solicite el desayuno, al final estaba apagado y el café me cargaba las pilas por la mañana. Desayunamos y fuimos hacia el lugar de costumbre para el desayuno fuerte. Nuestra mesa ya estaba reservada, Tomás tenia esa deferencia.

-         Buenos días Don, buenos días Doña, girando la cabeza en cada saludo. Les pongo lo de siempre.
-         Si, a la Doña si, pero a mi pones esa mezcla de carne salada, ya tu sabes Tomás.
-         Si Don no se preocupe. Tomás se fue.
-         ¿Eres un cobarde Ferry?
-         ¿Por qué, Lydia?
-         Has cambiado sin avisar Ferry.
-         No es que yo se que a ti no te gusta, bueno es aquello que hay allí, si tu ves que lo coge y lo sirve no te lo comerías, pero yo se que está bueno, por eso lo hago. Si quieres pido para ti.
-         No Ferry, ni te atrevas que me quedo sin desayunar. Lo que si quiero que me compres, que he visto, en el colmadito tienen caco para disolver en la leche, lo llevaremos en el coche para emergencias y cuando nos vayamos se lo damos a alguien o lo tiramos, es barato.
-         No te preocupes Lydia dalo por hecho.

 











Tomás trajo los platos con el pedio. Lydia miro el mío.

-         Pero te vas a comer eso Ferry.
-         Claro Lydia, para eso lo he pedido.
-         Pues no me hagas ni un comentario, sino sacare el desayuno, hazme un favor la próxima vez, avísame.
-         ¿Por qué?
-         Me pondré en otra mesa. Solté una carcajada.

Yo me reía de los asquitos de Lydia, pero ella estaba aguantando el tirón. Pensaba que tendría más problemas, pero no se había amoldado a la situación. Se lo deje claro el primer día cuando sobre la una del mediodía se puso pesadita con comer y comer, y le dije que aquí no hay horarios, que se come cuando se puede, y que se fuese acostumbrando que éramos adultos, no niños. Desde entonces no había problemas.

Había que ver con que ansia se comía los huevos, ni hablaba, mojaba el pan, y le duraba un plis plas. Yo mientras iba degustando el sabor de aquella carne seca que juntaba con mi cerveza esta vez. Había tiempo para tomar café.

-         Bueno eres la campeona de los huevos fritos, te han durado tres minutos. Lydia reía con ganas.
-         Es que me gustan mucho, y no se como los hacen que están riquísimos.
-         No se Lydia, debe de ser el aceite de coco, con el que cocinan.
-         ¿Aceite de coco?
-         Si claro aquí el aceite de oliva es un lujo Lydia, solo los ricos lo toman, y los de la clase media va con un frasquito al colmadito para que les vendan un poco. Llevas ya varios días comiendo con ese aceite y no te has dado cuenta, y mira que el sabor es diferente, pero este también es agradable, no es tan nutritivo pero es agradable. Bueno yo voy a tomar café.
-         Pues yo no, que no tienen lo que a mi me gusta.
-         Mira te puedes pedir unos cariñitos de guayaba o también unos churumbeles, son dulces, y Tomás los hace muy buenos.
-         ¿Y si no me gustan Ferry?
-         Siempre estamos igual, con tus limitaciones en el paladar, pruébalos que están ricos Lydia. Mira yo he viajado por casi todo Centro América y Norte América, y siempre que he ido he intentado probar lo típico del país, para comerme una paella ya tengo a tu madre. Soltamos unas carcajadas enormes. El peor plato que he comido fue en Viena, cuando trabajaba en la multinacional alemana, un postre donde ponían las ciruelas con piel, y tenias que ir sacando la piel con los dedos, la gente de allí se pirraba por ello. La desgracia que tenemos es que somos de un país donde se come muy bien, pero todo esto esta delicioso también, no hay que hacerles ascos.
-         Bueno pídemelos tú Ferry.
-         Te pido uno de cada, y si te gusta repites, ¿OK? Asintió con la cabeza e hice el pedido a Tomás.
-         Pero que rico esta esto Ferry.
-         Lo ves mujer incrédula. ¿A que te comerías un par más?
-         Pues si, Ferry.
-         Venga que se haga. Solicite a Tomás el pedido.

Lydia los saboreo con creces e incluso llego a insinuar de llevarse algunos a España, a lo que no accedí, no estaba dispuesto a viajar con alimentos que después tienes problemas en las fronteras. Lydia estaba complacida, se le notaba, tenia una expresión de felicidad.

-         ¿Algo mas la Señora? Con una gran sonrisa
-         No caballero contesto, mientras me devolvía la sonrisa.
-         ¿Dónde vamos?
-         Pues no se, el entendido eres tu Ferry.
-         A ver Lydia, aquí hay poco que ver, podemos bajar hasta Santiago de los Caballeros, eso es otra cosa, hay centros comerciales, puedes comprar recuerdos o algo para ti, si quieres, y podemos ir a visitar El Monumento a los Héroes de la Restauración, damos una vuelta, picamos algo allí, o de camino aquí, entonces ya será la hora de entrevistarnos con el tío de Juan Inés.
-         Pues vamos que ya tengo ganas de chafardear algo en los almacenes.

Cogí la autopista de Duarte y al buen rato llegábamos a Santiago. Yo conocía esa ciudad, había estado varias veces, por unas cosas u otras. Conocía un Coronel dominicano que había estado haciendo cursos en España, el estaba casado con una española y un día me invito a su casa y pude degustar comida de mi país en su país. Llevaba seis meses sin venir a España.

Decidí, que por la hora que era lo mejor era ir a un centro comercial primero y la lleve al más grande de Santiago. Ella esperaba grandes diferencias con Europa, pero no las había, el único cambio era el uso que utilizaban en la megafonía para anunciar las ofertas. Lydia quiso ir a la sección de mujeres, vaya invento había hecho yo que no soporto las esperas de los probadores.
Estuvimos como una hora en el almacén y al final le dije:

-         Venga Lydia que necesito aire, vamos a ver el monumento y luego buscamos algo para comer. Es la una del mediodía.
-         Que rápido pasa el tiempo, espera me pruebo este y ya esta.
-         Si pero que sea el último, Lydia.

Cumplió, se probó el último vestido, acabo de tomar sus decisiones y nos fuimos.

-         Me lo he comprado por si vamos a algún sitio, tú tienes el traje pero yo no me he traído nada.
-         Tranquila no pasa nada, Lydia.


Vimos el monumento y decidimos comer por el camino, que el tiempo apretaba y a mi no me gusta llegar tarde. Al final a las 17 horas estábamos en la cantina donde había quedado con Juan Inés, que nos dijo que su tío nos esperaba en una casa que estaba construyendo. Le seguí hasta la casa. Cuando vi el lugar de reunión, ya sabia que no íbamos a hacer nada. Nos bajamos de la jipeta Lydia y yo, mientras tomamos las muestras.

-         ¿Pero donde vamos a tener la reunión Juan Inés?
-         Aquí mismo Don, sígame.

Me subió hasta la azotea, allí estaba su tío, nos saludamos, ya nos conocíamos de otras ocasiones.

-         Como estas, Rufino.
-         Bien Gracias contesto él.
-         ¿Es aquí donde vamos a tener la reunión?
-         Si, si no te importa.
-         Bueno cogeré una teja para sentarme, dije.

Yo había tenido localizaciones extrañas, por mi trabajo, no siempre los clientes tenían súper instalaciones, pero esta se llevaba la palma, estaba en una azotea, sentado en una teja y con las muestras encima de otras tejas. Ni a Alfred Hitchcok se le hubiera pasado por la cabeza un escenario como este.

A pesar de todo fui profesional y solté mi discurso de las excelencias del producto, y de la oportunidad que significaba. Lydia me miraba alucinada, como podía estar dando ese discurso en unas condiciones de ese tipo.

Al final el sol se puso y ya no nos veíamos con lo que decidimos acabar la reunión, y si estaba interesado se pondría en contacto conmigo. Nos despedimos y nos fuimos con Juan Inés a tomar una cerveza, en algún lugar tranquilo, que seria difícil de encontrar, ya que la mayoría tienen a tope la música.

-         Bueno Juan Inés, ¿Realmente tu tío esta interesado?
-         Si, si mucho Don.
-         Pues, discúlpame, pero yo no lo diría. No insistiré, y te lo digo por la amistad que nos une. Si le interesa ya me llamara, tu ya sabes como soy yo, y en tu tío no veo una oportunidad.

Juan Inés comentaba que si estaba interesado porque él conocía al jefe de compras del hotel de Julio Iglesias y de algún otro resort y que veía una oportunidad de negocio. Yo pensaba solo es cháchara y nada mas, no hay seriedad, estamos perdiendo el tiempo. Al final nos despedimos y quedamos que los recogeríamos donde Tomás para bajar a la capital. Nos fuimos, camino de la cabaña.

-         Pon la radio Lydia, que me distraiga.
-         Estas cabreado, ¿No?
-         Pues si. A mi no me importa trabajar, pero perder el tiempo si que me fastidia. No tiene sentido todo eso, vamos en mi vida había tenido una reunión en un sitio como ese, es una locura. Si lo se no voy.
-         Tranquilízate Ferry, ya esta, ya veremos en la capital.

Llegamos a la cabaña, yo no estaba par muchas fiestas. Saque todas mis cosas de mis bolsillos, como siempre, la cartea, los móviles, las llaves de la jipeta, vamos todo y lo deje en la mesilla de noche. Me dirigí al baño cuando mi móvil sonó, el móvil español.

-         Mira tu Lydia, el móvil que suena no es el de aquí, no vaya a ser que pase algo, aunque no parece una llamada.
-         Si Amor ahora lo miro.

Cogió el móvil y puso cara de furia.

-         Pero que esto Ferry.
-         ¿El que? Lydia.
-         El móvil dice “Adiós Lydia Bonita”, como recordatorio.
-         Pues no se, déjamelo.

Mire el móvil, y resulta que en el mosqueo de Barajas, yo introduje un mensaje y sin darme cuenta tenia repetición, y esa repetición era hoy.

-         Pero que es esto Ferry, celebras que te cabreas conmigo y…..

Bueno, la que me monto, no admitió mi error y tuve que aguantar un chaparrón monumental, increíble lo que salía por aquella boca, no insultaba, pero todo eran despechos. Al final se sereno y fuimos a dormir, esa noche no me pidió el brazo. Desde aquel día cuando pongo un mensaje en mi Blackberry, me aseguro que no tenga repetición y muchas veces que no tenga sonido.

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