domingo, 15 de mayo de 2011

El Ascensor

Llegamos a Barcelona, recogimos el equipaje y Lydia no decía palabra. Tome un taxi y la deje allí, en el aeropuerto, ya iría a su casa cogiendo otro taxi si quería, menudo fin de fiesta me había dado.

Estuvimos una semana sin vernos y sin llamarnos. Aproveche para ver mis amigos más íntimos, incluso reestablecer el contacto con un amigo de la infancia que era psicólogo, Jaume. A todos mis amigos, a los íntimos, tres en un total les explique mi experiencia y les pedía su opinión. Enrique me dijo que no hacia mucho había estado con una mujer parecida y la dejo por que lo estaba destruyendo y que por lo que le explicaba yo iba por el mismo camino.

Mi grado de desolación era total, tenía unos sentimientos profundos hacia esa mujer, la amaba, pero no soportaba la ira y la soberbia, era más fuerte que yo. Mis principios morales se basaban en las enseñanzas y experiencias como individuo en mi periodo de socialización que generó mi personalidad, y siempre me habían inculcado que dignidad si hay que tener pero el orgullo, la vanidad, la soberbia no conducían a nada, absolutamente a nada solo a problemas de relaciones personales. La soberbia es el peor de los pecados capitales porque comprende todos los demás.


El encuentro con Jaume fue algo diferente, nos conocíamos desde la infancia, éramos de la misma edad aproximadamente, vino con su mujer Pilar. Jaume lo hizo de forma profesional, muy profesional, me invito a su casa incluso para tener unas sesiones privadas sin coste, ya que a todos los discursos que me daban siempre respondía lo mismo “Pero es que yo la quiero”, con ello solo conseguía hacerme daño, no aceptar el consejo, y como es evidente yo no podía ser objetivo conmigo mismo.

Estuve en casa de Jaume, me lo hizo muy cómodo, tanto él como su mujer. Tuvimos dos sesiones de hora y media, en el plazo de dos días. Su discurso fue lapidante.

-         Déjala o te destruirá Ferry. Toma el consejo por lo mucho que te aprecio.
-         Lo se Jaume, es difícil aceptar esa realidad, pero al mismo tiempo pienso que yo la puedo cambiar.
-         Mira Ferry, no has tenido una relación de convivencia todavía, habéis tenido algo parecido pero sin llegar a ese nivel. Imagínate ese tipo de comportamiento rodeada de los suyos, se incrementara por mil, y que vas a hacer entonces, saldrás huyendo, te harán llegar al maltrato o tomaras alternativas contra ti mismo. Plantéatelo muy seriamente, peligra tu salud mental si continuas. Ahora te costara pero remontaras en poco tiempo, hazlo y no te arrepentirás, caso contrario solo tú dominaras tu destino pero no será bueno. Te lo aseguro, por lo que me has contado, será el camino que vas a seguir.

La verdad es que no se alejaba mucho de los consejos que había recibido de mis otros tres amigos. Ellos sin duda podía verlo de forma objetiva, yo seguía pensando que podría cambiarla, solo habría que encontrar el estimulo para hacerlo.

Oficinas en Barcelona
Algo tenia claro, yo no la llamaría, ya llamaría ella si quería saber algo de mí, o hablar conmigo. Había vuelto una vez después de un ataque de histeria, y mira como me fue.

Llame a la oficina, ya estaba nuevamente en el país y disponible para trabajar, me comentaron que el viernes pasase como siempre que me darían un cliente. El lunes salía de viaje, como de costumbre, fue el martes por la noche, a la hora acostumbrada que recibí la llamada.

-         Si
-         Hola Ferry.
-         Hola Lydia, como estas.
-         Estoy muy bien Ferry.
-         ¿Qué te pasa Lydia?
-         Me acuerdo mucho de ti.
-         Y yo también Lydia.
-         Siento mi comportamiento al final del viaje.
-         Más lo siento yo, pero da igual Lydia, eso ya es pasado y no se puede cambiar.
-         Me gustaría verte cuando vuelvas.
-         No se si es adecuado Lydia, deberías recapacitar sobre todo lo que paso, y no porque el tiempo me haya dado la razón pero ha pasado más de una semana y todavía no hay noticias.
-         Me lo imagino Ferry, pero tengo ese pronto, ese mal pronto.
-         Si Lydia pero deberías controlártelo, todos tenemos nuestro carácter y no vamos por la vida dejando cadáveres.

Estuvimos más de media hora y el dialogo no avanzaba.

-         ¿Ferry?
-         Si dime Lydia.
-         ¿Tú me quieres?
-         Más que a nada en este mundo Lydia, pero me lo haces pasar mal, y no se si me compensan unos ratos con otros, la cosa empieza a estar difícil y no estoy para niñatadas, de verdad, ya sabes lo que digo “Estoy mayor para algunas cosas”.
-         ¿Nos vemos el viernes? Tengo que bajar a cobrar comisiones.
-         Si nos vemos por allí, si quieres, Lydia.
-         Adiós Amor.
-         Adiós Lydia.

Fueron pasando los días hasta llegar el viernes, no me llamo ningún día más. Me estaba esperando fumando en la puerta del edificio donde estaba ubicada la oficina, me vio pasar con el coche y se dirigió al parking. Allí me espero.

-         Hola Lydia.
-         Hola Ferry, me dijo dándome un beso en los labios que yo no correspondí.
-         ¿Qué tal estas?
-         Bien Ferry, me he alegrado mucho de verte, cogiéndome del brazo.

Fuimos hacia el ascensor y subimos en él. Toco el botón del piso Lydia pero en vez de apretar el tercero, apretó el décimo.

-         Te has equivocado Lydia.
-         No, no me he equivocado, es para que tengamos más tiempo en besarnos y recordemos viejos tiempos, acercando su cara a la mía.
-         Creo que nos es bueno Lydia, deberíamos hablar antes, esto no se arregla con tres besos, esto se arregla hablando. Lydia se abrazaba a mí.
-         Venga Amorcito.

La cogí, la bese.

-         Pero tenemos que hablar Lydia. Yo esos tipos de comportamiento no los soporto, somos adultos y como tal nos debemos comportar, a veces se gama y otras se pierde, tenemos que aceptar unas y otras, sin más.
-         Si Amor, pero bésame otra vez. Lo hice, con bastante más efusión que la última vez, incluso acariciándola.

Llegamos a la planta diez, y apretamos para el piso tercero. Despache en la oficina y nos fuimos.

-         ¿Qué me invitas a comer Ferry?
-         Si, como no. ¿Algún sitio en especial?
-         Podríamos ir a Canyelles, te parece bien Amor.
-         Vamos para allí, Lydia.

Estuvimos en nuestra mesa de siempre con la sonrisa de la dueña del restaurante al entrar, que nos la ofreció nada más vernos.

-         Ahora que estamos un poco más relajados, me gustaría saber ¿Por qué tuviste ese posicionamiento el último día, Lydia? Vaya viajecito me diste.
-         Es que yo me había hecho ilusiones, y me hubiera quedado.
-         Pero a que, Lydia ¿Quedarse para que?, hay una cosa que no depende de nosotros, que es la fecha de la vista y no podemos estar allí a ver si llueve, por decir algo. Habrá que volver cuando salga, y eso es más y más dinero.
-         Siempre con el dinero.
-         Mira disculpa que te lo diga así, pero al final es mi dinero, no me importa gastarlo pero si me importa tirarlo.
-         Bueno, que mañana vengas a comer a casa, mi madre te invita.
-         Gracias.

Pasamos un fin de semana normal, siempre que tenia los niños su madre me invitaba a comer, así podíamos estar juntos. Me excuse de la tediosa partida de Magic de Candido, alegando dolor de cabeza.

El lunes como siempre marche de viaje, La Coruña esta vez, pasaba del calor al frío, por momentos. El martes recibí una llamada del Cónsul, por fin el Fiscal le había puesto fecha a la vista, seria en quince días. Por fin tendríamos el juicio en la capital, ahora venia lo difícil iba solo o me llevaba a Lydia. Para la vista podía ir solo, para los vinos era mejor que fuésemos los dos, pero decidiría sobre la marcha, aunque sin mucha demora porque había que sacar los billetes.

Cuando me llamo por la noche.

-         Hola Amorcito.
-         Hola Lydia, como estas.
-         Bien Ferry, ¿Qué tal el cliente?
-         No tiene dinero y tiene un montón de problemas, vende a centros públicos y como sabes cuando se acaba el presupuesto no pagan, con los préstamos que va cogiendo para seguir funcionando y los gastos financieros…., bueno pero no me has llamado para eso.
-         No quería saber como estabas.
-         Bien y preocupado al mismo tiempo.
-         ¿Por qué Amor?
-         La calidad de los clientes ha decrecido de una forma impresionante, y eso que a mí me dan de los mejores, este país  esta mal, se avecina una crisis importante, los empresarios están ahogados por completo, nos vamos a comer el boom inmobiliario, seguirán las de automoción, turismo y toda la empresa auxiliar de estos motores económicos, lo vamos a pasar mal de verdad, hay que empezar a pensar algo, algo diferente, porque esto no creo que aguante mucho. El dinero no corre, en tiempo de crisis incluso la gente puede a llegar a ahorrar más, por la incertidumbre, si ahorran la demanda baja y por el contrario la oferta no se acomoda al mismo ritmo que la demanda. Vamos a dejarlo que parece que te de una clase de economía. Pero mira que lo están haciendo mal este gobierno, aunque otro tampoco se lo que haría.
-         No te preocupes algo haremos. Yo ya no salgo no hay trabajo para todos, Ferry.
-         Ya lo se Lydia, de los quince analistas que éramos ya solo salimos cuatro o cinco. Por cierto me ha llamado el Cónsul.
-         Explica Ferry, que te ha dicho.
-         La fecha es para dentro de quince días.
-         Ya se lo que estas pensando.
-         ¿Dime?
-         Que pérdida de tiempo si nos hubiéramos quedado.
-         Es que ya no quiero hablar de ese tema, pero es cierto Lydia.
-         Me llevaras contigo ¿No?
-         Pues es algo que quería hablar contigo, porque no quiero más confusiones, y no creo que el teléfono sea el medio adecuado, mejor lo hacemos en persona. Ven al aeropuerto a buscarme, te llamo cuando facture.
-         Me parece bien Amor.
-         Hasta mañana Lydia.
-         Adiós Amor, y que tengas suerte, firma el contrato.

Hice lo planeado, al llegar al aeropuerto me estaba esperando, donde siempre.

-         Hola Lydia.
-         Hola Amor. Toma conduce tú.
-         No Lydia llévalo tú como siempre que vienes a recogerme.
-         ¿Qué vamos a tu casa?
-         No nos vamos a tu apartamento, he dejado los niños con mi madre, así no tienes que ir arriba  y abajo, que debes estar cansado, cenamos algo y dormimos.

Iba sentado en el asiento del acompañante y mi costumbre de acariciarle la pierna. Lydia llevaba una falda de terciopelo marrón con unos ribetes, que sabia que me gustaba. Mi mano subía cuando me di cuenta que no llevaba nada.

-         Ferry o paras o paramos el coche, que me pones que pierdo el sentido.
-         Perdona empiezo y no me doy cuenta, saque la mano.
-         Pero tampoco es eso, ni tanto ni tan poco, acaríciame pero quédate en la frontera, no ves, ya debo llevar la falda mojada.

Comimos algo y llegamos a casa.

-         ¿Quieres tomar algo Lydia?, en la nevera tengo algo fresco.
-         Si una cero, si tienes Ferry.
-         Si creo que quedan.

Nos sentamos en la mesa.

-         Bueno ahora podemos hablar Ferry.
-         Si, tenemos todo el tiempo del mundo, pero estoy cansado. ¿Tú quieres venir?
-         Claro que si.
-         Mira yo había pensado una cosa. Deberíamos hacer una visita a la cooperativa de Vilafranca del Péneles, coger más muestras y catálogos, incluso que preparen diferentes composiciones como el Semi Dulce, que solo se fabrica por encargo, y allí puede tener éxito, les gustan las bebidas dulces. Después del día de la vista, podemos trabajar con los distribuidores, después nos quedamos cuatro o cinco días de vacaciones, retirados del mundo, no se donde.
-         Me parece buen plan Ferry.
-         Pero me has de jurar que no se repetirá ese comportamiento.
-         Si no te preocupes Ferry.
-         Lydia que me conozco, y si pasa algo así soy capaz de dejarte allí, que ya somos adultos.
-         No te pases Ferry.
-         No me paso Lydia, tu no moderas tus actitudes, modéralas que yo lo hago con las mías, la vida me ha enseñado, y tu parece que no aprendes.

Me abrazo y me beso. Fuimos a dormir y desfogamos nuestra pasión.

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