Me estire en la cama, reflexionaba sobre todo lo que había pasado desde que estábamos en el nuevo piso y porque estábamos allí, no se estaba cumpliendo nada, seria como imposible llevar a termino ningún proyecto conjunto de grupo, ya que familia ni podíamos ni quería ser. Lydia estaba obsesionada con los niños, pero estaba dispuesto que si no cumplía su promesa la dejaría sola, ya estaba cansado. La inutilidad que había generado en ellos la retenía por completo.
Solo faltaba el ex, metiendo mierda constantemente, y Lydia me hizo acompañarla a la policía local para pedir una orden de alejamiento, a lo que la policía le contesto que no podían hacer nada porque realmente no había hecho nada, solo estar en la calle. Miraron su ficha policial y ya esta, fue el mensaje de la policía.
Seguían con su guerra eterna, eso si los dos enarbolando el estandarte de “Son mis hijos”, y los hijos, sobre todo Candido, haciendo el papel de “niño de divorciados”, generando dependencias aquí y allí para llamar la atención. Empezaba a notar que iba a ser imposible. Sí la palabra imposible, la que no existía en mi diccionario, de repente apareció y en mayúsculas, pero no me rendiría a la primera, no lo haría.
Ellos dos, tanto Lydia como su ex jugaban a todo lo que no deben jugar una ex pareja con hijos: desacreditaban a el ex cónyuge ante los hijos, los utilizaban de mensajeros, a Lydia lo que le predominaba eran sus intereses, o sea vivir mantenida, el resto tampoco lo cumplían ya que inicialmente los cambiaron de colegio porque el ex dejo de pagar la pensión y se debía, pasaron a la pública, y ahora por la pelea con lo padres. Bueno eran una venganza personal de uno contra el otro.
- ¿Qué haces Ferry?
- Viendo la televisión Lydia.
- Anda ven y dame unos besitos que estamos solos.
- Ven tu Lydia que estoy cómodo estirado aquí.
Lydia subió a nuestra habitación, se quedó en pie al lado de las escaleras.
- A ti te pasa algo Ferry.
- No, Lydia no me pasa nada.
- Te noto extraño Ferry, avanzando hacia mí.
- No, Lydia solo cansado, nada más.
Se sentó a mi lado en la cama y me acariciaba.
- Venga Ferry anímate.
- Joder Lydia estoy animado, de verdad no me pasa nada, me estoy distrayendo que llevamos unas semanitas para escribir una nueva historia de la humanidad.
- ¿Son mis hijos, no?
- No Lydia, en realidad es todo, esto no funciona. Y cuando algo no funciona se ve desde el principio, no hace falta esperar mucho, porque las actitudes que ves, son para perpetuar los problemas no para solucionarlos.
Hubo un gran silencio, después de mi frase, hasta que Lydia engraso la situación. Ella siempre me decía que había llegado a su vida como una ola, como esa canción de Roció Jurado, pero ahora era un maremoto dormido.
- Anda vístete y llévame al cine.
- Venga vamos a ello, le conteste.
Vinimos del cine directamente a casa.
- ¿Te ha gustado la peli, Ferry? Se nota, has pegado una dormida de la hostia.
- Estaba cansado Lydia, pero la verdad es que era mala de cojones, ya sabes cuando me aburro me duermo en el cine.
- Entonces estas descansadito, ¿No Ferry?
- Sí, pero no me apetece nada Lydia. La mire a la cara directamente y le repetí “Nada en absoluto”. Llevaba un cabreo interno descomunal, Lydia me estiraba de la lengua, le decía las cosas pero no era capaz de manifestar ninguna proposición de cambio. Esperaba un milagro, caso contrario estallaría, me lo notaba, tenia la mochila llena por completo. Estaba empezando a decir tacos, y cuando digo tacos es que la erupción esta cerca.
Nos metimos en la cama, y como siempre me pidió el bracito, dormimos tranquilamente.
Domingo, venían unos monstruos llamados niños, de estar con su padre, veríamos que comida de coco traerían. Llamaron al interfono, Lydia bajo a recibirles.
- ¿No bajas Ferry?
- No Lydia, son tus hijos recíbelos tu.
Entraron los niños, bueno los niños, entraron peleándose, cualquier motivo era suficiente, que yo he entrado primero en la portería, no que he sido yo, que ritmo más aburrido, descorazonador.
Cenamos, tuvimos ese agradable momento de cenar. Las niñas estaban bien enseñadas no traían chismes, sabían que en un entorno ellos hablarían de su padre y en el otro de su madre, pero siempre en el entorno adecuado. Candido no, solo por destacar traía cuentos, y estaba claro que si los traía también los llevaba, con lo cual le tenía total desconfianza.
- Mamá, Mamá, ya estábamos en la cena del Mamá, Mamá, Papá dice.
Lo interrumpí en seco.
- Mira Candido, tú sabes que yo tengo una hija, ¿No?
- Sí Ferry.
- ¿Me has oído hablar en público, o te he explicado algo de mi hija?
- No Ferry.
- Pues tú haz lo mismo, tu Padre en esta casa no existe. Tu quiere a tu padre, que para eso es tu padre, pero no traigas cuentos aquí de tu padre, ni nombres a tu padre. Si tu padre quiere algo, que llame a tu madre. ¿Te queda claro?
- Sí Ferry.
Lydia puso mala cara, peo si fuese por ella no avanzábamos aunque nos empujasen.
Joder, lo había hecho yo, y era trabajo de Lydia, que mal me sentía, mal de verdad. Lydia no estaba haciendo su trabajo, no nos unía, a ella ya le iba bien tener dos grupos, así era la reina con sus hijos, y si estaba esperando que yo le hiciera la pelota al niño lo llevaba claro, eso no pasaría nunca, ya lo intente jugando aquellas partidas estupidas de cartas Magic, nunca había jugado a algo tan aburrido, y todo por acercarme a él.
Los días transcurrían de forma monótona, más de lo mismo todos los días, uno detrás del otro, y cada día un trauma con los colegios, que si soy popular, que si no lo soy, que no tengas las mismas amigas que yo, desgastador.
- Bueno Lydia, deberíamos empezar a pensar que plan estratégico vamos a seguir por la zona, si visitar primero Gestorías, o despacho profesionales.
- Es que yo estaba pensando..
- ¿Qué Lydia?
- Que me voy a quedar unos meses en casa Ferry, hasta que los niños se acostumbren.
- ¿Pero de que se van a acostumbrar Lydia? Si tu cada día les sigues el drama, en vez de darles normalidad, solo te falta ponerte a llorar con ellas, si no les hicieras caso no pasarían estas cosas. Mucha importancia le das tú, a algo que no la tiene, tu “Democracia estúpida”, te lleva hasta ese lugar. Demasiada paciencia tengo yo con todo esto, estoy hasta las pelotas. Cogí y me fui a comprar tabaco, era la única manera que no explotase del todo.
Cuando vine, fue la guinda del pastel. Lydia sentada en el sillón del salón, y Candido estirado en el brazo del sillón, en posición fetal, en equilibrio, y abrazadito a su madre.
- Lydia te he dicho mil veces que no quiero veros así, no es bueno para nadie.
- Pues a mi no me molesta Ferry.
- Bien Lydia, maravilloso ejemplo que das como madre. Sabes que te digo, que me tienes hasta los mismísimo huevos, te quedas ahí, sola con tus hijos, y en particular a tu hijo te lo metes por el mismo sitio que lo sacaste o sea por el puto coño.
-
Lydia aparto al niño y me siguió por las escaleras hasta el piso de arriba.
- ¿Te crees que es normal lo que me has dicho Ferry?
- Sí Lydia, te mereces eso y un puñado más de cosas, que por respeto a tus hijos no te las he dicho, pero ahora te las puedo decir. Lydia eres una puta traidora, eso es lo que eres, me has engañado sin más, soy tu puta victima emocional, solo eso, tu a mi nunca me has querido. El que te da una oportunidad de vida nueva, el que busca tu compromiso de futuro, vas tú y lo traicionas.
- No Ferry.
- Déjalo Lydia, ya la has cagado suficiente, vete abajo a acariciar a tu hijito, o hazle una pajita, vete a la puta mierda Lydia.
Lydia, se bajo llorando, yo hice mis maletas y también baje pasando por delante de los niños. Había un silencio sepulcral. Deje las maletas en el suelo, y señalando a Lydia, que ocultaba su cara entre las manos.
- Lamento niños, que hayas sido testigos de esta escena, no es mi estilo, pero tenéis una madre que es una traidora. Hasta nunca Lydia.
Abrí la puerta, llame al ascensor y me fui, si me fui del puto purgatorio, donde no debería haber ido nunca. Como dije antes, no ha de pasar mucho tiempo para darte cuenta que te has equivocado, y no tiene sentido seguir la mentira, ninguno, pagaría un coste económico de mi error, pagar un año de alquiler, pero no pagaría mi coste sicológico, no estaba dispuesto a mas engaños, más rabietas, más soberbias, a tanta falta de compromiso, no, no y no quería vivir así.
Era el 13/10/09 faltaba una semana exacta para el cumpleaños de Lydia.
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