sábado, 11 de junio de 2011

Boda en Gerona


Iban avanzando las semanas, y nada destacable, la rutina continuaba, buscando trabajo, llamando a unos y a otros, yendo a recoger a los niños al colegio y conviviendo todos juntos.
La situación no era fácil, aunque no tenia problemas, no me encontraba a gusto realmente, era un alto coste el que estaba pagando por estar con Lydia, solo el Amor que le tenia me daba fuerzas de seguir adelante, las disputas de los niños eran insoportables. Lydia tenia una manía que no conducía a nada, era lo que yo le llamaba “democracia estúpida”, siempre les pedía opinión a los niños, para todo, que evidentemente con la falta de responsabilidad y la poca aportación de esfuerzo que tenían esos niños, nunca aportaba nada.

-         Ferry, me pagaras los billetes de avión para ir a Emiratos, dijo Noar. Quiero ir a mi país y después ver a mi hijo, quiero despedirme de todos.
-     Mamá si se lo dices así, te va a decir que no. Mira Ferry lo que quiere decir mi madre, es que si puedes cargar en tu tarjeta de crédito y ella te da el dinero ahora.
-    Sí como no, al principio me había asustado, claro, déjeme que mañana vaya a la Caixa y amplié el tope de la tarjeta.

Así lo hice, finalmente les reserve los billetes por Internet, saliendo a principios de Julio y volviendo para el 12 de Septiembre, justo acoplado al inicio del colegio de los niños.

Se iba acercando la fecha de la boda, yo no volví a decirle nada a Lydia sobre ir a comprar ningún vestido, ya se apañaría ella, tanta soberbia me rompía la moral.

-         Mira Ferry, me dijo Noar que vestido hemos comprado.
-         Bonito, contesté.
-        Es para Lydia, aprovechando que hemos ido al hospital a visitarme, hemos parado en Sitges y lo hemos comprado. ¿Esta bien, verdad?
-         Sí le quedará bonito, además como es a finales de Junio ira fresquita.

La semana pasó y Lydia no me dijo nada, yo tampoco pregunté. Llego la fecha de la boda, reserve un apartamento en Palamós para el fin de semana, iríamos el viernes, la boda era el sábado y volveríamos el domingo al mediodía.
Hicimos la maleta del fin de semana, yo cogí uno de mis trajes para la boda, no sabía que tipo de boda tendríamos pero no iba a ser una boda normal, eso lo tenia claro.
Lydia cogió el vestido, y teniéndolo colgado de la percha, dijo:

-         Mira lo que voy a llevar. Me quedé mirándola.
-         Bonito.
-         No vas a decir nada más Ferry.
-         Que quieres que diga, bonito. ¿Ya lo tenías, supongo?
-         No lo compré el otro día con mi madre. ¡Los vestidos me los compra mi madre!

Tonito irónico el de Lydia, me daba lo mismo, un vestido que se había perdido, a ver si aprendía, pero me parecía que Lydia no aprendía ni a garrotazos, su soberbia la llevaba siempre a esa espiral de destrucción, pero conmigo no le iba a valer.
Playa de Palamós

Llegamos a Palamós, estaban de Fiesta Mayor, el aparhotel estaba una calle por encima del paseo de la playa, en la playa había como dos kilómetros de diferentes atracciones. No estaba mal, una cama de matrimonio, un buen baño, una piscina agradable.

-         Bajamos un rato a la piscina Lydia.
-         Si, me pongo el bikini y bajamos.

Estuvimos un rato en la piscina, el sol empezaba a bajar, entable conversación con el socorrista preguntándole referencias para ir a cenar, me dijo tres o cuatro sitios. Me estuve distrayendo con esa conversación, Lydia seguía acida y no tenia ganas de hacerle la pelota a nadie. Me estaba cansando de verdad de ese comportamiento. Subimos a la habitación, el sol ya no calentaba.

-        Podemos ir a cenar al puerto, el socorrista me ha dicho de un par de sitios, y la playa esta llena de feria, será agradable.
-         Sí pero fíjate que esta empezando a chispear Ferry.
-         Cogeremos el coche, así caminaremos menos.

Cogimos el coche, craso error, había un embotellamiento increíble, finalmente entramos en el parking después de más de media hora en la puerta, era imposible aparcar en ningún sitio, eso sí en silencio con el único sonido de la música que salio del radio.
Parking Municipal

-         ¿Donde cenamos Ferry?
-         No sé, vamos paseando por la acera, y algún sitio que veamos. Cerré el coche y empezamos a andar. Mira allí hay un restaurante pizzería.
-       ¡Si me sacas a cenar y vamos a una pizzería! Los vestidos me los compra mi madre. Se soltó de mi mano.

Ya estábamos, la guerra había estallado, yo no había dicho que cenaríamos pizza, solo que había una pizzería que también era restaurante, se veían dos comedores grandes repletos de gente de mediana edad, por lo tanto no comían pizza. Lydia se había montado otra película de ella, pues igual que se la había montado que se la desmontase, me aburría de verdad, era lamentable que con todos los problemas que había se dedicase a minar de discrepancia las relaciones. Llegamos a la puerta, no le dije nada y entre.

-         ¿Cuántos son?
-         Dos para cenar.

Tardaron un poco, Lydia se sentó en un butacón de la entrada, yo me paré en la puerta a fumar un cigarrillo. Que situación más desagradable, si estuviéramos en casa me hubiera ido, que asco me daban las personas así. Nos acomodaron en una mesa, finalmente vino el camarero a tomar el pedido.
Restaurante (Flecha - Arrow)

-         ¿Ya lo saben los Señores?
-  Sí, creo que sí. Lydia pidió primero.
-         Bueno como toca pizza me tomaré una cuatro estaciones, Ferry.

Lydia insistía en su estupidez, con lo inteligente que era y seguía con su posicionamiento.

-  A mi tráigame, unas costillas de cabrito rebozado con guarnición de champiñones, gracias. Perdón un vino de la tierra y una botella de agua.
-         Gracias Señores, en breve les serviré.

Lydia se había quedado sorprendida con mi pedido.


                          MÚSICA DE FONDOBACKGROUND MUSIC

-         ¡Yo pido pizza y tú te pides un cabrito!
-    Mira Lydia tu has pedido pizza porque te ha dado la gana, yo en ningún momento te he dicho que comieras pizza, te he dicho que había un restaurante pizzería. Los problemas te los generas tu solita, por lo tanto te los arreglas tu solita, que me tienes cansado de tus bobadas. Cuando se sale se sale, pero tendrías que ser consciente que no hay ingresos, que hay que hacer un regalo, un viaje, un hotel, y que cuando salimos a comer y cenar no pueden ser cuentas de ochenta euros cada vez, bueno si pueden ser si las pagas tú, yo no tengo problemas, pero tu comportamiento es egoísta e irresponsable. Pero hoy toca cenar bien, tu has escogido amargarte, pues adelante sigue con tu actitud y disfruta.

Lydia se callo, no dijo nada, supongo que se dio cuenta que había metido la pata hasta el final. Trajeron el pedido, Lydia miró mi plato, yo vi la pizza que le habían traído, a ver si aprendía. Que yo tuviera que estar dando lecciones a mi pareja, no lo entendía en absoluto, a una persona de cuarenta años, algo había fallado por el camino en la maduración de aquella persona, pero la quería, solo eso me animaba a seguir hacia delante.

-         Sabes Ferry, a mi los champiñones me gustan mucho.
-         Coge de mi plato Lydia, yo no me los acabare.

Lydia fue picando de mi plato, yo levante el plato y le serví el resto de los champiñones.

-         ¿Y tu que ahora, Ferry?
-         No te preocupes, ahora pido media ración para ti, comete esos que tanto te gustan. Le pedí al camarero la media razón, la trajo y se la di entera a Lydia, sonreía Lydia en ese momento.
-         ¿Cafés Lydia?
-         Sí pídemelo tu Ferry.

Fuimos a dormir, mañana a las dos teníamos la ceremonia. Nos arreglamos al día siguiente y fuimos para ese pueblo. Al final lo encontramos, era una pequeña masia con jardín, con el anuncio todavía de restaurante.

-         Creo que es aquí, por lo que me explico Javier. Voy a aparcar en el jardín.
-         Vaya sitio Ferry, debe ser el restaurante masia que explicaba Xavier.
-    Supongo, lo vamos a descubrir en seguida, aparcando el coche en el jardín. Salio Xavier y su mujer a recibirnos. Nos dimos dos besos.
-         ¿Como estáis Xavier? ¿Nerviosos?
-         No, nos hemos casado esta mañana en el juzgado, ahora haremos la parodia aquí, pero ya estamos casados.
-         Os felicito nuevamente Xavier, cogiendo a la novia y dándole dos besos.
-       Quedaros por aquí Ferry, ir tomando algo, falta por llegar bastante gente. estáis colocados en la mesa todos los compañeros juntos, tu, Lydia, Pepe, Gabriel y su esposa.
-         Gracias Xavier, así estaremos en buen ambiente.

Había unas mesas en el jardín, nos sentamos allí, poco a poco iba viniendo la gente y nos íbamos saludando. Vino Pepe y se junto a nosotros, después Gabriel con su esposa, que sorpresa la esposa de Gabriel para un hombre tan pesado como él. Al final estaba yo con la madre de la novia, cortesía pura, eran un matrimonio alemán que habían estado unos años explotando la masia como restaurante, ahora ya habían decidido jubilarse, no se habían vestido para la ceremonia, su madre manifestaba que a ella no le hacia ilusión la boda, no entendía nada. El padre con una camiseta, que parecía blanca, y haciendo el tonto por allí, no había visto nada parecido.

Se hizo la ceremonia en el jardín, con los consiguientes aplausos y vítores de la gente, pasando al convite. Cogí de la mano a Lydia y entramos en la sala, era una masia típica, una entrada estrecha, un preámbulo de salón y el salón, con dos puertas, salidas por los laterales. Encontramos nuestro sitio, Lydia estaría entre Pepe y yo, y Gabriel y su esposa enfrente de nosotros. Que calor hacia, increíble, teníamos además unos focos de luz que nos enfocaban directamente, era insoportable.

El menú del convite nefasto, jamás había comido tan mal. El novio solo en la mesa, con sus jefes del trabajo, y la única que lo acompañaba era su madre. La madre de la novia bailando con una amiga, daban una imagen increíble, pero el padre era la guinda, iba comiéndose los cigarros, si lo que acabáis de leer. Se acercaba a un fumador, le soltaba el discurso de que fumar es malo, cogía el cigarrillo, lo mantenía en los labios, le daba la vuelta y se lo comía sin tocarlo, no había truco. Que barbaridad ¿Dónde estábamos? Pobre Xavier, donde se había metido.

Me salí fuera de la sala a fumar, más bien a tomar el fresco, Lydia salio detrás de mí.

-         ¿Que haciéndote el ofendido?
-         ¿Qué dices Lydia?
-         ¿Que montando el numerito, Ferry?
-       Que borde eres Lydia, no hay otra contestación posible, tengo calor. Acaso tu no tienes calor, mira como estoy, me saltan las gotas de la frente.

Lydia tenía ganas de montarla, y sin duda que no me iba a quedar atrás, estaba cansado de su actitud negativa. Volví a entrar y vacié el resto de las copas en una copa vacía, para servir cava fresco, con la mala suerte que al servirlo di un golpe a la copa y se volcó, todo el líquido fue a parar al traje de Gabriel. Joder lo que había hecho, estaba atrapado entre la disculpa y la risa. Cogí una servilleta e intente limpiar un poco a Gabriel.

-         Joder lo siento Gabriel, de verdad, como te he dejado el traje por Dios.
-         No te preocupes Ferry, decía su esposa, lo llevaremos a la tintorería.
-         Es que le tienes manía, decía Pepe en tono gracioso, solo hacia falta que metiese leña, las relaciones mías con Gabriel no eran buenas, por lo pelota que era, y mira por donde le había volcado una copa enterita encima, accidentalmente, pero había pasado.

Bueno no tenía mucho sentido quedarse más, jamás había visto una boda como aquella, decidí que era hora de irnos, además nos habíamos quedado sin tabaco. Nos despedimos de los novios, agradeciéndoles su amabilidad, puse mi mano dentro de un bolsillo de Xavier, dejándole el regalo económico.

-         No hace falta Ferry, entre tu y yo no hace falta esas cosas.
-         No te preocupes Xavier, es nuestro presente, disfrutarlo en el viaje.

Nos fuimos. Paramos a comprar tabaco y tomar algo de forma relajada.

-         ¿Vaya boda Ferry?
-       Nunca había visto algo así, me lo explican y no me lo creo. Debe ser cultural, como son alemanes. Pero yo conozco algunos  de cerca, he estado quince años trabajando con ellos, y no son así, estos deben ser especiales. Me sonreí, la verdad es que no había otra opción.
-         ¿Cuánto le has dado?
-         Y que más da, se lo tenía que dar, me gusta quedar bien.
-         Seguro que te has pasado Ferry.
-         Es cosa mía Lydia.

Ya había determinado una cifra, y es la que tenia para cualquier boda de compromiso, trescientos euros por cabeza, por lo menos pagar los menús y algo más, lo único que en esa boda, podías pagarla entera, vamos latas de mejillones, embutidos malísimos, da lo mismo, lo importante es que había visto a Xavier contento, era suficiente para mi.
Fuimos a dormir, a la mañana siguiente cuando me levante Lydia dormía. Me asee, y Lydia no despertó, me fui al restaurante del hotel a desayunar. Desayune tranquilamente, leí la prensa y al cabo de una hora subí a la habitación. Allí estaba Lydia enfuruñada otra vez, vaya rachita la de Lydia, estaba atrapada en la estupidez.

-         ¿Ya te has despertado Lydia?
-         Si es evidente.

Pase de ella, me senté en la terraza a tomar el sol, ella se iba arreglando, y al final salio a la terraza.

-         ¿Dónde has estado?
-         Desayunando.
-         ¿Me podías haber despertado, Ferry?
-         Estabas durmiendo muy a gusto, no tenia sentido. Todavía puedes desayunar.
-         ¿Me acompañas?
-         No Lydia, baja tú y desayuna.

Se fue dando un portazo. Que la consumieran las tonterías, pensé. A ver si todavía voy a pillar por ir a desayunar, vaya bobadas las de esa muchacha. Me empezaba a preocupar como pensaba en ella, desaparecía la parte afectiva y eso no me había ocurrido nunca, algo me estaba pasando, quizá ya era el hastío de su comportamiento. Entro Lydia en la habitación.

-         ¿Nos vamos Ferry?
-         Sí, ahora mismo.

Recogimos las cuatro cosas y nos fuimos. Me sabia mal la situación, y como siempre, mi gran error, quise arreglarlo, la lleve al centro de Palamós y tomamos algo en la terraza de un bar, le propuse borrar el fin de semana y bajar el lunes. Lydia seguía con la tontería del vestidito, vamos como un niñito enfermo de tres años, ya era suficiente.

Siempre me quedaba la duda, si hacia bien en intentarlo, quizá debería darle una lección de honor que aprendiese, pero tenía la sensación que Lydia estaba llena de frustraciones, no apreciaba nada de los demás. Cogí el coche y nos dirigimos a Barcelona, estábamos circulando y note como Lydia cogía el cambio de marchas y lo movía. Pare el coche en la cuneta inmediatamente, dando un gran frenazo.

-       Mira Lydia, si vuelves a tocar las marchas de la hostia que te dé te arranco la cabeza. Eres una irresponsable, podíamos haber tenido un accidente o destrozar el automático. Por cierto baja los pies de la guantera que si tenemos un accidente saldrás por delante del coche. Tu es que no respetas nada, claro como no tienes nada, así te va por la vida.
-         Ábreme la puerta que me bajo aquí.
-       No Lydia tu aquí no te bajas, yo te cogí en tu casa y en tu casa te dejare, no soy ningún irresponsable como tu. ¡Estas enferma Lydia! Nadie en su sano juicio haría lo que tú haces, irresponsable es lo que eres, cogiéndola de la solapa de la blusa. Ahora puedes hacer lo que quieras, menos bajarte, me hablas no me hablas, pero eso si una estupidez más y te acordaras de mi para toda tu puñetera vida, me tienes hasta los mismísimos cojones.

Llegamos al pueblo, el viaje fue durito, además tardamos más de la cuenta debido a que era la hora que retornaba la gente de la Costa Brava, un viaje de dos horas y media se convirtió en uno de cuatro, que agonía.
Aparque en la puerta de su casa, saco sus cosas del maletero del coche, y subió primero. Yo también abrí el maletero, únicamente para verificar que no hubiera dejado nada, deje mis cosas allí. Me iba, había tomado la decisión. Lydia había encontrado mi límite, y con ella había tenido una paciencia que jamás la había tenido con nadie, pero lo del fin de semana era lo que rebosaba el vaso.

Subí, me abrió su madre llorando, Lydia deambulaba por el salón chillando “¿Dónde están mis joyas? Me fui a la habitación, recogí mis cosas, las puse en la maleta, fui al sofá donde estaba su madre sentada, con las manos en la cara llorando.

-     Lo siento Noar, pero su hija es insoportable, no sé puede convivir con ella, y he tenido una paciencia increíble, pero no aguanto más, tiene un verdadero problema de carácter.

Su madre se quitó las manos de la cara, las lágrimas corrían por sus mejillas en abundancia. Se abrazó a mí por la cintura, le acaricie la cabeza.

-         Lo siento de veras Noar, me alegro de haberla conocido, si necesita algo llámeme, no puedo hacer más. Despídame de su esposo.

Se levantó y me besó en la mejilla, mirándome a la cara, esa mirada decía mucho, sabía como era su hija, ya me lo había dicho alguna vez, sabía que yo había hecho un gran esfuerzo. Me separe de ella, di media vuelta y me fui. Lydia se había refugiado en su habitación, su bunker de la soledad que ella había creado por sus problemas de relación con los demás.

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