Entramos en la habitación y la verdad es que estaba cansado, el spa muy bonito pero esos masajes de burbujas te dejaban machacado, seguramente era por exceso de uso. Me senté en la cama.
- No haces cara de muy despierto Ferry.
- No la verdad es que el spa me ha dejado machado, supongo que hemos estado demasiado tiempo en el horizontal, te relaja al principio, pero de da una paliza importante, te sale después.
- Si yo estoy algo parecida, Ferry, mientras Lydia se iba desnudando.
Puse la televisión, haciendo zaping salio un programa de esos de entrevistas, Lydia se aseo y vino a la cama, estirándose desnuda a mi lado, apoyando la cabeza en mi brazo.
Cama Habitación |
- Hola Amorcito.
- Hola mi Niña ¿Qué se explica mi morena?
- Pues que lo vamos a pasar mal Ferry.
- ¿Por qué?
- La cama no es de matrimonio, son dos camas juntas, con una colcha Ferry.
- Déjame tocar. Es verdad hay travesero, joder que mal. ¿Debes de estar clavándotelo?
- Pues sí, estoy incomoda Ferry. Anda aséate y ven.
- Sí voy a asearme y dormimos.
- ¡Ah no! Que tenemos ese invento que has comprado.
- Toma ábrelo a ver que es exactamente.
Cuando vine del baño, Lydia lo tenía en las manos, era un aro elástico con un diminuto cilindro horizontal.
Anillo Vibrador |
- Vamos que es eso, Lydia.
- Sí, pero no consigo ponerlo en funcionamiento.
- Déjame a ver. Estuve investigándolo y al final tenia una pequeña lengüeta que se estiraba de ella y empezaba a vibrar. En teoría el aro elástico debía rodear mi miembro y el cilindro pequeño debía frotar su zona erógena, estimulando ambas partes.
- Venga Ferry, ¿Lo estrenamos?
- Claro que sí Lydia, pero va a ser difícil meterlo ahí.
Empecé a acariciarla, esos preludios que tanto me gustaban a mí hasta tener a Lydia excitada, esperando que hiciera lo que ella quería. Cuando ya decidí que era el momento pare para colocarme el artilugio, la verdad es que yo no necesitaba ninguna ayuda para mantener la erección, era más para incrementar el estimulo en ella, y creo que tampoco hacia falta. Empezamos la parte seria de la función, cuando llevábamos algunos minutos, le pregunte a Lydia:
- ¿Sientes algo diferente Lydia?
- Siento lo de siempre, te siento a ti Ferry. Se la oía entre jadeos.
- Espera llegaré hasta el final, la cambie de posición, la puse en la del perchero y llegué hasta el final. ¿Ahora Lydia?
- Da lo mismo Ferry, cuando estas dentro de mí no puedo sentir otra cosa.
- Pues vamos a acabarlo. Me lo saque lo tire al suelo y la tome hasta el final. Toma Lydia que esto es tuyo.
Después de volvernos a asear, cogí el artilugio del suelo, seguía vibrando.
- Pues sigue vibrando Lydia.
- Yo no he sentido nada especial, te he sentido a ti Ferry, que con eso tengo suficiente. No me deja sentir nada más.
- Pues no puedo pararlo, la lengüeta no entra para dentro.
Lo tire al suelo, en un rincón y nos pusimos a dormir, eso si era difícil darle el brazo a Lydia esa noche, y seguramente, fue durante esta estancia las únicas noches, que durmió sin mi brazo.
Al día siguiente el vibrador seguía vibrando, supongo que por la falta de movimiento.
- Esto tiene vida propia Lydia, lo tire a la papelera del baño.
- ¿Todavía funcionaba Ferry?
- Sí, que cosa más rara. ¿Qué desayunamos?
- Sí, me arreglo y bajamos.
- Venga que tengo hambre, me voy a desayunar con cava, Lydia.
- Es cierto que aquí puedes coger cava para desayunar.
Nos desayunamos bien, demasiado incluso,
en la zona de fumadores.
Volvimos a subir a la habitación.
en la zona de fumadores.
Volvimos a subir a la habitación.
- ¿Qué quieres hacer ahora? Vamos al spa.
- Prefiero ir a pasear un rato Ferry, y despejarme.
Estuvimos dando un largo paseo por la zona, tomando un café en una terraza, hasta la hora de comer.
MÚSICA DE FONDO – BACKGROUND MUSIC
- ¿Tendrás que cómprate algo para el casamiento de Xavier?
- Si algo tendré que comprarme.
- No preveo que sea un gran casamiento, bueno cuando quieras vamos a Zara.
- Al Zara me vas a llevar, yo a los mercadillos no voy.
- Bueno Lydia, tu siempre dices que la ropa te la compras en Zara, no sé porque te pones así.
- Es lo único que se te ocurre, llevarme al Zara.
- Déjalo Lydia, ves tú donde te de la gana, sin más, no voy a hablar más del tema.
Ya hacia tiempo que había decidido que los golpes de soberbia los pagaría ella, total no había dicho nada del otro mundo, era ella la que me había dicho que se compraba la ropa allí, y que su madre siempre le encontraba cosas muy apañadas, no entendía porque se ponía de esa forma. Nada, a pasar y que hiciera lo que quisiera, que se lo comprara ella y si no, no íbamos.
- ¿Vamos para el hotel Lydia?
- Sí vamos, contesto secamente.
Subimos a la habitación y me estire en la cama, era pronto sobre las dos y media, me haría una siesta.
- ¿Vas a dormir Ferry?
- Sí, me he puesto el despertador a las cinco y media, haré la siesta.
- Yo también dormiré.
Joder, ya se había chafado el fin de semana, cualquier tontería podía conseguirlo, que carácter, no aguantaba esas bobadas de niña tonta, íbamos a ir a una boda que no esperaba mucho de ella, había que hacer un regalo, que lo haría yo, había que estar un fin de semana fuera, que pagaría yo, vamos que la boda me iba a costar dos mil euros, y además por lo visto tenia que comprar un vestido de ceremonia máximo, cuando yo no pensaba comprarme ningún traje nuevo. Yo solo tenia los ingresos de mi trabajo, bueno tenia ahorros, pero la diferencia es que yo dependía de mí, solo de mí, ella de la pensión de su ex, no tenia ingreso alguno. Mi conciencia me dictaba que la prudencia en el gasto debería ser una doctrina a seguir y el que no estuviera de acuerdo que lo aportase él. Sin hacer nada del otro mundo, en este mes mi presupuesto había ascendido a casi tres mil euros, y ese era un ritmo que no se podía mantener mucho tiempo, no era prudente.
Me desperté con el ruido del móvil, Lydia también se despertó, La mire, parecía que la fiesta se había pasado, pero yo no pensaba mover un dedo para comprarle nada.
- ¿Vamos un rato al spa Lydia?
- Si, ahora habrá menos gente.
- No creo que dependa de la hora, pero quizá tengas razón Lydia, lo veremos pronto.
Nos cambiamos y bajamos, había bastante gente. Hicimos la ruta que diseñamos nosotros, un poco de jakuzzi, unas pequeñas brazadas, agua de la cascada en la espalda y poco más. Nos tumbamos en las hamacas a descansar.
Piscina Spa |
- ¿Ferry nos bañamos otra vez?
- Sí porque no.
Yo me tire directamente al agua de cabeza, ella bajo por las escaleras, nos encontramos en la mitad de la piscina. Nos pusimos por el semicírculo de detrás del jakuzzi central, apoye mi espalda en una de las paredes, Lydia lo hizo en la de enfrente, nos cuerpos casi se rozaban. Me rodeo con sus piernas.
- ¿Lydia te atreves?
- Claro, ¿Por qué te piensas que estamos aquí?
Lydia se abrazo un poco a mí, le aparte un poco el traje de baño y entre en ella suavemente, al estar con las espaldas en las paredes la situación era muy cómoda, leves movimientos hacían el resto. Estuvimos un buen rato así, Lydia cerraba los ojos y ponía la cabeza de lado. Al final vino alguien a pasar por allí. Tuvimos que dejarle paso y para ello nos tuvimos que incorporar, saliendo de ella.
- Ven Lydia, cogiéndola de la mano. La lleve hasta la entrada del jakuzzi central, donde cabían seis personas. Súbete, baje la mano y entre en ella, estábamos rodeados, me generaba un morbo muy especial, Lydia hacia cara de asustada.
- ¿Estas seguro Ferry?
- Sí, no te preocupes aquí con las burbujas no se ve nada, que el capullo aquel me ha cortado. Di cuatro empujones rápidos y acabamos mientras Lydia recostó la cabeza en mi hombro, Salí de ella como siempre dando un leve golpe de cadera y tirándome un poco hacia atrás, nos rodearon cosas que quedaban disimuladas con las burbujas. Lydia me miró en aquel momento, y sonreía.
- Como te has pasado Ferry. Mientras seguía subida en mí.
- ¿Me deja pasar? Me dijo una persona que quería salir del jakuzzi.
- Como no, le conteste, dejándole paso y llevando a Lydia encima mío. ¿Qué tal Lydia?
- Ha sido una pasada, aquí en medio de todos, vamos que la tía esa la tenias a cuarenta centímetros. Que subidón he pillado. Vamos fuera.
- Yo no puedo salir ahora, sal tú, yo vengo en un momento Lydia, que me calme un poco.
- Te espero en la hamaca Amor.
Salí al rato y me senté con ella en la hamaca, comentábamos lo ocurrido, mientras reíamos del atrevimiento.
- ¿Subimos arriba Lydia?
- ¿Qué quiere mi Amorcito?
- Vamos y te lo explico Lydia.
Subimos a la habitación, nada mas cerrar la puerta nos sacamos lo albornoces.
- Lydia, ponte de rodillas. Lydia sabia de que iba.
- Si que vas fuerte Ferry.
- Sí el morbo me ha excitado. Allí mismo la cogí por la cabeza y la acerque a mi, mientras me hacia sentir su boca. Estaba tan excitado que no tarde mucho, se oía el ahogo de Lydia. Al acabar se separo de mí.
- Un día me vas a ahogar Ferry, quien diría que hace media hora has hecho uno, sueltas que parece que no hayas hecho nada.
- Venga, hazme lo que me gusta Lydia.
Lydia miro hacia arriba y sabia perfectamente lo que quería. Ella seguía de rodillas, a mi se me doblaban las piernas, al final la separe y me estire en la cama, si no hubiese caído al suelo, seguro, Lydia se acerco a mí.
- ¿Esta roto Ferry?
- No realmente, estoy relajadísimo.
- Pues tu estarás relajadísimo, pero a mi me has dejado excitadísima, y esto aguanta.
La Amazona |
- Mira la fuente del niño haciendo pis, dijo Lydia riéndose.
- Ríete que un día morimos en el intento. Joder como lo he dejado todo, tardara en secar, y sobre todo tu lado, madre mía.
- No te preocupes mientras cenamos se seca todo, mañana ya nos vamos Ferry.
- Tenemos otro de aquellos vibradores, lo dejaremos en la mesita de noche, mira un regalito de bienvenida para los próximos.
- No lo encontraran Ferry, la limpieza debe revisarlo todo.
- Pues para la Señora de la limpieza, que se de una alegría. Nos reímos a carcajadas los dos.
La Amazona detras |
Estar con Lydia, siempre era un placer, aunque ella decía lo mismo, siempre se quedaba sorprendida de mi potencial, jamas había visto algo parecido.
Nuestra entrega era total, sin tabús, nuestros limites era el dolor, la humillación. Nos entendíamos tan bien que hasta los comentábamos al final, no era morbo, era ganas de mejorar si en algo se había ofendido al otro.
Eran entregas dulces, tranquilas, con ternura, subiendo lentamente, y llevando a Lydia al punto de ebullición, al desespero.
El misionero, El perrito |
Nuestros cuerpos tenían dependencia uno del otro, que generaban nuestras mentes. Incluso únicamente hablando había hecho que Lydia se mojase, y me suplicara que la hiciese mía, una locura de relación,
Teníamos estas poses y algunas más, que mejor no relatar.
Al día siguiente volvíamos al mediodía, con tranquilidad a espera que viniesen los niños por la tarde.
El Trapecio - La entrada Trasera |
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