miércoles, 27 de abril de 2011

El campo de golf

Al despertar estábamos separados, desnudos en la cama los dos, bueno ella con ropa interior, nos aseamos, vestimos, fuimos a desayunar, tenia un semblante de intriga que yo no me atrevía a romper, esperaba que ella tomase la iniciativa. Subimos a Andorra, hicimos las clásicas compras y bajamos hacia su casa. Durante el viaje Lydia continúo con sus caricias pero había silencio, demasiado silencio, solo la tenue música de cualquier emisora rompía aquella atmósfera no sonora. Hasta que Lydia pronuncio una frase.

-         Ferry ¿tú me puedes dar un fin de semana cada 15 días?
-         ¿Qué quieres decir Lydia?
-         ¿Qué si puedes darme ese fin de semana, cuando no tengo a mis hijos?
-         Claro que si Lydia, te puedo dar ese fin de semana, y los que quieras.
-         Eso es imposible, Ferry
-         Lydia, yo haré que la palabra imposible se borre de tu diccionario, para siempre, hay cosas muy difíciles, pero no imposibles, solo es imposible aquello que no se lucha por conseguir, discúlpame pero acostumbra a ser la frase de cobardes.
-         ¿Seguro que no me fallaras?
-         No Lydia, si esta en mi mano seguro que pasa.
-         Mira para empezar iremos a ver el partido del Barça contra el Madrid, que juegan a final del mes de Enero, ¿Qué te parece?
-         Me encantaría Ferry, pero si solo tienes un carné ¿Cómo te lo vas a hacer? Será imposible que lo consigas.
-         Y vuelta a las andadas con la palabrita Lydia. Veremos quien tiene razón.
-         Llegamos a su casa, y nos despedimos como de costumbre, quizá un poco mas, besos, manoseos. Yo me ponía enfermo de verdad.
-         Bueno Ferry hasta después de Reyes, llámame cada día, yo voy a estar ajetreada con los niños intentando buscar regalos, aunque en casa celebramos más Papa Noel.
-         No te preocupes te llamare cada día, pero prométeme que no me tendrás una hora en el móvil Lydia.
-         Prometido esta.

Bajo del coche, baje el vidrio de la ventanilla ya que me hacia un gesto que quería decirme algo, se apoyo en la ventanilla y mirando mi entrepierna, donde se podía ver un gran bulto me dijo:

-         Tendrás que aliviarte, esbozando una sonrisa.
-         No Lydia, yo nunca me toco, te lo guardo para ti, estoy invirtiendo en futuro.
-         Por cierto ¿que te parece si el primer fin de semana después de Reyes vamos a un hotel en Castellón que esta dentro de un campo de golf?
-         Dalo por hecho. Acepto la invitación. ¿Llevo algo?
-         Con que vengas tú es suficiente Lydia, y traite poca ropa que no la utilizaras.

Rió fuerte, con ganas, y haciéndome un gesto con la mano de despedida fue andando hasta su portal, yo como siempre había aparcado a cierta distancia y disfrutaba de esa visión.

La actividad empresarial se reanudo después de Reyes, nos enviaron a partes diferentes de España, las llamadas nocturnas se repetían con puntualidad y mi frase de “tú puedes” era perenne. Mientras tanto yo movía cielos y tierra para encontrar el otro carné. El jueves de esa semana lo encontré, un buen amigo me haría el favor, el me dejaría dos localidades que estaban juntas y yo le dejaría el mió por ese partido, había roto la palabra imposible, pero no le diría nada hasta la semana del partido, dejaría que me interpelase sobre el tema, así jugaría un rato con ella.

Llego el fin de semana y nos dirigimos al hotel del campo de golf, yo lo conocía porque había estado en un cliente cercano a él, y me había hospedado allí. Era lujoso pero económico y tenía buenos servicios, un bar aparente y un restaurante en la zona social con una carta que no estaba fuera de precio.  Nada mas llegar fuimos a cenar a la zona social, pero antes tomamos alfo en el bar. Era un bar espacioso, decorado con unos barriles de madera que hacían de mesas y lo que mas me sorprendió es que tuvieran puesta la cadena Fox en la televisión para el público.

-         No se que tomarme Lydia, tengo sed pero no me apetece una cerveza, Quizá un gin tonic será una buena idea, antes de cenar.
-         A pues yo me tomare otro.

Mientras el camarero nos sirvió los gin tonic, junto con una tapa de cortesía de ese maíz tostado gigante, Lydia me explicaba sus andaduras de jovencita.

-         Yo el primer gin tonic me lo tome con mi hermano dijo Lydia.
-         ¿A si? pregunte
-         Si Ferry, yo de joven salía con el grupo de mi hermano, era divertido ese entorno de hombrecitos, mas que el de las muchachas. Ellos tomaban esto, y para aquel entonces se lo tomaban de golpe,  pillaban unas tajaditas importantes y como a mi me tardaron en salir las tetas, con una camisa tirada, parecía del grupo.
-         Bueno, bueno Lydia, a ti te tardarían en salir las tetas porque te las estarían diseñando, hay que ver lo que la naturaleza te ha dado. ¿Qué talla gastas?
-         Una 105 copa C.
-         Pues no esta nada mal.
-         ¿Seguro que es lo más grande que has visto? Ferry.
-         Lydia, siempre intentando estirar de la lengua, no lo conseguirás nunca, ¿Qué tal otro?
-         Si que con este me he refrescado Ferry.
-         Pero, y discúlpame, que no te siente mal.
-         No tranquilo Ferry.
-         A mi no me gusta perder nunca el control, además aguanto bien, a veces los clientes quieren sacarte cosas, y te invitan a beber, yo siempre soy comedio en esos temas, me gusta lo justo. Por eso tampoco fumo canutos desde la mili, vamos como todos y además me molesta ver a alguien que lo haga, a pesar que digan que no genera adicción, creo que es una falta de personalidad, lo hacen aquellos que son introvertidos, para darse agallas en algo. La verdad es que no lo entiendo. Yo el único vicio que tengo es el fumar cigarrillos, y lo inicie cuando hacia la carrera de economista, esas noches duras de preparar los exámenes, es mi asignatura pendiente, dejar de fumar, algún día lo conseguiré.

Cenamos y nos fuimos a nuestro chalet, eran chalet que justo cuando salías por la galería del comedor daba a la hierba del campo directamente, encendimos la chimenea, saque mis velitas de costumbre e ilumine el salón con ellas, el aroma que desprendían inundo el salón, un aroma de azahar junto con violetas nos rodeaba. Nos abrazamos, nos besamos, nuestras bocas se lanzaron a una dura lucha para ver quien ganaba, cada una de ellas sabia cuando tenia que ceder para que la otra pudiese ganar, nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos, nos caímos en el sofá, ella encima mió cuando su móvil sonó.

-         Si, contesto Lydia. A muy bien, el viaje muy agradable. Si, si estamos muy bien, ya te llamare mañana Mama, que estoy ocupada ahora. Si, si hasta mañana, te dejo que tengo algo de prisa.

Bueno nos habían roto el momento, era increíble, unas veces yo otras los demás. Había que empezar de nuevo, pero el mismo inicio no era bueno, empezaríamos de otra manera.

-         Lydia, en la nevera hay una botella de cava, ¿Qué te parece si la abrimos?
-         Buena idea Ferry.

Me dirigí a la nevera, cogi la botella, y dos copas retornando al salón, mientras ella iba explicándome:

-         Sabes era mi madre, que si el viaje había ido bien, como estaba lloviendo allí, estaba preocupada, siempre se preocupa. Yo tenía una hermana dos años mayor que yo, en el viaje de fin de curso, el autocar tuvo un grave accidente porque llovía, y murieron cinco, entre ellas mi hermana. Por eso siempre que alguien de la familia viaja y esta lloviendo se preocupa tanto.
-         Bueno Lydia, a lo que vamos. Y como castigo a la interrupción abrirás tú la botella, pasándole la botella.
-         No, no Ferry nunca lo he hecho.
-         Alguna vez tiene que ser la primera, venga, venga, no te vas a rajar sin intentarlo.

Quito el alambre y asió el corcho  con la mano y empezó a hacer fuerza. El corcho iba saliendo poco a poco, cuando volvió a sonar el móvil.

-         Joder Lydia, podrías ponerlo en silencio.
-         Siempre lo llevo por si me avisan de algo de los niños.

Contesto el móvil, después de mirarlo y diciendo:

- Es mi madre otra vez, con la botella en la mano. Si Mama dime que ocurre. No, volveremos el domingo por la tarde antes que los niños lleguen, estate tranquila y no me llames hasta mañana.

Mientras hablaba con su madre el corcho acabo de salir por si solo, reboto en el techo y se retorno hacia ella lanzado un quejido. Yo me partía de risa, fui a cogerle la botella y a ver si se había hecho daño, mientras intentaba contener mi risa. Era curiosa la situación, los dos sin la parte de arriba, yo con el cinturón descordado, la botella en la mano y su madre al móvil. Ella me hacia gestos con la mamo para que no me riese tan fuerte, pero yo no me podía contener.

-         Si Mama estoy de fiesta, no hay que ser adivina después del ruido del corcho debes de saber hasta que estoy a punto de tomar. Venga Mama, ya te llamare yo mañana, adiós. Colgando el móvil y apagándolo.

Lo dejo encima de la mesa con un gesto seco.

-         Maldito móvil, dijo Lydia. Mientras yo seguía riendo.
-         ¿Y tú de que te ríes?
-         Mírate Lydia, y quédate con la situación.

Ella se lanzo a reír también, mientras el cava desbordaba por la boca de la botella, se había mojado hasta la mano. Tomamos una copa de cava, brindando por esa noche, después del brindis le dije:

-         Lydia que prefieres menta o fresa.
-         ¿Por qué?
-         Por el gusto de los preservativos, le dije.
-         Ah. Prefiero menta.
-         Pues si te parece, nos vamos a la habitación que estaremos mas cómodos.

Nos levantamos del sofá, donde nos continuábamos acariciando mientras agotábamos el cava, y nos dirigimos a la habitación.
La senté en la cama, la acabe de desnudar, yo me quite los pantalones. Empecé a acariciarle todo el cuerpo, besándola al mismo tiempo, ella sentía mis caricias y su cuerpo reaccionaba agradeciéndolo, sus pezones, su humedad. Por fin estaba dentro de ella. Nos entregamos como locos de pasión, que seria lo que regiría nuestra relación una pasión desenfrenada. Gemía bajo mí, encima mió, en todo momento. Sentía como se humedecía. Lo hicimos hasta tres veces, a cual mejor. La trate muy dulcemente, sin grandes poses, que no se me asustase, ya vendría todo poco a poco, había que ir lentamente, no quería ofenderla sobre todo, y tampoco quería que se llevase una mala imagen de mi.

Fumamos un cigarrillo al final.

-         ¿Ferry?
-         ¿Qué?, le dije.
-         Me has dejado sorprendida.
-         ¿Por qué Lydia?
-         Pero que capacidad tienes, jamás he visto a nadie igual, que exageración. Buenísimos todos, largos pero no me importa si son buenos.
-         Quizá ahora sabes porque nunca explico nada, me llamarían mentiroso. Me controlo bien, y solamente acabo cuando ya pierdo el control, pero puedo controlar más que la mayoría de los hombres. Para mí esa capacidad es natural y me ha generado problemas con algunas mujeres, que después me han estado acosando para estar conmigo.
-         Pero la has tenido dura casi todo el rato, Ferry.
-         Vamos a dejarlo que si no haremos otro.
-         No, no que estoy cansadísima Ferry, mañana.
-         Pues a dormir, que falta gente.

Cogio nuevamente mi brazo lo puso por debajo de su cabeza,  se durmió abrazada a mí, siempre lo hacia igual.

Mientras yo fume un cigarrillo más, pensando en lo que había pasado, por fin la había hecho mía de verdad, la había tratado con mucha delicadeza, había salido todo muy bien, ahora solo quedaba cuidarlo y no perderlo, el paso del tiempo diría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por el comentario, me ayudara sin duda