Baje en cuanto finalice el traspaso del conocimiento del proyecto a desarrollar. Ella estaba justo en el mismo sitio de las dos veces anteriores, con su batido de costumbre, Manuel al verme le anuncio.
- Ya viene el Sr. Ferry, señorita.
Ella se giro para mirarme con una sonrisa, yo me entretuve en la máquina de tabaco para extraer una cajetilla, nos mirábamos sonriendo el uno al otro, era una sonrisa limpia, franca de bienestar, de anhelo de conectar definitivamente. Por fin llegue a su lado.
- ¿Que tal mi analista?, dije a Lydia.
- Bien, muy bien Ferry, feliz y muy nerviosa.
- ¿Por qué Lydia?
- El grupo de expertos es una encerrona Ferry, la de preguntas que te hacen, es casi un tercer grado.
- Es normal, deberías haber entrado con Ángel la semana pasada, no te habría venido de nuevo hoy, aunque a los veteranos nos tratan diferente porque sabemos como hacerlo. Tienes que llevar muy clara tu idea y discurso y no salirte ni un centímetro de él, es como te respetan. Pero bueno ya esta bien de hablar del trabajo.
- ¿Qué tomas Ferry?
- Una copa de cava me apetece, es para no perder la costumbre. Al final uno coge manías, y si rompe los rituales parece un presagio de mala suerte, es mejor respetarlos mientras funcionen.
- Hecho, dijo Lydia mientras le pedía el cava a Manuel.
- ¿Esta semana tienes niños, no Lydia?
- Si me tocan los niños, algo haré para entretenerlos.
- Pues yo hoy libro, tengo que ir mañana al pluri, por la mañana y por la tarde también libro.
- ¿Y que vas a hacer Ferry?
- No se me distraeré por ahí, saldré un poco hay que relajarse.
- ¿Iras de cazador Ferry?
- No tengo otros proyectos.
La verdad es que pensaba en ella, pero no me atrevía, quería conocerla más. Esa semana sabia para que quería yo a esa mujer, la quería para quererla. Me había estado mentalizando, yo soy proveedor del servicios de la empresa, ella también, por lo tanto no somos compañeros de trabajo. Bueno hay que ver como somos capaces de justificarnos a nosotros mismos nuestros anhelos, pero la idea ya estaba almacenada y era buena para justificar un acercamiento mas intenso a Lydia.
- ¿Vas para casa Lydia?
- Si.
- ¿Que te parece si te acompaño y comemos por el camino?, te invito.
- A fantástico.
- Pues vamos que ya es la una y el hambre empieza a despertarse.
- Recuerda Lydia, que esta la pagas tú.
Salimos sonriendo del bar, era ya una costumbre, parecíamos la pareja de la sonrisa permanente, cogimos el coche, programe el navegador, ya tenia la dirección por la vez que la fui a buscar y salimos hacia la ruta.
- ¿Conoces algún sitio Lydia?
- No, la verdad es que no.
- Bueno algo encontraremos por el camino, la zona esta llena de restaurantes.
Al pasar por un pequeño pueblo llamado Canyelles, vi un restaurante que había ido hacia muchos años, estaba bien.
- Mira Lydia pararemos aquí, ¿Qué te parece?
- Perfecto Ferry, lo que tu digas.
Aparque el coche en el aparcamiento del restaurante. Entramos en él, estaba como lo recordaba, hacia por lo memos 20 años que no iba y estaba igual. Mobiliario rústico, mesas apelotonadas por el poco espacio que había entre ellas, pero yo recordaba una mesa redonda en un rincón y esa mesa todavía estaba allí. En la parte superior existía un gran comedor ya con otra decoración, pero para mi era más agradable la mesa redonda.
- Buenos días, dije al entrar.
- Buenos días, contesto del camarero. Para comer, pregunto.
- Si somos dos, le dije.
- Pues suban arriba por la escalera.
- Es posible comer aquí abajo, le pregunte al camarero.
- No hay ningún inconveniente, siéntensen donde quieran.
Así lo hicimos, busque el rincón donde recordaba que estaba aquella mesa y estaba allí, preparada para cuatro. En aquella mesa solo te veían las personas que estuvieran sentados en la mesa de enfrente, tenia cierto aire de intimidad, para poder hablar de cualquier cosa.
- ¿Esta va bien Lydia?, señalándole la mesa del rincón.
- Donde quieras Ferry, ya me va bien.
- A mi me gusta mas porque es la única redonda, y así no hay tantas distancias, ni quedas limitado por el espacio de tu lado.
Vino la dueña del bar a recoger la comanda, una rubia de unos cuarenta años, impresionante mujer, su mirada parecía decir “son amantes”, buscan un rincón. Le pedimos dos menús.
La comida transcurrió con una conversación donde se mezclaban comentarios del trabajo, de la semana, de las reuniones, de sus hijos. Yo le explicaba anécdotas de clientes, tenía un montón, y reíamos.
Llego la hora de los cafés, y pedí su café especial. Tomamos los cafés lentamente.
- ¿Nos vamos Lydia?, es tarde ya. Yo no tengo prisa, pero quizá a ti te esperan.
- No importa ahora llamo a casa Ferry, no me he dado cuenta de la hora que es, ya son las 17, como pasa el tiempo.
Llamo en aquel momento, le explico donde estaba, su madre le dijo que no tuviera prisa que los niños estaban bien, que pasara la tarde fuera si quería.
- Bueno Ferry he hablado con mi madre, tengo la tarde libre. Me gustaría ir a tomar algo.
- El que exactamente Lydia, porque a estas horas y en Noviembre, como no tomemos café, o seguir con el cava.
- No es mala idea lo del cava Ferry.
- ¿Conocen algún sitio por aquí Lydia?
- Hay un bar extraño, de esos exóticos aquí cerca en Sant Pere de Ribes, lo que no se si a estas horas estará abierto.
- Pues venga vamos a comprobarlo, le dije a Lydia.
Pague y cogimos el coche, y nos dirigimos hacia ese pueblo. A Lydia se la veía feliz, relajada, como si no existiese otro mundo que nosotros dos. A cualquier comentario reíamos, había una atmósfera especial, muy especial. Buscamos por el pueblo, y finalmente encontramos el lugar. Era un pequeño bar más bien una coctelería, decorado estilo hawaiano con sus diferentes cócteles en la carta y donde servían copas de cava como consumición. Pedimos dos copas, y dos más, la tarde iba pasando agradablemente, era una locura su mirada, sus ojos oscuros brillaban, la música suave realzaba el momento, la decoración, la vista a un patio interior con un jardín esplendido, era como estar aislados en un pequeño paraíso donde ella era el centro de todo. Finalmente tuve que decirle:
- Lydia ya son las 20:30, ¿no será tarde?.
- A si es cierto, me gusta estar en casa cuando los niños cenan.
- Pues vamos, que te acompaño.
Salimos y llegamos a su casa, yo pare esos 20 metros antes para poderla ver alejar. Al parar el coche ella sonrió y mirándome me dijo:
- Ha sido un día muy agradable, te lo agradezco Ferry.
- No Lydia el placer ha sido mío, cuando quieras repetimos.
- ¿Ferry?
- Dime Lydia.
Ese Ferry había sido pronunciado de una forma diferente, nunca había oído ese tono y ritmo de voz en su boca, es como el presagio de que algo importante te van a decir.
- No nada, un extraño pensamiento se me ha pasado por la cabeza.
- Tranquila, no pasa nada Lydia.
Me dio los dos besos de costumbre y se alejo lentamente del coche, con su andar característico. Yo me preguntaba que me ha querido decir que no me ha dicho. Fui conduciendo recordando los momentos del día, que agradable había sido.
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