jueves, 28 de abril de 2011

La búsqueda.

Ya habíamos roto algunos imposibles entre ellos el partido del Barça Madrid que fuimos al campo, como me divertí jugando con Lydia. Recordaba los juegos dialécticos, si es imposible, seguramente tienes razón, y resulta que lo tenía resuelto desde la misma semana. Lydia se quedo sorprendida, era la segunda vez que iba al campo y la primera a un partido como ese.

Ahora quedaba la de localizar un apartamento. Inicie la búsqueda de alguno cercano a su localidad, no duro mucho, al final vi unas fotos por Internet en una población que estaba a 6 kilómetros de distancia de ella, la verdad es que me lo encontró ella. Hice un par de visitas y al final vi el que me gustaba de verdad. Un apartamento de 70 metros cuadrados, dos habitaciones, un salón muy amplio, muebles nuevos de Ikea, terraza amplia con mesa y cuatro sillas de madera, baño completo, zona comunitaria con piscina, una gran área de césped, zonas comerciales cercanas, silencioso y justo al lado del mar, con una entrada de autopista a la salida del pueblo que me llevaba al aeropuerto, vamos que ni pintado, y un precio ajustado, buen precio.

Antes visite dos o tres que me quitaron el animo, pero este fue perfecto, era lo que necesitaba, ni más grande ni más pequeño. Con piscina y playa al final de la zona comunitaria, impresionante un paraíso.

Tuve la entrevista con el matrimonio dueños del apartamento, la que mandaba era ella. Para mi mejor, negociar con mujeres era fácil para mí. Le monte todo el “circo”, las declaraciones de IVA, renta, el carné del Colegio de Economistas, vamos en 20 minutos estaba hecho, aunque yo solo utilice 5, los otros 15 los consumió ella. Para mi perfecto, las mujeres se convencen cuando las escuchas, aunque no compartas lo que dicen, y aquí se trataba de que el apartamento no se escapara. En una semana firmaríamos el contrato, hice que le enviasen copia a mi abogado y el tema quedaba finiquitado. Lydia siempre se quedaba sorprendida de cómo negociaba, me llamaba maestro.

Ahora me quedaba lo más duro, lo que podía echarme atrás por completo, como reaccionaria Laia, mi hija, ante la noticia. No sabia que hacer si irme y decírselo luego, o hacerlo antes e irme, terrible dilema el mío. Doloroso y triste, pero tenia que enfrentarme a esa responsabilidad, a mi hija no podía perderla bajo ningún concepto. Le había enseñado los valores éticos de la vida, los principios morales de esta sociedad y le había podido dar, por suerte, una buena educación, era Economista como yo, entro en la universidad con 17 años y a los 21 estaba licenciada con un buen expediente. Tan solo me defraudo al final, cuando le sugerí que fuese a Chicago e hiciese algún master, me dijo que quería un poco de oxigeno, que el ritmo había sido muy duro y necesitaba descansar. Bueno hizo un año sabático donde se saco el   cinturón negro de karate y un cursito de cocina de postres y nosotros éramos los conejitos de indias. No estuvo mal. Pero nunca fue a hacer el master, perfecciono su inglés en España.

Pero tenía que sentarla, me fluían las preguntas ¿Cómo se lo digo? ¿Cómo  lo planteo que no se moleste conmigo para siempre? No iba a ser fácil, y me iba a pasar factura, seguro, me daba pánico, pero tenia dos semanas para pensar y tomar la decisión antes de firmar el contrato. Me esperaban 15 días de ir sembrando el mensaje en Laia, hasta la conversación definitiva. Había tenido momentos difíciles en mi vida, pero ese iba a ser el peor sin duda. Aunque no fuese la primera vez ahora era adulta, era muy diferente y la iba a dejar con mi pareja, bueno mi expareja.

Mientras tanto era habitual que los fines de semana que tenía los niños, los sábados por la tarde y los domingos nos viésemos, nos escondíamos en la coctelería de Sant Pere de Ribes y parecía que el cava fuese nuestra única bebida habitual. Conocí a los niños, Candido, Melena y Andrea, fuimos una tarde de domingo a un McDonald’s, donde los niños disfrutan, la verdad es que fue la segunda vez en mi vida que entraba en uno, el primero fue en Paris en la zona de La Defense. Candido hacia honor a su nombre, las gemelas eran como ratoncitos traviesos, es curioso la gente las confundían yo nunca las confundí, ni el primer día, siempre me llamo la atención ese tema. Yo era malo para recordar nombres, pero por el contrario era un buen fisonomista.

Yo con Lydia, había empezado a tener una costumbre, enviarle canciones de amor por email, eso me pasaría factura más tarde, pero no adelantemos acontecimientos.

Bueno llego el 1 de Marzo, yo firmaba el contrato el 3 de Marzo lunes. Invite a Laia a cenar y acepto.
Fuimos a un restaurante italiano, también le gustaba mucho la pasta. La verdad es que comía poco, era muy aparente, no porque fuese mi hija, pelo negro estirado, media melena, 1,74 metros de estatura y delgada, una linda mujer, además estaba obsesionada por el deporte, en eso se parecía a mi de joven.
La cena transcurrió normal, ella me explicaba cosas de su novio, como estaban amueblando el piso, y otras menudencias que a ellos les hacia mucha ilusión. La verdad es que a mi el novio no me caía demasiado bien, era un muchacho cinco años mayor que ella, sin la formación que tenia ella y eso tarde o temprano les traería problemas. Había sido portero de un equipo de fútbol y yo siempre he pensado que para jugar de portero, con las manos, un deporte que  se juega con los pies, hay que estar un poco loquito, pero bueno son cosas del amor y no pensaba meterme, parecían felices, así por lo menos lo explicaba Laia. Pero lo que más me molestaba de él es que era muy callado y siempre me daba el trato de Vd. aunque le pedía que me tutease, me trataba con demasiado respeto, y eso generaba distancia.

Finalizamos la cena y fuimos a una teteria, porque a Laia le gusta el té raro.
Pidió un té extraño, no se de la India, mezclado con no se que más, vamos un inframundo que desconozco, yo pedí un simple café largo, como siempre los tomaba.

No sabía como decírselo, me estaba poniendo muy nervioso, era consciente que le iba a dar el disgusto de su vida, su Papi se iba a ir, su ídolo la dejaba, porque seguro que no quería venir conmigo.

-         Bueno Laia, te preguntaras que hacemos tú y yo cenando un sábado.
-         Pues la verdad es que si papa.
-         Tengo que decirte algo importante, que afectara a nuestras vidas.
-         ¿Qué te vas otra vez a Republica Dominicana?
-         No Laia, me voy un poco mas cerca.
-         No te entiendo papa, explícate mejor.

Su cara se terso, ya no estaba relajada como hacia un momento, estaba tensa se le notaba, mordía sus mandíbulas, como yo cuando estoy en muchísima tensión. A mi no me quedaba ni una gota de saliva en la boca, tenia la boca seca completamente, estaba muy tenso por la reacción que Laia podía tener. No se como controlar los huracanes desbocados cuando me une la parte emocional.

-         Te explico Laia, te explico, dije con tono pausado. Veras sabes que las cosas en casa no van bien. Tú no sabes nada pero te lo puedes imaginar, yo duermo en el sofá. No hay una razón importante, es diferentes criterios que poco a poco nos han ido separando hasta la ruptura total.

Se quedo expectante, su rostro se tenso mas todavía, se estaba haciendo preguntas internamente.

-          He conocido una mujer y me voy a ir de casa el martes de la semana que viene.
-         ¿Con ella papa?
-         No exactamente, mas bien cerca de ella inicialmente.
-         Explícate de una vez papa, que no aguanto más.
-         Bueno Laia que la quiero y me voy. Le dije el nombre del pueblo, ella lo conocía. Tienes dos opciones te quedas en casa que por algo es mía, o te vienes conmigo.

Laia rompió a llorar desconsolada, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero mantenía los ojos abiertos mirándome. Jamás me había mirado de esa manera, era una mezcla de traición y desazón, es como se sentía. Era un llanto enmudecido, mantenido y ahogado en sentimientos. Sus lágrimas no paraban de aparecer por sus ojos, se le mojaba el cuello de la blusa que llevaba.
Saque un pañuelo del bolsillo y se lo di.

-         Toma Laia sécate, y serénate, por favor, no me lo hagas más duro, hazme el favor, que todos somos adultos.
-         Pero ¿Por qué papa? ¿Por qué me dejas ahora?
-         Mira Laia, yo te doy la oportunidad de que vengas conmigo, yo entiendo que tu tienes a tu novio aquí, que trabajas en Barcelona y que vas a hacer a 60 kilómetros de aquí. No aguanto más ese ambiente, yo pensaba que aguantaría hasta que te casaras, pero no aguanto, no es vida para mí. Se que pago el precio de no verte cada día, pero bueno ahora solo estoy los fines de semana, por el trabajo que tengo. Te llamare cada día y me tienes a un golpe de coche. Piénsatelo así Laia.

Laia no se serenaba, las lágrimas continuaban resbalando por sus mejillas. Me levante de mi silla, y me quede a su lado de pie mientras la abraza, su cabeza quedaba a la altura de mi pecho, yo le acariciaba la cabeza repitiéndole “Tu papi siempre estará contigo, y tu lo sabes Laia, cálmate por favor”. Le di un par de besos en las mejillas y ella se abrazo a mí en silencio.

-         El problema Laia es que tu a mi me ves como tu padre, pero yo además de ser tu padre soy hombre, supongo que lo entiendes.
-         Si papa lo entiendo, joder, pero no lo comparto. ¿Me entiendes tú a mí?
-         Claro que te entiendo, pero tu ya tienes 23 años, eres adulta, puedes ir por la vida en solitario, y si te quedas en casa ella te cuidara como siempre lo ha hecho, sabes que te quiere mucho.
-         Si lo se, pero tu no estarás.
-         Venga Laia, reacciona por favor, no me lo hagas más duro. Además no se como librarme de tus pastelitos.

Por fin sonrió, llorando, pero sonrió. Que guapa estaba y cuanto daño le estaba haciendo, pero ya no aguantaba más. Se seco las lágrimas de su cara. Sus lagrimales no eran capaces de generar más lagrimas o decidió que ya había suficiente.

-         No te preocupes papa, lo superaremos
-         Te lo agradezco Laia, de corazón que te lo agradezco.

La acompañe a casa de su novio con el coche ya que iban a salir un rato, se despidió de mí dándome un abrazo y diciéndome:

-         Se feliz papa, no te preocupes.
-         Gracia Laia.

Nos abrazamos como hacia tiempo que no lo hacíamos, la deje allí.

Me fui a casa conduciendo. Me sentía mal, muy mal. Tenía el disgusto atravesado en la garganta y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos lentamente, hacia muchos años que no lloraba, desde la muerte de mi padre. Se había confirmado, mi niña ya era una mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por el comentario, me ayudara sin duda