sábado, 16 de abril de 2011

El encuentro

Yo era, si no el mejor, uno de los mejores, simplemente te median por el resultado por la cantidad de firmas de los contratos y sus importes. Que adrenalina semanal, agobiante, en muchos casos por el ritmo y el estrés pero delirante por ese conjunto.

Había mas trabajo que analistas y se inicio la carrera de nuevos fichajes.

La costumbre era pasar los viernes por la mañana por la oficina, entrar en el despacho del responsable y que te diesen un nuevo cliente para la semana entrante, billetes de avión, etc., pero esta vez fue diferente además del cliente me iban a dar una responsabilidad especial: evaluar la valía para un nuevo fichaje. Recuerdo aquella conversación con Pedro.

-         Si Ferry tu eres el mejor y tienes que evaluar a los nuevos talentos.
Me resistí, si me resistí, porque no me gusta que siendo autónomo nadie dependa de una evaluación mía, no me gusta jugar con el futuro de nadie.

Bueno, me dejo ver el currículo, era una mujer y vivía cerca de Sitges, leí atentamente su formación, tome datos de contacto para el viaje ya que esta vez seria en coche, en una empresa del País Vasco.

Salí de la oficina preocupado. La llame para concertar el encuentro del viaje, fue la primera vez que sentí su voz.

-         Hola, le llamo de parte de Estudios Económicos, nombre de la empresa, soy Ferry y me han encargado que me acompañe a efectuar el análisis de la empresa Zurraima, deberíamos estar allí sobre las 10 de la mañana. He calculado la distancia y creo que podríamos quedar a las 3:00, paso a recogerla, que le parece.
-         Bien perfecto, me contesto ella. Me hace Vd. una perdida a este teléfono cuando este en la puerta para salir entonces.
-         Sin duda le conteste que estamos en Octubre y a esas horas hace frío de verdad. Si tiene algún inconveniente llámeme antes del lunes al número que sale un su móvil.
-         No se preocupe Ferry que no ocurrirá nada.
-         Hasta entonces Lydia

Su voz fue profunda, decía cosas su tono, la armonía de sus palabras, era muy agradable, la verdad es que me dio que pensar.

Pase un fin de semana normal, como todos, relajándome, pocas distracciones, básicamente fútbol,  o salir a dar una vuelta en moto.

Llego el día, lo cierto es que me dormí y salí justo de casa, cuando iba por la autopista la llame para avisarla.

-         Hola Lydia he tenido algún problema y llegare sobre las 3:30, espero que me disculpe.
-         No se preocupe le estaré esperando.
Por fin encontré la calle, para entonces mi navegador no era muy bueno. Hice la llamada perdida, pero contesto.
-         Hola ya estoy en la puerta, estoy mal aparcado. Voy en una Mercedes plateado, estoy encima de la acera antes de llegar a su número de casa.
-         Bien ahora salgo, me contesto, hasta ahora.

Si salio, había unos 20 metros desde su portal al coche.
La vi por primera vez, mujer esplendida la que vi, un poco mas alta que yo, morena pelo negro rizado, media melena, y el andar tenia y tiene un andar que siempre me ha cautivado, era una mujer con estilo.

La verdad es que me gustaba tanto su andar, que mantuve una costumbre nunca aparcar a la puerta de donde íbamos, de esa forma podía mirar como venia o se iba, disfrutaba viendo contornear esa figura.

Baje del coche, abrí el portón del maletero, llego a mi lado.
Le tendí la mano para saludarla, finalmente nos dimos dos besos en la mejilla que propuso ella con un gesto amigable.
-         Hola como estas Lydia, lamento el retraso.
-         No importa me contesto.

Introdujimos su maleta y el portátil, cerré el portón y nos pusimos en marcha.

Sus ojos me habían cautivado, su mirada, estaba delante de una persona especial, no sabía porque me había puesto nervioso, no se porque tenía atracción instantánea, pero yo en el trabajo nunca había propuesto nada a nadie, y menos lo había de hacer ahora. No entendía esas sensaciones a mi edad.

Debes centrarte en el tu trabajo, pensé. Tampoco yo era alguien que fuese echándole los trastos a la gente, a pesar del trabajo que tenia, estando fuera de casa cada semana. No sabía exactamente que me estaba pasando pero mentalmente estaba bloqueado. Un hombre como yo, con una entereza envidiable, en cuestión de segundos lo habían convertido en no se que exactamente, pero no era yo, o al menos el que últimamente era.

Mi vida sentimental no era buena, llevaba cuatro años durmiendo en el sofá, sin mi pareja, pero no estaba buscando nada. Eso si había dicho una frase “Cuando las cosas me vayan bien me iré de casa”.

Ahora las cosas me iban bien, algo más que bien, seguramente era comodidad por lo que seguía en casa, aportaba dinero, y a cambio estaba cómodo sin demasiadas complicaciones.

Programe el navegador y nos pusimos en marcha.

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