Llegamos al hotel, habíamos estado comentando la reunión, las condiciones de Jacinto eran duras, el riesgo al final lo tomaba yo, no tenia sentido. Al llegar estaba Juan Inés con el dueño de la maduradora de plátanos, Roberto. Se acercaron a la jipeta.
- ¿Qué tal Don? ¿Cómo están Vds.?
- Bien Juan Inés, digamos que bien.
- Le presento a Roberto el dueño de la maduradora.
- ¿Qué tal Roberto? Extendiéndole la mano.
- Bien Don, Doña un saludo.
Cogí las muestras de vinos, y la documentación.
- Llevan Vds. un negocio ¿De que trata? Dijo Roberto.
- De algo que tú no puedes hacer, dijo Lydia.
Vaya ataque frontal, pensé. Hay enemigos que no son tan duros entre ellos.
- Si Doña, podría interesarme. Mi familia tiene un negocio en la 27 y podemos estar interesados en nuevos negocios.
- Discúlpeme, pero no tenemos ganas de perder el tiempo.
Tuvimos un intercambio de frases, y al final accedí. Entramos en el hotel y le solicité al recepcionista la sala de reuniones que tenían en la entrada, encargándole una cerveza para la reunión. Trajo la cerveza y cuatro vasos de plástico.
Le expuse todo el plan de negocio a Roberto, parecía interesado. Lydia le lanzaba frases de reto, que él encajaba bien. Yo no creía que ese muchacho fuese capaz de llevar ese negocio hacia delante, pero no había perdíamos nada por probarlo. Después de dos horas de discusión y algunas cervezas, quedamos en comunicarnos por mail las condiciones definitivas, con ese dato yo ya sabia que no haríamos nada. Lo que no soluciones cara a cara, no se soluciona con esta gente, y quedarnos más tiempo por palabrería no tenia sentido, tampoco tenia a nadie para delegar esa gestión, Juan Inés no daba la talla para eso.
Fue sorprendente porque no sabíamos nada, caso contrario hubiéramos bajado a la capital antes, fue extraño el encuentro, tenia confusión. Finalmente nos despedimos y se fueron.
- ¿Qué te ha parecido Lydia?
- Puede que haya una posibilidad. ¿Ves tú lo mismo?
- No. Veo que no hay nada en absoluto. Es una lástima, hemos luchado aunque no lo parezca, pero no hay manera de meter la nariz en este país, necesitamos un europeo, esto es perder el tiempo y dinero.
- Vamos a la habitación, nos cambiamos de ropa y cenamos.
Cogí las botellas de cerveza vacías y las saque a recepción. Lydia subió a la habitación. No me pareció correcto dejarlas en el mostrador después de tanta amabilidad, en el pasillo que iba al despacho de la directora había una mesa lateral, aquel era un buen sitio.
- Mire, le dije al recepcionista, se las dejo allí en aquella mesa.
- Muchas gracias Don, sí por favor.
Fui a dejarlas, cuando se abrió la puerta del despacho de la directora, salio la directora, miré hacia donde se había generado el ruido, era ella, la vi por detrás. Que definición de las líneas de su cuerpo, increíble, y aquel botón seguía compitiendo con la física, sorprendente resistía todavía, se acerco a mí.
- ¿Cómo han ido los negocios Don?
- La verdad es que no sé, lo veremos con el tiempo. Se acerco más a mí, casi sus pechos me rozaban, sentía su aliento, y veía aquellos labios carnosos, amplios con fuerza donde asomaba una punta de lengua rosácea.
- No le apetece pasar a mi despacho Don, tengo un sofá muy cómodo, mientras se desabrochaba el famoso botón, dejando al descubierto lo que hasta el momento se adivinaba, con unos sujetadores, vamos los brassiers como le llamaban ellos, que solo eran capaces de tapar la mitad de su punto álgido, puntiagudo, erecto que quedaba marcado.
- Lo lamento Doña, pero Vd. sabe que me debo a mi mujer y no entiendo lo que hace Vd., discúlpeme dándome media vuelta.
Note que me rozaban por detrás, era ella que me había cogido por el pantalón, intentándome rodear por la cintura. La separé de mí inmediatamente.
- No insista por favor, se lo ruego, entienda que me debo a otra persona y no porque insista mucho cambiara esa situación. Como mujer Vd., esta muy apetecible, pero supongo que entiende la situación.
- Sí Don, pero yo debo intentarlo, Vd. me gusta muchísimo.
- Lo lamento de verdad. Me di media vuelta y me fui, mientras ella volvía a atar el increíble botón de su blusa, lo vi por el espejo que estaba en la pared, que increíble mujer, Lydia podía estar contenta de mí, aunque no podía explicárselo, nunca podría, quizá cuando lea el libro sabrá lo mucho que la he amado y respetado. Nunca me he mirado otra mujer, me había volcado en ella, solo en ella, quería un futuro con ella, tenia un proyecto, no sé si ella seria capaz del mismo pago.
Asustado por la situación, y pensando que en otros momentos si no tuviese compromisos morales, se hubiera enterado. Pero era una mujer, no sabia que buscaba, sexo, relación, era una confusión total, mis modelos sociales de comportamiento estaban rotos. Pero había que reconocer que la Señora estaba de impresión, un cuerpazo increíble.
Finalmente hicimos la rutina habitual, cenamos, dormimos y al día siguiente nos íbamos. Embarcamos sin ningún problema como siempre, y salimos con la puntualidad Dominicana, o sea con retardo. Buen avión el que nos toco, un cómodo Iberia, butacas amplias y modernas. Lydia todavía recordaba el avión de ida del primer viaje.
Finalmente hicimos la rutina habitual, cenamos, dormimos y al día siguiente nos íbamos. Embarcamos sin ningún problema como siempre, y salimos con la puntualidad Dominicana, o sea con retardo. Buen avión el que nos toco, un cómodo Iberia, butacas amplias y modernas. Lydia todavía recordaba el avión de ida del primer viaje.
Para los viajes ya éramos veteranos, en los de vuelta a Europa era más difícil encontrar las filas donde dormir, no se porque los aviones iban casi llenos siempre. Lo pasamos de la forma habitual, jugando a cartas, durmiendo a pequeños trompicones y hablando de las experiencias y anécdotas de los viajes, que mezclábamos con la de los clientes.
Aeropuerto Barcelona |
Finalmente llegamos a Barcelona, después de una tediosa espera en Barajas, para hacer el transfer. Llegamos, como siempre llega uno de esos viajes, destrozado y ahora nos esperaba un triste autobús para llegar al Garraf.
Fue curioso, llegamos sin tabaco, y con la maldita ley no vendían tabaco, solo en el bar del tren y nosotros salimos por la puerta de Internacionales. Ni un cigarrillo. Pues habrá que pedir, con lo que me cuesta pedir. Era de noche, tarde y estábamos sentados en un banco de madera en la parada del autobús. Lydia estaba de mal humor, vaya a saber Vd. porque, ya no le hacia caso cuando se ponía de esa forma.
- Pues tendré que pedir tabaco ¿Tú quieres Lydia?
- Si consigues que te lo den, sí, sino ya fumare del tuyo.
Vi como se acercaba una Señora, muy arreglada con un perrito, fui hacia ella, le explique la situación, cuando la Señora me dio diez cigarrillos, dándole las gracias, además de quedarme sorprendido de su generosidad. No pasó nada más.
- Mira Lydia, tenemos para la espera, tranquilamente.
- ¿Qué me dices? ¿Qué te ha dado todo eso? Seguro que te la has ligado, a saber que le habrás dicho, que falta de respeto.
- Déjalo Lydia, de verdad, vete a tomar vientos por no decirte otra cosa, si quieres fumar me lo dices, sino por lo menos estate callada. Últimamente me has tomado por tu dummy, y estas muy equivocada conmigo, no te confundas ni un milímetro, tienes comportamientos de criatura, de niña mal criada. No sé para que coño te han educado, pero para ser persona seguro que no, eres una inmadura.
- ¿Qué es un dummy Ferry? Dijo Lydia enfurruñada.
- El puto muñeco que ponen en las pruebas de accidentes de coche, pues así me siento yo. Estoy hasta allí de tu comportamiento, no hay quien te aguante.
Vino el autobús, e hicimos el viaje sin decir palabra. Lydia era una artista en cambiar las situaciones de felicidad, a situaciones rabiosas. La mejor manera de no cabrearme más era no hacerle caso, dejarla que se le pasase, pero ya estaba hasta la nariz. En cambio a ella esa actitud todavía la irritaba más, difícil equilibrio el nuestro.
Desgraciadamente habíamos salido del sueño, y entrábamos en el estúpido mundo de Lydia, el que se había generado, un mundo de soberbia y manipulaciones, ese desgaste continuado.
Llegamos a su casa, su madre se levanto para saludarnos.
- ¿Qué tal Ferry?, dándome dos besos.
- Cansado Noar, pero bien, es lo que tienen estos viajes son demasiado largos, y ahora ya no estoy tan acostumbrado.
- ¿Te quedas a dormir con Lydia? A estas horas no conducirás.
- No Sra. Noar mejor me voy para mí casa, que dormiré mañana hasta tarde.
- ¿Te vas Ferry? Dijo Lydia sorprendida.
- Si Lydia me voy a dormir a casa.
- Espera que miro lo niños y me voy contigo.
- No Lydia mejor quédate, así los ves por la mañana.
Lydia se quedó sorprendida. Me despedí de las dos y me fui. Tenia ganas de estar solo, de no aguantar tonterías, bobadas de inmadura, me planteaba muy en serio la relación con Lydia, siempre me preguntaba que si para cosas pequeñas actuaba así, para los problemas importantes no se como acabaríamos, y no tenia ganas de perder el tiempo.
No dormí tanto, a las nueve estaba despierto, retozando en la cama. Llamé a la oficina y les comunique que ya estaba aquí, me dijeron que pasase el viernes para darme algún cliente, aunque iban flojos, las ventas estaban bajando. Sobre las doce sonó el móvil, vi que era Lydia, no conteste, no tenia ganas de hablar con ella. Ya llamaría más tarde y si no llamaba mejor, estaba aburrido. A las tres de la tarde volvió a llamar.
- Sí, dime Lydia.
- Me tenías preocupada.
- ¿Por qué? Lydia.
- Te he llamado antes y no has contestado.
- Estaría durmiendo, Lydia.
- ¿Vas a venir a buscarme? Ferry.
- No, estoy cansado me he levantado a comer algo y me vuelvo a dormir.
- ¿Estas enfadado Ferry?
- No, Lydia, no tengo motivos ¿No?. Se produjo un silencio, que rompió Lydia.
- Ya me llamaras a la noche Ferry.
- Hasta luego Lydia.
- Adiós Amor.
La verdad es que no tenía ganas de verla, de momento. Ya llamaría otra vez, sino vida nueva, que arto estaba de las tonterías. No llamé por la noche. Ella si lo hizo sobre las diez.
- Si.
- ¿Qué pasa Ferry?, Ni me has llamado, ni has venido a buscarme. ¿Qué ocurre?
- Estoy cansado Lydia.
- ¿Bueno vas a venir a buscarme o no?
- Pues la verdad es que no, me tengo que afeitar, vestirme y me da pereza, Lydia.
- ¿Así nos vemos mañana Ferry?
- Pues supongo que sí, no sé.
Colgamos el teléfono, y me fui a ver la televisión a la cama, con mi café calentito y un par de galletas, mis cigarritos, una peli y a dormir, ese era mi plan. Sonó el interfono. ¿Quién seria? Me pregunté.
- Si, descolgando el auricular.
- Soy yo tonto, ábreme. Era Lydia, abrí la puerta se oyó el ascensor y salio Lydia.
- ¿Pero se puede saber que te pasa Ferry?
- Pues que me canso Lydia, me canso que actúes así, que constantemente tenga que soportar tu mal humor. Mira, yo te quiero con locura, pero de eso a tener que aguantar esos chaparrones gratuitos con los que me regalas, la verdad es que no me apetece.
- Entonces ¿Lo dejamos?
- No se Lydia, me lo estoy planteando, pero pasa, que a los vecinos no les importa nada. Mira, estaba en la cama, entra y siéntate, que yo llevo poca ropa.
Entramos en la habitación, me estire en la cama, y ella se sentó en su lado mirándome.
- Pero ¿Por qué te pones así Ferry?
- Como quieres que me ponga Lydia, tengo algo para reírme ¿Dime? Te consigo unos cigarrillos, ya estas cabreada que no se porque, y encima me insultas, que si me querido ligar a una tía, que si tal. Vamos como decía mi padre, el que mal hace mal piensa. Tu sabrás porque piensas así.
Yo pensaba, como para haberle explicado lo de la directora, todavía pensaría que le había echado yo los tejos, que inmadura era esta mujer.
- Pero Ferry, yo te quiero.
- Y yo juego al parchis. Yo también te quiero, pero lo que no quiero son ese tipo de reacciones, no entiendo porque alguien decide amargarme la vida de repente, sin que ocurra algo aparente, si tengo que vivir tus malos momentos, al menos debería saber el porque, no de esa gratuidad con la que me regalas. Debes de ser bipolar, no encuentro otra explicación, o quizá necesitas una dosis de disputa de vez en cuando, no lo sé, pero a ti te pasa algo, tu sabrás. Mira mis reglas, que tu aceptaste, recuerda, yo no las impuse las pactamos, son y eran las mismas “Tu pasado no me importa sino condiciona mi presente”. Pero tú no te comportas así. Y la suerte que tienes es que no soy mal pensado, no me has dado motivos, sino pensaría mal y créetelo los que somos buenos en positivo podemos ser muy malos en negativo. ¿Quieres una galleta?
- No ya he cenado, Ferry.
- Más para mí
- Joder como estas Ferry.
- Sí Lydia estoy cabreado, sin más, estas llevando esta relación al descalabro. Tú no cambias, ni disimulas tus actitudes y yo me canso de aguantar tus desagravios de mal humor.
- Lo intentaré Ferry, haré un esfuerzo. ¿Me quedo a dormir?
- Tu sabrás, si quieres quédate sino como has venido con el coche de tu madre tienes transporte.
Lydia dudo, pero al final decidió quedarse. Se desnudo y se metió en la cama, acurrucándose contra mí.
- Caliéntame Ferry, que tengo frío.
- La abrace, pero no paso de aquí. La verdad es que yo en invierno era una estufita, mi cuerpo siempre desprendía calor. Lydia se fue acurrucando cada vez más, hasta que se durmió, apague la luz y dormimos hasta el día siguiente. A la mañana siguiente fuimos a su casa, a vivir su mundo.
- Hola Noar ¿Cómo está Vd.?
- Bien Ferry, me dejaste sorprendida cuando te fuiste a dormir a casa.
- Estaba cansado del viaje.
- ¿Van bien las cosas entre Lydia y tu?
- Es una pregunta difícil de responder Noar, digamos que mitad y mitad.
- Es el carácter de Lydia ¿No?
- Si Noar, es difícil, y yo me conozco, aguanto porque la amo, pero otro hombre ya la hubiera lanzado.
- No me expliques Ferry, yo la conozco, es mi hija. Cálmate y pasa que Joaquín quiere saludarte.
Pase al salón, allí estaba su padre, lo salude y me invito a sentarme. En el sofá ya estaba el niño en posición fetal al lado de su madre. Que burrada de comportamiento, que falta de personalidad habían generado en aquel muchacho de 13 años. Las niñas voceando en la habitación, con sus juegos frenéticos. ¿Dónde estaba? ¿Era eso lo que quería?
Cominos, fue agradable, la verdad es que Noar cocinaba bien, nada del otro mundo, pero por lo menos cocinaba. Lydia se vanagloriaba de que era una baja, y Candido, su hijo, decía que él también, era una nueva imitación de los valores que le habían inflingido. La verdad es que ese muchacho no tenía ninguna gracia. Salimos a dar una vuelta con los niños, los invite a cenar al McDonal’s.
- Sabes una cosa Ferry.
- ¿Qué Lydia?
- Ayer me discutí con mi madre.
- Extraño en ti Lydia, tu casi no te discutes con nadie. Me sonreí.
- Si no te lo vas a tomar en serio, no te lo explico.
- Venga explícame alegrías, Lydia.
- Sabes que mi cuñada, la de mi hermano los que están en Emiratos, pues han tenido un hijo, y ahora se ponen en el sofá con el PC, los dos mi padre y mi madre, y se ponen a hacerle bobaditas, que si el yayo, que si la yaya.
- No entiendo nada, lo de tu madre sí, ¿Pero tu padre? Me explicaste que la última vez que vinieron, tu padre no quiso ni conocer a la niña, no entiendo nada en absoluto pero bueno son cosas de familia y no me quiero meter en esas cosas.
- Pero yo me cabreo con mi madre, y esa actitud genera que me encierre en mi habitación con mis hijos. Así que ahora vivo en mi habitación.
- Vamos mejorando las relaciones Lydia. Deberías sentarte con tu madre y hablar con ella. Cuando uno convive tiene que saber respetar a los demás. Hay zonas comunes para hacer cosas comunes, y las privadas en lugares privados. Que lo hagan a mi no me parece mal, pero esa actividad deberían hacerlo en la habitación y no en el salón con todos, es mi opinión pero debes solucionarlo tu.
- Yo no puedo hablar con mi madre, es imposible hablar con ella.
- Pues deberías hacerlo, siéntate y habla es tan fácil como eso. Si no agredes no te agredirán, se correcta y expón lo que te molesta. Es la única solución y además lo tienes que hacer tu, no lo puede hacer nadie más, es tu madre no es un extraño. Pero siempre tienes problemas para hablar con la gente, algo haces mal Lydia.
Los días fueron pasando, nuestra relación se consolidaba, mi presencia en su casa era habitual. Los fines de semana que los niños estaban en casa comía allí, para estar juntos, eso si llevando un presente para el acto. Lydia dormía conmigo todas las noches, que esfuerzo estaba haciendo. El trabajo había aflojado de forma preocupante.
Hasta que enferme.